Cataluña: situación prerrevolucionaria
Un gran empresario ya multiusos: electricidad, petróleo, servicios… y un político, Manuel Valls, que está fabricando con grandes dificultades un partido nacional (nacional de España, no de Cataluña), han advertido directa e indirectamente a Sánchez, por viajero interpuesto, la misma apreciación: «Cataluña vive una situación prerrevolucionaria». La respuesta confidencial ha sido demoledora: «No azucemos más el conflicto». Públicamente ha sido aún más meliflua. Marlaska -ya denominado en el argot madrileño «Pequeño Marlaska»- se ha limitado a expresarse así: «Bueno, sí: los independentistas ponen en tela de juicio el Estado de Derecho». O sea un pellizco de monja que a los insurrectos, Torra y Torrent aquí, Puigdemont de fuga permanente, les ha traído exactamente por una higa.
Valls hace meses que pretende a hablar con Sánchez. No se le ha puesto al teléfono. Si lo hubiera hecho tendría ya fresca la advertencia del que fue primer ministro francés: «Antes no podíamos descartar un grupo violento, ahora ya lo tenemos aquí». En plena campaña este grupo, que tiene fuertes concomitancias con los residuos sólidos de ETA, ha recibido el insólito apoyo de todo un Parlamento ignorando que García-Castellón, el juez de una de cal y otra de arena, ha calificado a los sujetos indeseables que pretendían sembrar de bombas Barcelona entera, de «terroristas». Esquerra Republicana de Cataluña mira a otra parte porque piensa que si «estos chicos nos hacen el trabajo sucio la confrontación con España será inevitable». En realidad, Esquerra es una mala imitación del PNV; los gudaris tipo Arzallus, Eguibar y otras hierbas llegaron durante años a un acuerdo tácito con los batasunos: «Vosotros nos limpiáis el terreno y luego vamos nosotros y lo ocupamos».
Sin humillación
Y, ¡tanto que lo han ocupado!: ya se han quedado con todo. Ahora Esquerra aspira a los mismo: a quedarse con todo tras esta campaña electoral y la que venga después de unos comicios regionales. Los empresarios quieren llevarse bien con los socios de Junqueras pero esta vez se han asustado; por eso denuncian que «Cataluña vive un situación prerrevolucionaria». Claro está que, al tiempo, juegan a dos barajas. Lean: este cronista le ha oído afirmar al citado preboste del principio que, textualmente: «No hay que cebarse con los que hace dos años perdieron la rebelión» porque, añadía: «Fíjense: la II Guerra Mundial se produjo porque, tras la anterior, los vencidos fueron humillados». O sea, es para quedarse de piedra.
Y ya en campaña electoral Sánchez no quiere humillar, es decir intervenir gallardamente un autonomía que se ha declarado en «desobediencia civil», porque, quizá, sus congéneres del PSC pueden perder votos acusados de españolismo fascista. Por eso, la increíble ministra de Justicia de Sánchez ha adelantado que el Gobierno va a impugnar las resoluciones del Parlament que ensalzan al terrorismo y pretenden, en otras lindezas, expulsar a la Guardia Civil de Cataluña. Otro pellizco de monja de la novia del ex-juez ahora millonario. Pero la dura realidad se está imponiendo: Cataluña, en situación prerrevolucionaria, tiene que ser la principal estrella de la campaña.
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