Cañete fue preguntado tres veces sobre la empresa de su cuñado en la Eurocámara y evitó contestar

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Sede del Parlamento Europeo en Estrasburgo.

El 10 de septiembre de 2014, el entonces presidente electo de la Comisión Europea Jean-Claude Juncker designaba a Miguel Arias Cañete comisario de Energía y Acción Climática. Tres semanas después, el 1 de octubre, el político español comparecía en el comité del Parlamento Europeo que debía examinarle para decidir si le consideraba un candidato apto para el puesto. En aquella audiencia, Cañete evitó contestar a las preguntas sobre su cuñado, Miguel Domeq, pese a que se lo nombraron al menos tres veces.

Los eurodiputados le preguntaron por los intereses del hermano de su esposa Micaela Domecq en la sociedad «tapadera» –definida así por la Agencia Tributaria española– Havorad SV y en las empresas petrolíferas –Ducar y Petrologis Canarias– de las que Cañete había salido apresuradamente en el momento de ser propuesto para la cartera de Medio Ambiente y Energía. Y el candidato a comisario evitó contestar. Ni una sola vez respondió sobre su cuñado, dio evasivas y se limitó a insistir: «ni yo, ni mi mujer, ni mi hijo tenemos una sola acción en esas empresas». Además, añadió que su salida no había sido «apresurada», sino «una acción de transparencia absoluta».

El mismo día en que Juncker le comunicaba la cartera para la que iba a ser designado Cañete cayó en la cuenta de que debía deshacerse de sus acciones en dos empresas petrolíferas. Un comisario de Medio Ambiente con intereses en el sector de los combustibles fósiles tendría imposible pasar el examen de la Eurocámara, muy necesitada de dar muestras de su poder.

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Arias Cañete, en la audiencia ante la Eurocámara el 1 de octubre de 2014.

Cañete dio la orden de vender sus porcentajes en dos compañías de logística de hidrocarburos: el 1,2% que ostentaba en Ducar y el 2,5% que poseía en Petrologis Canarias. Pero se encontró con otro problema, ambas compañías no constaban en su declaración de intereses ante el Parlamento Europeo. Así que en un sólo día tuvo que declararlas, ordenar su venta e introducir un nuevo cambio en su declaración oficial de bienes, haciendo constar que había dado orden de vender esas acciones.

Ésta fue la razón por la que siete de los diputados que le pasaron examen hicieron mención a su condición de empresario del petróleo durante su comparecencia. Así ocurrió desde la primera pregunta, en la que la belga Kathleen van Brempt (socialista) le preguntaba por esos intereses «ocultos». Y siguió con cuestiones planteadas por los holandeses Gerben-Jan Gerbrandy (liberal-demócratas) y Bas Eickhout (verdes); los españoles Ernest Maragall (verdes) e Iratxe García (socialistas); por Theresa Griffin (laborista británica del grupo socialista), y por el alemán Jo Leinen (socialistas). Incluso su compañera popular Pilar Ayuso hizo referencia al asunto, aunque para afear la conducta de sus compañeros de escaño que trataban de fiscalizar al candidato a comisario.

El ‘machismo’ de Cañete

Su comparecencia fue un suplicio. No sólo por tener que defender una cartera menor y sin autonomía –Juncker había decidido que todas las grandes decisiones de su departamento debían pasar por las vicepresidencias antes de ser efectivas–, sino por la agresividad que mostraron con él los eurodiputados. Tres fueron las principales objeciones que le pusieron los miembros de los grupos socialista, liberal-demócrata y de izquierda unitaria: las políticas de su Ministerio –el fin de las primas a las energías renovables–, su presunto machismo y sus intereses en el sector petrolífero, ocultos a la Comisión y a la Eurocámara hasta que fue designado.

Cañete tenía entre ceja y ceja una cartera de peso económico, como la de Competencia, la de Asuntos Económicos y Monetarios o la de Comercio Exterior. Incluso durante la campaña electoral para las elecciones europeas el Partido Popular, que contó con Juncker para alguno de sus mítines, daba por seguro que su cabeza de lista podría acabar ocupando una de las vicepresidencias.

Pero todo se torció el día en que patinó en su debate televisivo con Elena Valenciano y, para responder a las dificultades que la candidata socialista le había puesto durante el cara a cara sólo se le ocurrió alegar: «El debate con una mujer es complicado. Si demuestras superioridad intelectual o la acorralas, es machista»

En una reunión bilateral aquel 10 de septiembre, Juncker había comunicado al ex ministro español de Agricultura la cartera que le asignaba, una decepción para el propio Arias Cañete y para el Gobierno español, que aspiraban a que España mantuviera la cuota de poder en la comisión que ostentaba con el socialista Joaquín Almunia, hasta entonces comisario de Competencia.

Su posición quedó muy debilitada a los ojos de Juncker, que debía hacer equilibrios para mantener el apoyo de los socialistas en el Parlamento Europeo, pues en 2014 se inauguraba la primera legislatura en que el presidente de la Comisión era elegido por la Eurocámara y el acuerdo entre los grupos popular y socialista se basaba en un reparto de presidencias: para el ganador de las elecciones, la de la Comisión (Juncker) y para el segundo, la del Parlamento Europeo (Martin Schulz).

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