Los problemas estructurales que dificultan la recuperación económica tras la pandemia
Francisco Coll Morales es economista y coordinador del servicio de estudios de la Fundación Civismo.
España se encuentra en estos momentos ante una crisis de magnitudes históricas, que dejará huella. Si atendemos a la serie estadística de la historia más reciente, estamos hablando de una crisis sin precedentes y de naturaleza desconocida, que tendrá -ya lo está teniendo, de hecho- un gran impacto en la economía nacional.
Como podemos observar tanto en los indicadores macroeconómicos como en la dimensión de la movilización de recursos planteada para hacer frente al covid-19, recuperar la economía no será una tarea sencilla.
Me gustaría destacar una situación que, pese a su importancia, ha sido poco destacada durante esta crisis. Una situación que, en cierta forma, justifica parte de lo ocurrido hasta el momento, pero que, pese a ser tan obvia, no llama la atención de una sociedad civil indecisa ante la extrema incertidumbre que hoy sacude las expectativas.
En este sentido, me refiero a la situación en la que España entraba en esta crisis, pues mucho se habla del deterioro de la economía ante los efectos ocasionados por el covid pero poco del deterioro que ya previamente, antes de que llegase la pandemia y, con ella, las medidas de distanciamiento social, presentaba nuestra economía; ante una falta de reformas que no logran materializarse.
De acuerdo con los pronósticos que ofrece el Banco de España, hablamos de un escenario en el que se espera que, con una contracción interanual que podría cerrar el año en el 12%, los niveles de endeudamiento alcancen niveles del 130% sobre PIB. Además, el déficit podría superar el umbral del 10%. También se espera que el país, cuando la tormenta vírica se disipe, presente niveles de desempleo en torno al 25%.
Sin embargo, debemos tener en cuenta el punto de partida que presentaba nuestra economía, así como ese deterioro que, antes de la crisis y como decíamos, ya acusaba nuestra economía. Situaciones en las que la economía española adolecía de problemas estructurales que, con el paso del tiempo, no han sido solventados.
España, en materia de desempleo, entraba en esta crisis con un desempleo estructural que se situaba en torno al 14%, cifra que tratándose de desempleo juvenil se elevaba hasta el 33%.
Por otro lado, atendiendo a los niveles de deuda pública, hablamos de una deuda pública que se situaba en niveles cercanos al 99% en la ratio deuda/PIB, un nivel de deuda que ha ido incrementándose con el paso de los años.
En tanto en cuanto los países «frugales» reducían su apalancamiento; y, por último, de la misma forma se presentaba un déficit que, tras atender a una segunda auditoría europea por la desconfianza hacia España, se situó en el 2,8%, muy cerca de unos límites que, fijados por los Pactos de Estabilidad y Crecimiento (PEC) europeos, se establecen en el 3%.
Como vemos, se ha hablado mucho del punto en el que se encontrará la economía española en el futuro, pero como decía, poco se ha hablado del punto de partida en el que se encontraba la economía española antes de esta crisis. Un punto de partida que, atendiendo a lo ocurrido, ha obligado a España a solicitar una mayor movilización de recursos para el país, ante la incapacidad de adoptar políticas e inyectar recursos por el escaso fondo de maniobra y colchón con el que contaba el país. Un colchón que, dicho sea de paso, si ha presentado Alemania u otros países, donde su superávit, su bajo nivel de deuda o, incluso, su bajo desempleo, le ha permitido adoptar políticas contracíclicas que, al contrario que en España, animarán la recuperación de estas economías.
Creo que es importante destacar eso, pues, que de la misma forma que en 2008 no estábamos ante la última crisis económica esta tampoco será la última crisis a la que la economía española deberá enfrentarse. Y con esto quiero decir que España, como el resto de las economías, debe seguir reduciendo esa vulnerabilidad que presenta, en su contraste con otras economías, para lograr ser una economía más resiliente ante los posibles shocks económicos que pueda registrar.
Es importante destacar que España recibirá una inyección de recursos europeos que podrían permitir la inyección de capital en inversiones que a largo plazo nos permitan adoptar las reformas que, como la de las pensiones, precisa nuestra economía. De seguir perpetuándose una situación estructural como la que adolece nuestra economía, España seguirá siendo una economía débil y vulnerable.