Los problemas del empleo siguen escondidos bajo la alfombra
Como es sabido, el contexto económico es negativo: alta inflación, aumento de tipos de interés, la mayor presión tributaria de la historia, ausencia de reformas estructurales, confianza de los consumidores en mínimos, deuda pública que casi duplica el límite máximo del Pacto de Estabilidad europeo, etc.
Como es sabido también, la expectativa más razonable es la continuidad de su gradual empeoramiento: los tipos de interés seguirán subiendo, la deuda pública continuará creciendo, el Gobierno seguirá subiendo impuestos y nuestros principales socios comerciales casi con seguridad entrarán en recesión. Y a eso hay que añadir el riesgo de una escalada de la guerra en Ucrania y de la falta de suministro de energía en Europa.
Sin embargo, el mercado de trabajo parece no tomar nota de lo anterior. Es cierto que el número de afiliados viene gradualmente ralentizando su ritmo interanual de avance: +3% en octubre, frente a +5,1% en abril. Pero ese 3%, en verdad, no es un crecimiento débil: es prácticamente el mismo ritmo al que creció el empleo, de media anual, entre junio de 2014 e igual mes de 2018, que fue el mejor momento de la recuperación tras la crisis que legó Zapatero. Que en 12 meses haya 593.200 nuevos afiliados a la Seguridad Social es, globalmente considerado, un muy buen dato.
Lo que explica esta creación de empleo es la recuperación del turismo del exterior: un 37% de todos los nuevos empleos corresponden a tres actividades vinculadas al mismo. Son la Hostelería, Arte y ocio y el Transporte. Sin los 218.000 nuevos empleos de esas tres actividades, el aumento de la afiliación no sería 3% sino 1,9%.
Ese impacto irá desapareciendo en los próximos meses. En el tercer trimestre entraron a España 25,4 millones de turistas, un 77% más que un año antes. En el cuarto trimestre, entrarían 13,9 millones, que sería un 21% más interanual. Ya en 2023, el aumento será más suave aún.
Pero si el turismo irá gradualmente dejando de tirar del carro, al mismo tiempo los mayores tipos de interés deberán dejar su huella en toda la economía, frenando la demanda de crédito y la actividad en los sectores más dependientes del mismo. Entonces se hará imposible seguir disimulando los problemas que ya tiene el mercado de trabajo español: en el sector primario el empleo lleva 15 meses seguidos cayendo, en el servicio doméstico encadena 11 meses de descensos, en la fabricación de vehículos se reduce desde hace 31 meses y en las finanzas acumula 39 meses consecutivos de caídas.
Problemas que la Encuesta de Población Activa del 3º trimestre presenta en toda su crudeza: 1,6 millones de subocupados (quieren trabajar más horas, pero no encuentran donde hacerlo), 501.400 pluriempleados, 525.000 fijos-discontinuos, 3,5 millones de asalariados temporales y casi 1,3 millones de parados de larga duración. En total, quitando duplicidades, 6,8 millones de personas (29% de la población activa) perjudicadas por una legislación laboral obsoleta, que el gobierno comunista de Pedro Sánchez se ocupó de empeorar un poco más.
La economía venía en fuerte recuperación gracias a los dopajes de la política monetaria irresponsablemente expansiva, del aumento temerario del gasto público y de la recuperación del turismo exterior. Recuperación aun así insuficiente: el PIB del tercer trimestre fue 1,5% menor al del mismo período de 2019. Ya se inició la transición hacia el estancamiento de 2023, cuando el PIB crezca, en el mejor de los casos, menos de 1%.
Con el PIB estancado, será inevitable que el empleo también se estanque. Y así aflorará el más grave de todos los desequilibrios que alienta la política de Pedro Sánchez: la caída de la productividad, que baja exactamente desde el mismo momento en que dicho mentiroso entrara a La Moncloa por la ventana, hace ya más de cuatro años. Menor productividad que implica que una parte de los empleos que se crean no son sostenibles. Exactamente lo mismo que pasaba antes de la crisis inmobiliaria. Otra vez.
Diego Barceló Larran, director de Barceló & asociados (@diebarcelo)