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Economía
Hijos

Ni el padre ni la madre: un estudio pone sobre la mesa una verdad incómoda sobre quién manda en casa

Durante años se ha dado por hecho que las grandes decisiones familiares se tomaban entre los adultos, sin tener muy en cuenta lo que opinaban los hijos. Sin embargo, un estudio reciente de la Fundación BBVA, en colaboración con la Universidad Villanueva, acaba de desmontar buena parte de esa idea. Los resultados apuntan a algo tan inesperado como revelador: los adolescentes no solo influyen cada vez más en las decisiones domésticas, sino que en muchos casos son ellos quienes marcan tendencia, comparan precios y asesoran a sus propios padres. Es decir, que en muchos casos, es el hijo o la hija quién manda en casa.

El estudio, basado en una encuesta representativa a 2.176 personas (mitad menores, mitad progenitores), detecta un cambio profundo en la dinámica del hogar. Los jóvenes no sólo manejan dinero propio y compran sin supervisión, sino que también participan en la elección de productos tecnológicos, ropa o incluso vacaciones. Y lo hacen con un criterio que sus padres muchas veces subestiman. Porque mientras los adultos creen que sus hijos compran por impulso, los menores aseguran que revisan reseñas, comparan precios y piensan en la sostenibilidad antes de gastar. Este desfase perceptivo, según la profesora Beatriz Feijoo, investigadora principal del proyecto y titular en el área de Publicidad de la Universidad Villanueva, revela un punto ciego generacional: los jóvenes actúan con responsabilidad, pero no lo comunican; los padres no lo ven y, por tanto, interpretan riesgo. El resultado es que, sin pretenderlo, los adolescentes se han convertido en una especie de Chief Youth Officer del hogar, una figura que decide, media e influye más de lo que nadie imaginaba.

Un estudio desvela quién manda en casa

El informe introduce este concepto: Chief Youth Officer, o director juvenil para describir a ese joven que, desde su propio entorno digital y social, analiza, compara y hasta asesora a los adultos sobre qué comprar o qué marca elegir. Uno de cada cinco adolescentes reconoce participar activamente en las decisiones de cuidado personal de los adultos, y uno de cada diez asegura tener incluso más peso que sus padres. Y no se trata sólo de elegir una camiseta o un móvil: muchos también intervienen en la elección de productos de belleza, aparatos tecnológicos o servicios del hogar.

En sentido inverso, dos de cada diez progenitores admiten que las decisiones de consumo en casa se toman de forma democrática, compartiendo el poder con los hijos. Y aunque pueda parecer anecdótico, ese equilibrio de voces ha creado un nuevo perfil de consumidor familiar: el adolescente que traduce la innovación digital en lenguaje doméstico, que explica a sus padres qué aplicaciones son fiables o qué marcas apuestan por la sostenibilidad. En otras palabras, un mediador entre generaciones.

Dinero propio y autonomía

El estudio revela que el 65% de los adolescentes maneja dinero de forma habitual, la mayoría procedente de una paga semanal o de familiares directos. Más de la mitad asegura que ahorra una parte de lo que recibe. Esta autonomía económica parcial les permite tomar decisiones de compra reales, no simuladas, y eso está modificando su relación con el consumo. Lo interesante es que, aunque los jóvenes se perciben a sí mismos como responsables, sus padres tienden a subestimar su capacidad de gestión.

El informe también muestra una notable brecha en la educación financiera. Dos tercios de los adultos creen hablar de dinero con sus hijos con frecuencia, pero sólo un tercio de los adolescentes lo confirma. Y el 86% de los menores reconoce que nunca ha recibido formación financiera formal, ni en casa ni en la escuela. Aun así, la mayoría dice pensar en el precio antes de comprar y evitar gastos innecesarios, algo que contradice la visión que muchos padres tienen sobre ellos.

Un consumidor joven, pero crítico y con valores

Lejos de la imagen del adolescente impulsivo o superficial, los datos retratan a una generación más reflexiva, informada y comprometida de lo que parece. El 72% asegura que compara precios antes de comprar, y más de la mitad consulta reseñas o pide consejo a amigos. Curiosamente, las opiniones del grupo de iguales pesan más que la influencia de las redes sociales o la publicidad tradicional. Además, los jóvenes muestran una sensibilidad creciente hacia los aspectos sociales y medioambientales del consumo.

Por ejemplo, un 26% afirma fijarse en los derechos laborales detrás de las marcas que compra, frente al 15% que creen los adultos. Un 19% dice priorizar el respeto animal, mientras que solo un 11% de los padres percibe esa preocupación. Esta brecha refleja que muchos adolescentes incorporan criterios éticos en su consumo sin verbalizarlos, lo que lleva a los adultos a malinterpretar sus decisiones como frívolas o poco meditadas. En realidad, se trata de una forma silenciosa de responsabilidad.

Qué compran los jóvenes

Según el estudio, hay tres sectores donde los adolescentes declaran tener mayor autonomía de consumo: la moda, el ocio y la tecnología. En el primero, un 20% dice comprar ropa, zapatillas o complementos varias veces al mes. En el segundo, otro 20% invierte de forma recurrente en videojuegos, libros o suscripciones de streaming. Y en el ámbito tecnológico, la mitad reconoce haber adquirido por sí mismos auriculares, móviles o consolas en el último año. En estos casos, las percepciones de padres e hijos coinciden: saben que el gasto es real y habitual.

Donde el contraste es más evidente es en el cuidado del cuerpo. Casi un 40% de los menores declara gastar dinero en peluquería, manicura, gimnasio o suplementos alimenticios, pero los padres apenas son conscientes de ello. Sólo el 16% cree que sus hijos pagan cuotas de gimnasio, y un escaso 4% sospecha que compran suplementos o productos de rendimiento físico. Esta desconexión evidencia que parte del consumo juvenil ocurre fuera del radar familiar, especialmente en áreas vinculadas con la imagen corporal y el bienestar.

La gran conclusión del estudio de la Fundación BBVA es que la estructura de poder dentro del hogar está cambiando. No desaparece la autoridad parental, pero sí se redistribuye. Las decisiones son más compartidas, la información circula en ambas direcciones y los jóvenes se sienten escuchados, al menos en parte. De hecho, el 50% de los menores y el 59% de los padres coinciden en que las decisiones importantes se toman de manera conjunta, aunque los adolescentes suelen percibir menos protagonismo paterno del que los adultos creen tener.

¿Quién manda entonces en casa? Quizá ya no haya una respuesta tan clara. Ni el padre ni la madre tienen el control absoluto. Lo cierto es que el poder se reparte, las generaciones se escuchan más (aunque a veces sin entenderse del todo) y los adolescentes, sin pretenderlo, se han convertido en los nuevos estrategas del consumo familiar, con una mezcla de intuición, conocimiento digital y sentido práctico que empieza a pesar más que la experiencia adulta.