Economía
Guerra Rusia-Ucrania

La inflación subyacente de España ya se dispara al 3% sin el efecto de la guerra de Ucrania

La guerra de Ucrania se cierne como una nueva amenaza para la recuperación de la economía europea y, por tanto, para la española. La consecuencia directa del conflicto será el aumento de los precios de la energía, el talón de Aquiles para el Viejo Continente, que depende en más de un 40% del suministro del gas ruso, pero, en el caso de España, el escenario ya es preocupante sin contar con el efecto del conflicto bélico: la inflación subyacente, que excluye elementos volátiles como la energía y los alimentos, subió en febrero seis décimas, hasta el 3%, su cota más alta desde septiembre 2008.

Se habla ya sin ambages de un consumo debilitado y de una ralentización del crecimiento económico a niveles bajos. Para Marian Fernández, responsable de estrategia de Andbank España, la coyuntura de una posible estanflación «gana enteros» ante una inversión socavada por la posibilidad de recortes de suministro energético y un consumo que puede frenarse ante la menor confianza y la caída del poder adquisitivo.

Como resultado, el Banco Central Europeo tiene ante sí un complicado nudo gordiano que desatar ante la disyuntiva de una inflación descontrolada y un crecimiento que podría resentirse significativamente con las restricciones derivadas de la guerra. Un alza de los tipos de interés podría ser una decisión difícil que podría asfixiar a la recuperación, pero la aceleración de la inflación se le está yendo de las manos a los bancos centrales y un endurecimiento de la política monetaria es la herramienta más efectiva para mantenerla a raya.

«La solución probable es la intermedia: no dejarán de subir, pero lo harán de forma, más gradual, menos agresiva», considera Fernández. «Si nos fijamos en  las declaraciones que han seguido a los ataques, observamos diferencias a uno y otro lado del Atlántico. Para la Fed el conflicto no cambia sustancialmente  y parece decidida a seguir con las subidas», añade. Por otro lado, espera que el BCE seguirá con la finalización del programa de compras hacia tercer trimestre, pero podría «verbalmente» espaciar la posibilidad de subida de tipos y que esta medida ya no sea «inmediatamente posterior» al fin del programa ampliado de compras de activos, (APP, por sus siglas en inglés).

Previsible agravamiento de las tensiones inflacionistas

La realidad es la que es. Si los precios de la energía persisten en su espiral alcista, no se puede descartar una nueva recesión a escala mundial, incluso, que sería la segunda en tres años. «Se abre un periodo de incertidumbre sobre la incertidumbre que ya teníamos», afirma Francisco Utrera, profesor del Departamento de Economía y Hacienda Pública de la Universidad Autónoma de Madrid. Pero no solo los precios del gas o el petróleo se verán afectados: los cereales -cuyo mercado está suspendido tercer día consecutivo- también podrían registrar alzas importantes de precios ante la elevada incertidumbre en Ucrania, un abastecedor de grano y de materias primas muy importante para España.

Las cifras asustan. El Índice de Precios de Consumo (IPC) se incrementó en España un 0,6% en febrero en relación al mes anterior y elevó de golpe su tasa interanual más de un punto, hasta el 7,4%, su tasa más alta en 33 años. Y hay que tener en cuenta que ese dato apenas recoge el impacto del estallido de la contienda en Ucrania, que comenzó a finales de febrero y que repercutirá notablemente sobre el precio de los carburantes. Así pues, se da por hecho un agravamiento de las tensiones inflacionistas que tanto sufren los hogares españoles, que están pagando en los últimos meses unos precios desbocados en la factura de la luz.

«Nosotros somos dependientes de la energía y eso no lo vamos a poder eludir. Bailaremos la música de los precios de las materias primas energéticas», pronostica Utrera. Además, en caso de que la guerra se alargue, abre la puerta un nuevo escenario de crisis de suministro por los problemas de oferta y, por tanto, un crecimiento económico más escuálido. «Las perspectivas no son buenas», corrobora este experto,  que lamenta la falta de reformas económicas en los últimos años.

«Todas las incertidumbres mundiales nos atacan especialmente a los países frágiles», constata Utrera, que subraya que la economía española aún tiene una deuda pública en niveles altos -de más del 118% a cierre de 2021-, no se ha corregido estructuralmente el déficit y afronta desequilibrios serios como el del desempleo, con una tasa del 13,3%, muy alejada de la media europea. En este sentido, cree que «por poco que se mueva la cosa, nos subimos al 18%», asegura.

El Consejo General de Economistas (CGE) recortó el lunes su previsión de crecimiento del PIB de España para 2022 en cuatro décimas, situándose en torno al 5,2%, frente al 5,6% que vaticinaban en enero, debido principalmente a la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Asimismo, la expectativa de una inflación más persistente a lo largo de 2022, hace prever una reducción del consumo y una reducción de producción y el crecimiento económico se vea impactado negativamente. Si el BCE opta por mantener laxa su política monetaria para cubrir los efectos de esta crisis, haría ganar tiempo a España, señala Utrera.