Economía
Ánalisis

¡El fin de la dictadura bancaria!

“¿No tienes enemigos? Una pena, amigo mío: ese alarde es vano”. Charles MacKay.

Se dice que más vale pájaro en mano, pero yo sé que hay más vida en los ciento volando. Vida a través de la cual se sujetan los buques insignia del fascinante mundo económico liberal; el capital y el emprendimiento. El capitalismo es al fin y al cabo la capacidad de poner a disposición de la iniciativa privada el capital, a través de los mercados financieros.

Sin embargo, las argucias intervencionistas del poder han provocado una manipulación reiterada de los agentes económicos, librando una batalla hacia la experiencia bajo un fallo terriblemente repetido; desviar el capital hacia la economía especulativa, en vez de hacia la economía productiva, algo de lo que la política de izquierda hace un uso constante a través del barato populismo que les caracteriza, más que a través del conocimiento.

¿Por qué denominarlo batalla hacia la experiencia?, se preguntarán, por el mero hecho de que la transmisión de conocimientos y la posibilidad que tiene un emprendedor de rectificar y corregir sus errores en el terreno de juego, se da gracias a la quiebra, lo cual no deja de ser parte de una guerra que nos enseña que el fracaso forma parte de manera intangible del éxito, y el poder de la índole que sea, tiene mucho miedo a dicho progreso.

La primera gran virtud del hombre fue la duda, y el primer gran defecto, la fe. Creo que pocos conservamos algo de fe en cuanto a un sistema per se obsoleto llamado ‘banca y poder’, el cual siempre ha coexistido de manera indivisible. Al fin y al cabo estarán de acuerdo conmigo en que los bancos privados y centrales tienen el poder de la administración del capital, y dejar tanto en manos de tan pocos tiene muchos inconvenientes…

Nos guste o no, empresarios, familias, consumidores y cualquier agente económico que participe en nuestra sociedad tiene que pasar sí o sí por la oficina bancaria de turno a pedir ‘limosna financiera’. Este macabro sistema se ha creado para que absolutamente todo pase por los bancos, lo que ha provocado que el sector bancario sea uno de los sectores con menos innovación del siglo XX y parte del XXI.

Y la única innovación que hemos acontecido por parte de la banca ha sido la de facilitar la capacidad de administrar los ahorros de la población mundial, más en pro de su cuenta de resultados, que en pro de un modelo basado en el cliente. Es bien sabido por todos que la banca no salvaguarda nuestros ahorros, les saca rendimiento, asumiendo de vez en cuando un riesgo excesivo como en 2008, en el que en España destinamos nada menos que el 8,5% de nuestro PIB para su rescate.

Podría pasarme horas contándoles ejemplos escalofriantes de mala praxis bancaria, pero el libre mercado es tan eficiente que lo que no ha conseguido el exceso de regulación, lo ha logrado la innovación y las nuevas tecnologías provocando una guerra absolutamente liberal en contra de un modelo de negocio obsoleto, que se retroalimentaba de un modelo monopolístico en el que la consolidación habría logrado por eliminar cualquier competencia sana de la ecuación.

Aquello del ‘too big to fail’ quedó en una anécdota populista, que con el paso de los años dejó a la banca tradicional ahogada en su propio fracaso de modelo ineficiente y brutalmente peligroso para nuestro sistema de orden social, creando así un conglomerado de pocas entidades, extremadamente grandes y con riesgos claramente sistémicos.

La banca ha vivido y comido de la política del miedo. Sin embargo, la revolución ‘fintech’ está aplastando su caduco modelo de negocio. Me atrevería a pronosticar que durante la próxima década la manera que tenemos de entender la banca habrá cambiado radicalmente, y a provocar ello es a lo que nos dedicamos en Blackbird Bank.

Viviremos en un entorno de gran competencia e innovación, en el que pequeñas empresas nicho, como la que dirijo, buscarán ofrecer valor añadido centrando su estrategia en el cliente como centro de sus decisiones. La banca tradicional debería centrarse en definir un modelo de negocio diferente y ágil, que le permita renovarse, morir, o dejarnos el sorpasso.

Esta pandemia ha demostrado al mundo dos cosas; la vulnerabilidad que tenemos como seres humanos, y que la conciliación laboral y profesional es una posibilidad dirigida hacia un modelo absolutamente online, en el que las oficinas o tiendas de representación serán más la norma que el sucursalismo, lo cual afectará al corazón de un sector que ha vivido durante décadas del ocultismo y de una vocación absolutamente destructiva para con sus clientes.

¿Ejemplos? la salida a bolsa de Bankia, las preferentes, los fondos de inversión garantizados de Lehman Brothers, los conflictos de interés en la industria de la gestión activa, o los famosos rajones en el mercado de la renta fija, son solamente algunas muestras que han exigido a los gobiernos una compleja y absurda normativa (ESMA, MIFID, y MIFID2) que podría haberse evitado simplemente dejando quebrar por completo al sector bancario, cuando ello no provocaba la caída de todo un sistema bancario y social.

Esta semana veíamos como poco a poco trascendían los entresijos de una operación denominada: fusión en fase de evaluación. Personalmente me atrevería a llamarle opa por absorción, debido a las dificultades que tiene el Banco Sabadell para sobrevivir. Pagar en efectivo 0,41€ por acción es una ruina para sus accionistas, eso sí, con el bonito precedente dejado por el Banco Popular podemos darnos con un canto en los dientes.

La desintegración del Banco Sabadell precisa de un procedimiento empañado de discreción, en el que la primera palabra que hay que ocultar, es la de ¡bancarrota! El BBVA prepara una auténtica masacre financiera para con el SAB, y no en balde señores, ya que los costes intangibles de la absorción serán más elevados que los escasos 2.500 millones de euros que pagarán por un banco que hace unos pocos años valía 10 veces más.

Y es que hay que recordar que el Sabadell pagó hace 5 años un total de 2.300 millones de euros para comprar al británico TSB, una operación ruinosa que ha terminando costándoles la propia vida. Tendremos que analizar muy de cerca los movimientos que realice el BBVA con el TSB para comprender al agujero contable que les ha provocado, así como el resto de movimientos que deberá hilvanar nuestro BBVA si no quiere morir atragantado.

Puede que no falten respuestas, sino que sobren preguntas. Casos como los del Deutsche Bank, Bankia, Banco Popular o el Banco Sabadell, demuestran con creces aquello que trato de exponerles hoy en defensa férrea del libre mercado. Liberta’ que es constantemente atacada por un populismo ignorante que lo confunde con un mercado intervenido por el ‘Poder’.

Es la innovación y no la regulación la que logrará amedrentar un sector que vivía de una cuota exagerada de poder, un poder nada desdeñable pues al fin y al cabo el que tiene la capacidad de prestar, suele tener capacidad de mandar. Pero no existe poder alguno que escape de las manos de la revolución, se llame esta francesa, industrial o digital. ¿No tienes enemigos? decía MacKay. Una pena, amigo mío: ese alarde es vano.

Aquel que participa en la refriega del deber, que los valientes soportan, debería haber hecho enemigos. Si no los tienes, pequeño es entonces el trabajo que has hecho. Si a ningún traidor has escarmentado, si ningún zafio patán te ha calumniado, si ningún entuerto has enderezado, entonces… has sido un cobarde redomado. ¡Y es tiempo de valientes!

Gisela Turazzini, CEO de Blackbird Bank