La falta de reformas puede acabar con las pensiones
Con la vista puesta en las elecciones e inmersos en una amenazante desaceleración económica, los españoles siguen preocupados por la situación que se da en el país. El tortuoso escenario que deja el bloqueo parlamentario, junto a los registros negativos de los propios indicadores macroeconómicos hace saltar las alarmas en unos ciudadanos que, ante la discusión que mantenemos los economistas en los medios de comunicación, esperan, con miedo, la llegada de una nueva recesión a la economía.
Antes de nada, desde aquí, si me gustaría decir –sin caer en la autocomplacencia en la que han caído otros economistas– que la recesión en estos momentos es solo un aviso, pues estamos inmersos en una desaceleración económica, pero no en una recesión de la economía. Aunque bien es cierto que la economía se está apagando, esta lo hace desde el año 2015, donde estábamos creciendo a ritmos del 3,1%, mientras que ahora lo hacemos a ritmos del 2%, previendo un 1,7% y un 1,6% para 2020 y 2021, respectivamente.
Como digo, vivimos una desaceleración, pero no debemos perderla de vista. Sí existe un alto riesgo de agravamiento en determinadas economías, especialmente aquellas más vulnerables. Y aquí es donde podemos decir que sí corremos el riesgo de caer, más que otras economías homólogas del escenario europeo. La economía española, pese a mostrar un mejor comportamiento que otras economías, a priori, más afectadas, posee vulnerabilidades que la hace más débil ante un escenario complicado, donde los shock impacten con fuerza en la economía.
A diferencia de economías como la alemana, el PIB español está creciendo a un ritmo del 2%, como digo, pero, también en la diferencia, contamos con unos indicadores bastante mas negativos que los que presenta el país germano. Empezando por el desempleo y acabando por los niveles de deuda, Alemania es un país que, pese a estar más castigado por la caída de la producción industrial y la falta de demanda externa, posee unas características estructurales como el nivel de deuda, que se sitúa en el 53%, o el desempleo, dentro de los parámetros de pleno empleo hasta ahora.
Este saneamiento que tiene la economía alemana influye, como pilar fundamental, a la hora de tomar decisiones al respecto. Es decir, si la economía se ralentiza, en el caso de Alemania si se puede contar con mecanismos más convencionales para hacer frente o, como poco, paliar los efectos de la desaceleración económica. Una desaceleración que, como digo, incide más en Alemania por su exposición en el mercado externo, pero que, reiterando lo dicho, sigue contando con una mayor solvencia para hacer frente a lo ocurrido.
La economía española, por el contrario y pese a las lecturas realizadas sobre el PIB, sigue incrementando su deuda, llevándola en el último registro a rozar el 99% del PIB nacional. Una incremento en el déficit que viene devengado, como factor a tener en cuenta, por el pago de las pensiones en el país. Un pago que debe efectuarse, pero que, por la situación que atraviesa el sistema de pensiones en estos momentos, debe hacerse con incrementos en la deuda pública por el sistema deficitario que este supone para el país.
Las pensiones es un tema muy delicado para los gobiernos, pues estamos hablando de una fuerte cantidad de votos que pueden otorgar, o retirar, la victoria en las urnas. De los pensionistas, que tienen una fuerza electoral del 25%, dependen una gran cuantía de votos para las distintas formaciones políticas. Razón, quizá, por la cual no se han ejercido reformas de peso en el ya obsoleto sistema, negociado en el Pacto de Toledo.
Unas reformas de peso que, sin embargo, sí son necesarias para garantizar unas pensiones que en estos momentos poseen un gran problema de sostenibilidad, así como la incapacidad de sostenerse en el largo plazo, al menos en un escenario como el actual. Las pensiones representan una fuerte cuantía del capital de los presupuestos, contando con que, a fecha de 2019, las pensiones se llevan 42 euros de cada 100, de acuerdo con los presupuestos de dicho año. Hablamos de una gran cuantía de capital para sufragar un país en el que los pensionistas crecen en descompensación con los contribuyentes, que se mantienen en sus altibajos graduales.
Un sistema en el que los cotizantes en relación con los jubilados, lo que se conoce como la tasa de dependencia, se espera que llegue al 100%. Es decir, para 2050 tendremos un pensionista sufragado por un empleado. Una situación que, de no cambiar la estrategia, provocará una fuerte y grave insostenibilidad para un sistema en bancarrota. Es decir, las pensiones provocarán una salida de capital, sufragada con la deuda, que podría derivar en la asfixia de la economía española.
Además, no solo hablamos de la deuda, pues también debemos contar con la pirámide poblacional invertida que existe en el país, donde la gran masa social se encuentra en los grupos de edades mas avanzadas, a la vez que nos encontramos con una tasa de natalidad en niveles de los años 40. Es decir, unas pensiones que no solo no cuentan con los suficientes jóvenes contribuyentes para mantener el sistema de pensiones, sino que todavía nos encontramos con factores como la jubilación de unos baby boomers, tras la que se espera un pico deficitario de 60.000 millones y una incapacidad real de afrontar esas pensiones con los jóvenes trabajadores.
Sería un graso error acabar sin mencionar la tasa de desempleo juvenil en el país, donde no contamos con jóvenes, sino que, a su vez, estos se encuentran en situación de desempleo. Esto nos lleva a una sociedad donde los jubilados no dejan de crecer y en la que nos faltan jóvenes que, a su vez, tienen problemas para entrar en el mercado laboral.
Con un 33% de tasa de desempleo juvenil, España posee una gran vulnerabilidad en este factor, pues recordemos que, finalmente, quien paga las pensiones son los propios empleos a través de las cotizaciones sociales.
La situación es preocupante y precisa de actuaciones que traten de revertir la situación o, como poco, paliarla. Sin embargo, el bloqueo parlamentario y la incapacidad de liderar las reformas pertinentes en materia de economía y política deja al país, al menos de momento, en la más y absoluta deriva. Una situación que complica todo el escenario e incapacita a los líderes políticos para aplicar las reformas que precisa el país.
Pese al optimismo del gobierno socialista estamos ante una situación donde la debacle del sistema de pensiones, de no cambiar la situación, es más probable que otros posibles escenarios futuros.
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