Margarita Delgado

La ex subgobernadora del Banco de España hace méritos con el PP a la espera de que caiga Sánchez

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Eduardo Segovia
  • Eduardo Segovia
  • Corresponsal de banca y empresas. Doctor y Master en Información Económica. Pasó por El Confidencial y dirigió Bolsamanía. Autor de ‘De los Borbones a los Botines’.

Margarita Delgado, hasta este mes subgobernadora del Banco de España, está haciendo méritos para aspirar a un cargo con el PP a la espera de que caiga el Gobierno de Pedro Sánchez. Delgado se ha quedado sin el cargo de gobernadora al que aspiraba, que ha ido a parar a José Luis Escrivá, como es sabido. Eso, sumado a que el Ejecutivo no la apoyó en su intento de ser directora general de supervisión en el BCE ha provocado este viraje hacia el PP con la esperanza de optar a un cargo cuando llegue al Gobierno, según fuentes cercanas al supervisor.

Delgado es ideológicamente más próxima al PP en el sentido de una visión más ortodoxa de la economía, pero su amistad con la ex ministra Nadia Calviño (que también venía de posiciones más ortodoxas antes de entrar en el Gobierno) le permitió acceder al puesto de subgobernadora del Banco de España bajo el gobernador Pablo Hernández de Cos, y se convertía en la primera mujer que lo ocupaba.

Con su nombramiento, Delgado se volvió mucho más sectaria: arrinconó a los cargos del supervisor más próximos al PP, hizo apología de temas típicos de la izquierda como el cambio climático o el feminismo y se alineó con las políticas de Sánchez. Esto le granjeó la enemistad de Hernández de Cos, que ha sido muy crítico con esas políticas en los informes del Banco de España, como es bien conocido. De esta forma, se dividieron las funciones: De Cos se encargaba de los estudios y de la representación institucional, y Delgado de la supervisión bancaria, para lo que se rodeó de personas de su confianza.

Esta actitud comenzó a cambiar cuando Delgado se postuló para la citada dirección general del Mecanismo Único de Supervisión (MUS) del BCE, pero el Gobierno no la apoyó para favorecer la candidatura de la propia Calviño a la presidencia del BEI (Banco Europeo de Inversiones). De esta forma, el cargo del BCE fue a parar a la alemana Claudia Buch, pese a que la española había logrado el apoyo del Parlamento Europeo y del propio vicepresidente Luis de Guindos.

Ahí, la subgobernadora montó en cólera y aseguró que el Gobierno le debía el cargo de gobernadora por el feo que le había hecho, como informó entonces OKDIARIO. Tan convencida de ello estaba que supuso un shock cuando empezó a sonar el nombre de Escrivá.

Rechazo a Escrivá

Ahí aceleró su alejamiento del Ejecutivo socialista con argumentos similares a los que ha utilizado el PP: no se puede nombrar gobernador a un ministro en ejercicio, y menos aún a uno tan significado políticamente, va a socavar la independencia del Banco de España, etc.

Conforme su candidatura perdía fuerza, Delgado forzó la máquina. Realizó numerosos nombramientos en los niveles inferiores del Banco para dejar las manos atadas a Escrivá y, cuando venció el mandato de De Cos en junio, se autoproclamó «gobernadora en funciones», cargo que no existe (seguía siendo subgobernadora y actuaba como gobernadora en ausencia del gobernador). De hecho, sigue apareciendo como tal en la web del Banco de España.

Una vez nombrado oficialmente Escrivá, la subgobernadora aceleró su campaña contra él -en la línea del PP- hasta el punto de no publicar su nombramiento en la web ni en la intranet de empleados (pese a que se anunció en toda la prensa y lo hizo oficial el Gobierno).

El último mérito hacia el PP ha sido la filtración por parte de afines a Delgado -según las fuentes- de que ella «adelantó» el informe de  no oposición a la OPA del BBVA sobre el Banco Sabadell –informe en el que se ha basado la autorización del BCE a la operación– por temor a que Escrivá se opusiera a la misma en línea con el rechazo del Gobierno. Es decir, habría hecho un último servicio al país para salvaguardar la independencia del Banco de España antes de que Escrivá acabe con ella.

Una filtración sin ningún sentido, ya que el informe tardó tres meses -un plazo razonable, no especialmente rápido- y su pronunciamiento era una obviedad: no hay problemas de solvencia en la operación; como adelantó este medio, el Banco de España no iba a entrar en cuestiones de competencia, que le deja a la CNMC.

Además, Escrivá no habría podido decir lo contrario: si hubiera detectado algún problema de solvencia, habría montado un lío monumental al sembrar la sospecha sobre la situación de uno de los dos bancos o de los dos, con las consiguientes consecuencias en Bolsa. Y habría cuestionado la labor de supervisión del BCE sobre el BBVA y el Sabadell.

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