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La educación financiera sí importa y mucho

La mayoría de los ciudadanos desconocen qué es la inflación o el atractivo de invertir a través de un 'fondo de inversión'

De nada sirve ahorrar sin una adecuada educación financiera

Un escritor norteamericano señaló en una ocasión que “la ignorancia es el peor enemigo de un pueblo que quiere ser libre”.

Hace tan sólo unos días celebrábamos el día de la educación financiera. Lamentablemente, en nuestro país muchos de nuestros conciudadanos desconocen qué es el término inflación, cuáles son las bondades del interés compuesto, el atractivo de invertir a través de la figura “fondo de inversión” o, incluso, cuánto nos puede llegar a quedar de pensión pública cuando nos jubilemos. Por cierto, y en relación a esta última cuestión, es posible que algunos de ustedes, al oír hablar de pensiones, piensen que, si todo sigue igual o peor en nuestro país, no les quede nada de jubilación o que ésta sea mínima. De ahí la importancia de ahorrar, si es que les dejan.

Contar con ahorros es verdaderamente importante, como bien supongo todos ustedes entenderán. Y no lo digo sólo por la seguridad que ofrecen los mismos, sino porque, además, a uno le permite ser mucho más libre a la hora de tomar decisiones de inversión o de consumo.

Sin embargo, de nada habrá servido el hecho de que una persona, tras muchos esfuerzos, llegue a ahorrar si, al final, no tiene una adecuada cultura o educación financiera. No hablo de entender qué define a la escuela de pensamiento económico austriaca, cómo interpretar una figura “hombro-cabeza-hombro” desde el lado del análisis técnico o, incluso, saber determinar el “margen de seguridad” de una compañía al analizarla y decidir si se invierte o no en la misma.

Todos estos conceptos –y muchos otros– si se saben mejor que mejor pues, como decía una profesora de Literatura que tuve en mis años de bachillerato, «uno no es consciente de lo importante que es saber quién era Luis de Góngora, Garcilaso de la Vega, Unamuno o las obras musicales de Manuel de Falla hasta que un día va y necesita saberlo». Yo esto, de hecho, lo descubrí no sólo jugando al trivial, sino estudiando Económicas, al darme cuenta que esta carrera es una ciencia que se apoya en muchas otras: Literatura, Filosofía, Psicología, Matemáticas, etc. Vamos, que caí en la cuenta de aquello que tantas veces nos han repetido: “el saber no ocupa lugar”.

Conceptos básicos

Sin embargo, cuando les hablo de mejorar la educación financiera de nuestro país no me estoy refiriendo ni a tener los conocimientos que les haga permanecer varias semanas en el programa de Jordi Hurtado o ser un “gurú” de los mercados financieros. Cuando recalco la importancia de aumentar la cultura financiera me estoy refiriendo a contar con los conocimientos básicos que me permitan, por ejemplo, entender una nómina, negociar un préstamo bancario, saber si determinados gastos deducen o no en nuestra declaración de la renta o comprender el daño que puede llegar a hacer una inflación al alza sobre nuestras inversiones más conservadoras y en un entorno de tipos de interés tan bajos. Y ojo, tengan muy presente que potenciar la educación financiera desde el ámbito del sector público y privado jamás debería ser entendido como una acción de adoctrinamiento; más bien, todo lo contrario, ya que permite a los ciudadanos ser mucho más libres en sus decisiones y tener mucha más conciencia de lo importante que es para su presente y su futuro ahorrar e invertir correctamente.

Decía el famoso inversor Warren Buffet que “el riesgo viene de no saber lo que se hace”. Y es que, ¡cuántos errores se hubieran evitado en nuestro país con una mayor cultura financiera! Errores como el de la comercialización de preferentes, el de no comprender por qué la renta fija no es tan fija o el de contratar una hipoteca multidivisa sin ser un experto en el mercado “forex”.

Aunque sea lógica y necesaria la ley que exige a los profesionales que nos dedicamos al asesoramiento financiero que acreditemos una determinada experiencia profesional y una cualificación mínima, creo que de nada servirá si este esfuerzo no viene acompañado de un plan para fomentar el mayor y mejor conocimiento –de todos los ciudadanos– de los aspectos
económicos y los productos financieros que nos rodean a todos en nuestra vida cotidiana.

Yo siempre he tenido claro que el mejor momento para invertir es hoy. Y hoy, no me cabe ni la menor duda, es el mejor momento para que Vd. comience, si no lo ha hecho ya, a invertir en educación y en cultura. Por ejemplo, en cultura financiera que le evite tropezar en viejas “piedras”, aunque éstas cambien de nombre, y hacerle mucho más libre en su forma de pensar y actual.