El BCE, principal obstáculo para que los rebeldes de Unicaja echen a Menéndez
Los rebeldes de Unicaja ganan la batalla de la junta de accionistas y se hacen con el control del banco
La rebelión en Unicaja distorsiona los resultados de 2022 y hunde el valor en Bolsa
Petra Mateos-Aparicio también dimite como consejera de la fundación en Unicaja Banco
La semana pasada culminó el golpe de Estado que llevaba muchos meses preparándose en Unicaja Banco, por el que los rebeldes (el ‘bloque malagueño’) se han hecho con el control de la entidad. Ahora, su objetivo es cargarse al consejero delegado procedente de Liberbank, Manuel Menéndez, para completar el asalto. Pero tienen que superar todavía un obstáculo nada pequeño: el regulador. Tanto el BCE como el Banco de España no ven en absoluto con buenos ojos estas maniobras, tan preocupados como están por el governance, y puede hacer que fracase su plan.
Cuando Unicaja Banco y Liberbank acordaron fusionarse en diciembre de 2020, llegaron a un compromiso para salvar la operación forzada por Margarita Delgado, subgobernadora del Banco de España: Manuel Azuaga (procedente de Unicaja) sería presidente ejecutivo hasta junio de 2023 -el BCE no se lo permitía más allá de esa fecha- y entonces todo el poder pasaría al consejero delegado, Manuel Menéndez (Liberbank), que a cambio tendría que ser reevaluado en ese momento. Liberbank ofreció a Azuaga ser consejero delegado, pero para el andaluz era irrenunciable ser presidente ejecutivo.
A pesar del empecinamiento de Azuaga, Menéndez lo tenía hecho porque contaba con el apoyo de su amigo Braulio Medel, presidente de la Fundación Unicaja, principal accionista de la entidad fusionada con un 30% y procedente del viejo PSOE, como Menéndez.
Eso provocó la rebelión de las fuerzas políticas malagueñas que temen que la entidad pierda su «malagueñidad», que «manden los asturianos» y que «el pez chico se coma al grande», sin tener en cuenta la mejora de la gestión y de la cotización en Bolsa, que culminó con la entrada en el Ibex 35. Su objetivo es que Menéndez no siga como CEO en junio y sustituirlo por un hombre de Azuaga. Han conseguido llevarse por delante a Medel como presidente de la Fundación y han sustituido a los consejeros de la misma en el banco afines al histórico presidente por otros de su cuerda.
Cargarse los resultados
Los rebeldes no tuvieron reparos en cargarse los resultados del cuarto trimestre, con el consiguiente batacazo en Bolsa, con tal de dejar en mal lugar a Menéndez ante la comunidad inversora. La toma de control culminó en la junta de accionistas del 30 de marzo cuando no ratificaron a dos consejeros independientes propuestos por «los asturianos» (Liberbank), en una maniobra concertada (CNMV, ¿hay alguien ahí?) de la Fundación, Mayoral y Tomás Olivo. En contra de las recomendaciones de los famosos proxy advisors Glass Lewis e ISS, y de la postura de los principales accionistas institucionales.
Y ahora se supone que nombrarán otros dos independientes de su cuerda, una escandalosa contradicción en los términos. Viva el gobierno corporativo cañí. Y eso, desde luego, no ha caído nada bien en los reguladores.
Al alcanzar la mayoría, la idea de los rebeldes es no certificar la «idoneidad» de Menéndez (después de tres años ejerciendo el cargo ahora no es idóneo, tiene bemoles la cosa, pero ya se sabe que en España hay quien es capaz de justificar hasta lo de Negreira) y poner a alguien afín. El que está loco por la música es Isidro Rubiales, responsable de contabilidad y la mano que mece la cuna de la rebelión haciendo el trabajo sucio a Azuaga. Otros miembros de este grupo más sensatos apuntan a alguien de reconocido prestigio en el sector, como Juan Antonio Alcaraz, el histórico jefe de la red de CaixaBank defenestrado en enero.
La bala de Menéndez
Pero Menéndez no ha dicho su última palabra. Por un lado, el supervisor aprecia mucho su gestión (pese a la trampa que le tendieron el último trimestre), ya que ha modernizado una entidad con mentalidad de «caja» de provincias y ha mejorado claramente su rentabilidad y eficiencia. Además, hay cierta ‘deuda’ con él por quedarse con el marrón de CCM y asumir pérdidas de 700 millones por las cláusulas suelo que se suponía que estaban blindadas.
Y por otro lado, lo más importante: la gobernanza. Si el BCE puso fecha de caducidad a la presidencia ejecutiva de Azuaga para que hubiera un CEO profesional con el poder en el banco, ahora no le puede permitir que ese CEO sea su hombre de confianza para que él siga mandando aunque ya no sea ejecutivo. Es de cajón.
Por tanto, el bloque rebelde no lo va a tener nada fácil para salirse con la suya. Todo lo que haga tendrá que ser bendecido por el Banco de España y el BCE, así que ya puede ofrecerle algo que les satisfaga. Tal vez Alcaraz, si éste acepta, que ésa es otra. Pero, desde luego, no alguien de la cuerda de Azuaga. Incluso podría seguir Menéndez si los supervisores no aceptan el paripé de que ahora no es idóneo después de tres años en el cargo. No lo descarten.
Y en este río revuelto, llega uno de los pescadores más avezados del mercado español: Demetrio Carceller (Damm, Sacyr, Disa), y entra con fuerza en el capital al hacerse con un 1%. ¿Qué sangre huele el tiburón? Con este panorama, y mientras la acción no refleje el valor real del banco, puede pasar cualquier cosa. Lo sabremos próximamente.
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