El actual Estado del Bienestar no es sostenible
Los niveles de deuda acumulada y las enormes estructuras de gasto público que quieren mantener las oligarquías políticas actuales en las economías del mundo occidental, son algunas de las principales causas que impiden que la productividad aumente como debe. De hecho, como indica el gráfico siguiente, los incrementos en la productividad que se han producido desde el año 2007, se corresponden con sectores en burbuja. El potencial de crecimiento a largo plazo se reduce si la productividad es muy baja. La única forma de impulsarla que parecen creer los grandes “sabios del mainstream” que establecen los criterios económicos y monetarios desde los consejos de ministros, los bancos centrales y las universidades y escuelas económicas más importantes del mundo, parece ser el impulso continuo del ciclo burbujil.
Quizá para entenderlo mejor, imagine que le ponemos un peso adicional de 20 kg al hombre más rápido del mundo en los 100 metros: Usain Bolt. Es seguro que disminuirá su velocidad. Pero si le cargamos 100 kg de peso adicional irá mucho más lento (si es que es capaz de moverse). Exactamente lo mismo pasa con la economía, cuanto más engorda la administración pública (en su ámbito estatal, autonómico / regional, y local), la deuda pública y la regulación por la lógica derivada intervencionista que supone su creciente ámbito de actuación y el mayor número de funcionarios y/o prestaciones que financia… más peso le ponemos a la economía y peor funciona.
Francamente, me sorprende enormemente el desarrollo espectacular que ha tenido la economía mundial con un mercado tan manipulado y lastrado por la mala praxis de reguladores y gobernantes en las últimas décadas. A pesar de ellos, la especialización del conocimiento ha creado riqueza para toda la humanidad y ha permitido una verdadera reducción de la pobreza en muchos países emergentes y la mejora de las condiciones de vida de miles de millones de personas… y ¡todo esto muy a pesar del gran lastre que tenemos que soportar!
El lastre es lo que realmente está pasando en el mundo occidental. Hagámos un rápido repaso de la negativa tendencia histórica del último siglo:
1. En EEUU han pasado de un peso del sector público del 5% en la economía a principios del siglo XX a un 27% aproximadamente (de ello se quejaba amargamente Schumpeter en 1919). Esa ha sido la tendencia de largo plazo y parece ir a más. Desde la administración de Obama se ha favorecido este incremento de la regulación y se ha incentivado la construcción de un pseudo “estado del bienestar” socialdemócrata a imagen del manido modelo sueco, mediante el apoyo al “Obama Care” y otras medidas similares. Respecto de la nueva administración Trump, encaja mucho más con la ideología de un conservador mercantilista, amigo del oligopolio y poco amigo del libre comercio. Dice lo que quiere porque puede, pero su principal defensa es la de sí mismo, porque la de los grandes ideales de la civilización: libertad, justicia, verdad y paz con fundamento en el Derecho natural y el liberalismo económico, están ausentes casi por completo en su forma de entender el mundo y, por supuesto, en la forma de liderazgo que EEUU debe asumir como rol en él.
Sirvan los siguientes gráficos como un ejemplo de lo que ha pasado con la deuda pública y los estados de bienestar en EEUU, extensible al resto de economías avanzadas del mundo en mayor o menor medida.
2. En la vieja Europa, sin embargo, la situación es pre o contra revolucionaria. Lo más importante para identificar esta situación es que gran parte de la población perciba o sienta como injusto el ordenamiento jurídico vigente. Es más, parece que el desconcierto actual de los gobiernos y burócratas, que están enrocados en defender el sistema de poder establecido a base de realizar reformas estéticas, no sustantivas en ningún caso, ayudan en el tiempo a que muchos colectivos estén más perturbados aún, aumentando así la incertidumbre y la inseguridad jurídicas y consagrando la desconfianza general. La verdadera crisis mundial es moral y política, y su consecuencia es económica. Y la verdadera causa son los monopolios del relativismo moral y de la socialdemocracia política. Como decía Tocqueville: “La revolución sustituyó al monarca absoluto por trescientos monarcas absolutos en un Parlamento”, y los parlamentos son oligarquías que han pasado a ser controladas por partidos políticos que dependen de un Tesoro público y un Presupuesto (financiados por la banca central y el sistema bancario) para consagrar derechos y administrar lo público como si fuese privado (“el dinero público no es de nadie decía una conocida política nacional”).
El problema de Europa actualmente es mayor. Debido al enorme peso que tiene la oligarquía política en la vida pública y la economía, administran lo que es privado como si fuese público, conculcando el Derecho y mediante la Legislación (que no es lo mismo). La Legislación está al servicio de la política, en lugar de que la política esté sometida al Derecho (el Imperio de la Ley). Un “estado del bienestar” quebrado e insostenible es la idea más defendida por la socialdemocracia que usa de la macroeconomía para justificar sus acciones legislativas, cuando la verdadera economía es micro.
Las dos grandes Guerras Mundiales aumentaron la necesidad para los gobiernos de la época de instaurar el crédito, el dinero fiduciario o fiat, como elemento esencial del régimen de poder oligárquico. Nixon en 1971 le dio la puntilla al eliminar completamente la convertibilidad del dólar al oro. Pero ese fue un paso más en un proceso que se había fraguado en Europa al finalizar la II Guerra Mundial. La socialdemocracia alemana, el laborismo británico, el estatismo francés y los socialismos en España e Italia han extendido la “idea socialista” a través del control de la cultura y la educación universitaria nihilista. El intervencionismo es creciente, e incluso se puede denominar autoritarismo monetario a la acción del BCE. La justificación de todo la encontramos en el igualitarismo, que demagógicamente permite el privilegio de algunos frente al resto por los motivos más variados. La consecuencia es la expoliación mediante impuestos a la clase media creada en las décadas anteriores, para conseguir mantener su dependencia del estado o de grandes compañías cuyos intereses colusionan con el estado. Observe cómo se trata la propiedad y la pequeña y mediana empresa respecto de la empresa multinacional y pública. ¿Cuál es el discurso dominante?
3. Japón, está en situación comatosa. La deuda brutal, que se mantiene gracias al ahorro, pero en términos relativos va a peor, es un disparate creciente. El mayor de los males de Japón es su población envejecida, que hace que sus oligarcas planteen el suicidio y la eutanasia como algo necesario para evitar el colapso. No está exenta Europa de esta gran amenaza y sigue el mismo camino que Japón, tanto en lo que afecta a la deuda como esquema ponzi, como a la incapacidad de hacer frente al engorde descomunal que ha llevado hasta lo grotesco el poder de las oligarquías partitocráticas. Japón es quizá el eslabón más débil de las economías avanzadas gracias al fallido programa monetario que ha llevado a cabo en los últimos años.
4. El mundo emergente, por el contrario, es el caso opuesto (con excepciones como Venezuela, Cuba, etc.). Han sido las grandes beneficiadas en las últimas décadas, si no se dejan invadir por el virus socialdemócrata de las sociedades occidentales durante la próxima crisis económica y social que han de afrontar para depurar los excesos cometidos en los últimos años. Muchas de estas economías, si avanzan por el camino verdaderamente liberal (que implica necesariamente que se ajuste al Imperio de la Ley toda relación entre las partes en igualdad de condiciones), consolidarán el nuevo eje de poder en contraposición al autodestructivo estado del bienestar occidental, consecuencia de la crisis moral y de valores que emanaban de la razón lógica griega, el Derecho romano y el Cristianismo. Veremos si la administración Trump consigue retrasar este proceso o acelerarlo. El abandono de estos principios y fundamentos de libertad y progreso, es causante de la tendencia decadente en la política y economía de EEUU, Europa y Japón.
Basándome en esta tendencia, para Europa y el mundo avanzado en general (salvo que cambien mucho las cosas), sólo puedo considerar como escenario más probable en los próximos años el de una mayor presión fiscal sobre el capital y las rentas, que permita a la oligarquía política financiar el gasto corriente y el déficit fiscal, pagar los intereses de la deuda creciente, y mantener y/o extender su red de dependencia y poder, llamado estado del bienestar. Todo ello será a costa de generar mayor inseguridad jurídica en los agentes económicos, especialmente de aquellos que menos dependan de sus vínculos hegemónicos (a costa de los dependan más del mercado y de los vínculos contractuales… que son los que de verdad generan riqueza).
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