Impuesto a la banca

Cuatro motivos por los que Sánchez titubea ahora con el impuesto a la banca

Sánchez habla ahora de un impuesto a las transacciones financieras

La 'tasa Tobin' fue apoyada en su momento por el PP

Cuatro motivos por los que Sánchez titubea ahora con el impuesto a la banca
Pepa Bueno entrevistando a Pedro Sánchez.

Pese a que el impuesto a la banca para financiar las pensiones era una de las propuestas que el PSOE llevaba en su programa económico, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, arrancó este lunes el curso político eludiendo nombrar este tributo que ahora exige su socio informal Podemos. En su primera entrevista tras las vacaciones, el líder socialista esquivó este término para limitar el gravamen a las transacciones financieras. El cambio en el lenguaje no es baladí. El impuesto a la banca tiene una muy difícil implementación por varios motivos, que van desde la aritmética parlamentaria para aprobarse en las Cortes hasta el hecho imponible que se quiere gravar. Es por ello que Pedro Sánchez tendrá muy difícil poder cumplir con esa promesa en los próximos Presupuestos Generales del Estado.

No vale como impuesto finalista

Varias fuentes financieras consultadas por OK DIARIO coinciden en que el impuesto será imposible de aplicar si se concibe con carácter finalista tal y como lo comentó Pedro Sánchez en su momento (un impuesto para aportar 1.000 millones de euros a las pensiones, dijo el pasado enero). Tan sólo las tasas pueden tener una aplicación finalista, recuerdan en los técnicos de Hacienda Gestha. “La finalidad de la tasa es cubrir el coste de un servicio público y esto se ha explicado que es para ayudar a pagar la revalorización de las pensiones, pero un impuesto debe aprobarse por ley y no se puede aprobar como decreto ley». Además, la recaudación de un impuesto va por su propia naturaleza a un fondo común de Hacienda sin ninguna finalidad específica.

El objetivo no es recaudar

En este aspecto coinciden los expertos consultados: si se aplica una tasa bancaria su justificación no debiera ser la recaudación, porque ésta es muy poco significativa. El propio presidente de la Asociación Española de Banca (AEB), José María Roldán, destacó en agosto que la finalidad de un impuesto a la banca no debería ser en ningún caso recaudar para otras actividades, ya que “asumir responsabilidades ajenas puede causar la desatención de responsabilidades propias o dejar sin solución el problema que se debe de resolver”. Otros expertos en fiscalidad coinciden en que una tasa bancaria, de implementarse, debería servir sobre todo para fortalecer los balances de las entidades financieras para que en caso de entrar en desajustes no tuvieran que recurrir al dinero público como ocurrió en España entre 2010 y 2012, con la quiebra de CAM, la nacionalización de Bankia, Caixa Catalunya y Caixa Galicia, la creación de la Sareb o banco malo y otras operaciones que supusieron aportaciones de fondos públicos como la de como Banco de Valencia. Los técnicos de Hacienda certifican que si se aplicara un impuesto en forma de gravamen sobre el pasivo, «eso trataría de que las compañías alcancen la mayor solvencia. Que el pasivo sea menor y el neto patrimonial sea mayor. El pasivo a largo plazo tiene una tributación menor que el pasivo a corto plazo precisamente porque entienden que a largo plazo aunque sea por terceros una entidad bancaria es más solvente que a corto plazo». Impuesto como forma de mejorar la sostenibilidad de las entidades.

No todos los modelos valen

No ha especificado qué gravaría y no todos los modelos valen. En ningún momento el Ejecutivo ha dicho públicamente con qué concepto gravaría a los bancos. Precisamente el ministro de Hacienda con el Gobierno del PP, Cristóbal Montoro, anunció antes de ser descabalgado del Ministerio un impuesto a las grandes empresas financieras (los Amazon, Google o Facebook) que gravaría los ingresos derivados de la prestación de determinados servicios digitales. Pero el impuesto bancario que ya existe en otros países europeos no grava transacciones, y podría centrarse más en gravar los pasivos o incluso los beneficios bancarios. Precisamente un impuesto que grava los pasivos bancarios (y por tanto, perjudica a las entidades financieras más apalancadas, así busquen su financiación en el BCE o en otras entidades privadas) es el modelo sugerido por Gestha. Según los técnicos de Hacienda, en países de nuestro entorno se aplica una tasa de por ejemplo el 0,15% de Reino Unido o el 0,16% de Austria.

Desde que el PSOE ha llegado al Gobierno ha habido cambios sobre los planteamientos iniciales sobre impuestos al sector bancario. Por una parte se plantea el establecimiento de un tipo mínimo efectivo sobre el impuesto de beneficios del 15%. Por otra parte, se considera elevar el tipo del impuesto sobre depósitos (actualmente fijado en el 0,03% sobre el total de depósitos) y quitar las deducciones que tienen los instrumentos AT1, buscando que tengan una doble imposición como ocurre actualmente con los dividendos.

La aritmética parlamentaria es muy complicada

Privar de una parte sustancial de sus beneficios a las entidades bancarias recoge muchos menos consensos que echar de La Moncloa a Mariano Rajoy. Con una previsible negativa de Partido Popular y Ciudadanos y el apoyo emocionado de Podemos, todos los focos para aprobar la medida alumbrarían a los nacionalistas periféricos e independentistas que auparon a Sánchez al Gobierno. PNV controla Kutxabank, por lo que intentará por todos los medios que esta entidad quede fuera de la tasa si finalmente se aprueba. Por otra parte, el embrión de PDCat, CiU ha velado tradicionalmente por los intereses económicos de los grandes bancos catalanes, Caixabank y Banc Sabadell y no defenderán tan fácilmente un impuesto que les perjudique.

Sánchez confía en la Tasa Tobin

Con todos estos inconvenientes, no es de extrañar que Sánchez se haya negado a comprometerse en su entrevista en la Cadena Ser a establecer un impuesto a la banca pero no ha cerrado la puerta a una tasa para las «transacciones financieras». Es la famosa Tasa Tobin, que consiste en un gravamen sobre las transacciones financieras internacionales del 0,1% del total, y otro 0,01% para las operaciones con derivados. Este impuesto propuesto por primera vez en los años 70 por el premio Nobel de Economía James Tobin no genera tantos problemas como el impuesto bancario.

De hecho, la propia Comisión Europea dirigida entonces por el socialista José Manuel Durao Barroso realizó una propuesta para implementar la Tasa Tobin en la Unión en 2011. Dado que la propuesta requería unanimidad para salir adelante nunca vio la luz al existir miembros de los 27 que no estaban a favor, como Países Bajos, Irlanda (dos áreas de fiscalidad ventajosa dentro del mercado común) o la mayoría de Estados de la Europa del Este. Alemania, Italia y la España dirigida entonces por el Partido Popular se mostraron a favor…

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