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Gran Premio de Australia

Vettel gana a Hamilton, Sainz puntúa y Alonso abandona

La imposibilidad del fenómeno apareció en forma de color mate para Lewis HamiltonUna muerte súbita, precipitada, en una rutina destrozada por la mancha roja. Sebastian Vettel vistió Australia de Barcelona, recubrió el SF70H con el aura ganadora del F2007, su último vencedor en Melbourne. La historia interminable de Mercedes se interrumpió por fin: Ferrari está de vuelta.

El cielo no se levantó esta vez con complejo bipolar: ni una nube con un sol tirano. Siempre brilla, que cantaría Lori Meyers, aunque no iba a ser el inicio de carrera. La salida fue un paseo por la cocina de Chicote: todo limpio, exigua de emociones. Ricciardo se liaba con su RB13 que, a pesar del desafío, se cubrió de mala suerte.

En la vorágine milagrosa volvió a salir lo mejor de las manos de San Fernando. Se levantó vestido de samurái, luchando por imposibles que nunca serán recordados. Colocó el lánguido MCL32 en los puntos durante casi toda la prueba, manteniendo a una jauría de fieros motores en su retrovisor.

La imagen de la carrera nos la dio: Ocon y Hulkenberg le pasaron en la recta de entrada a meta, en la vuelta 52, con un exceso de nervios en la hojalata naranja. Se rompió su mecánica, provocando un abandono tardío, tan desolador como esperado. Un panorama que ya ni duele: ¿qué le importa un punto a Fernando Alonso? 

Verstappen y Mercedes se la lían a Hamilton

Esos que sí valen más para Carlos Sainz, un calco pasado de su ídolo, en otro momento, en otro lugar. Se los llevó a casa con un octavo puesto que supo algo agridulce: le faltaron dos vueltas para pasar a Pérez. Un inicio cerca de la puerta grande, pero sin la enfermería constante de su homónimo español. Por delante de Kvyat, demostrando que sus horas en Toro Rosso deberían de estar expirando.

Así las cosas, Vettel regresó a un sitio del que Ferrari nunca se debería ir. Por historia, por presupuesto, por grandeza… El lobo se ha acercado definitivamente a un pueblo donde sólo vivían a base de salchichas y vino caliente. Verstappen fue su aliado, en la precipitación de Hamilton que se ancló tras el difusor del Red Bull: con tal agarre mecánico, imposible adelantar.

Una parada prematura, tan superflua como deseada por Lewis. Fue un parpadeo, ese rápido destello que, en Fórmula 1, vale una carrera. Un desfile de manual que todavía debe encontrar su regulación para un incremento del espectáculo. El himno italiano volvió a resonar en una ceremonia de champán, despertando ese ligero amor que, sea uno del equipo o piloto que sea, siempre provoca Ferrari. La pasión desafía a la perfección. Mercedes contra Ferrari, episode 1. Esto sólo acaba de empezar…