Super Bowl 2017: Brady y Belichick, un dúo de película que reclama el anillo
La corrupción de su alma reviste su interior de un aura maltratada, como el físico de Gollum, ese espectro humano que danza por la Tierra Media con un acicate único: el anillo. La Comunidad formada por sus esbirros patriotas son una banda peligrosa, un escuadrón suicida, que no es sino una némesis intencionada de la formada por los Aragorn, Legolas, Frodo, Gandalf y demás figurantes en la obra de Tolkien. Brady y Belichick, los antihéroes indagando en las entrañas del odio externo una vez más.
Se equivocaron los despachos en las formas iniciales, un deflategate que condenó a Tom con cuatro partidos alimentándose en las tinieblas del rencor. Y es que no se deshace de ese problema crónico que le acompaña como a Hulk: es su secreto, siempre está enfadado. Un devora yardas implacable con un acompañante de sudadera y cascos cerca del Gatorade. Porque en este popurrí de Hollywood se cuela Belichick, un Darth Vader de pequeña estatura. Un padre en la fe para la parroquia más famosa del barrio.
Porque cuando lo atacan, el imperio contraataca. La cloacas de Twitter lo advirtieron: no cabreen al quarterback. Desde su regreso en convivencia magnífica con Bill sólo han caído un partido: ante Seattle. Su última víctima en una Super Bowl. En aquella ocasión el héroe fue Butler con una interceptación a una yarda del pánico, digna de saga. Como lo fue la cara de Pete Carroll, el último ganador destrozado por los bostonitas.
Los datos, maestros de la manipulación pero no del engaño, no mienten: 17 años de amistad; siete apariciones, contando con la del domingo, en la noche más mágica para el óvalo y cuatro campeonatos (2002, 2004, 2005 y 2015). Atlanta Falcons esperan en la Puerta Negra con sus hordas deseando colocarse el anillo por primera vez. Matt Ryan, Dan Quinn y Kyle Shanahan, el trípode en el que se sostiene toda una franquicia que se mantiene viva a base de destrozar las defensas rivales: promedian 37,5 puntos por partido en los últimos dos meses.
Se avecina una vorágine ofensiva en Houston, que tendrá de todos menos problemas para el espectáculo. El caos en el que se mueven Belichick y Brady, Doc y Marty McFly regresando a un futuro gestado allá por el inicio del milenio, no será un caos, sino una escalera. Una subida en la que apenas han fallado, en la que las caídas no les han roto. Porque llevan muchos años jugando al Juego de Tronos y, el domingo, quizá por última vez, o ganan, o mueren.
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