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Sinfonía del Barcelona en clave de Messi, Neymar y Suárez

  • Miguel Serrano
  • Me confundieron con un joven prodigio pero acabé de periodista. Escribo cosas de deportes y del Real Madrid en OKDIARIO, igual que antes las escribía en Marca. También a veces hablo por la radio y casi siempre sin decir palabrotas. Soy bastante tocapelotas. Perdonen las molestias.

Pintaba el partido a goleada histórica para el Barcelona, favorecido por el planteamiento de Rudy García, el Nerón de la Roma, que decidió pegar fuego a su equipo colocando la defensa adelantada y sin que sus jugadores presionaran a nadie. En seis minutos, Messi, que había salido con más hambre que Falete en un buffet libre, tuvo dos ocasiones casi consecutivas y a Neymar le anularon un gol legal.

Como era cuestión de tiempo, no tardaría mucho más el Barça en abrir el marcador, ayudado por la voracidad de Luis Suárez, un delantero que marca y muerde. La jugada la cocinaron entre dos brasileños –Neymar y Alves– y el uruguayo entró caminando con la pelota en la red. Los de Luis Enrique encontraban el premio merecido a su fútbol dinámico y a su ambición por vencer y convencer. Por ganar divirtiendo, sujetados en el balón, porque no hay mejor equilibrio que tener la pelota.

Messi escribió una obra de arte en el segundo gol, después de una combinación con Neymar y Luis Suárez, sin duda la mejor delantera de todos los tiempos, sólo comparable a Di Stéfano-Puskas-Gento o a la de Brasil en el Mundial de Corea: Rivaldo-Ronaldo-Ronaldinho. El argentino se plantó delante de Szczesny y, exigido por el portero y un defensa, se cascó una vaselina imposible marca de la casa. El Camp Nou coreaba el nombre de Messi con más ansia que si pidiera la independencia.

Tocaba el Barça con garbo, sinfonía celestial a la que los jugadores de la Roma asistían como extasiados espectadores. Sabían que les podía caer un saco y sólo rezaban porque los delanteros azulgranas no se cebaran demasiado con ellos. Pero cuando la pelota le caía a Messi no había piedad en sus pies. Regateaba y asistía a las diagonales de Neymar, que se ha convertido en un velocista con una balón pegado al pie.

Se relajaron los de Luis Enrique en los últimos diez minutos del primer tiempo y a punto estuvo de costarles un gol porque a Ter Stegen le gusta darle emoción a los partidos. Pero ni puntería tenían tampoco estos romanos. La que sí tuvo Luis Suárez en el 43, que enganchó un balón perdido dentro del área y la empaló de volea lejos del alcance del impronunciable portero polaco de la Roma. Otro golazo en pleno momento valle de los azulgrana.

Hasta Ter Stegen se unió a la fiesta

Tuvo un gol cantado Falque en la reanudación después de la mejor jugada de la Roma, pero Ter Stegen realizó una parada soberbia, quizá porque hasta un reloj averiado da bien la hora dos veces al día. En la vuelta, otra jugada entre la MSN desembocó en el gol que Piqué no pudo marcar en el Bernabéu para jolgorio del propio Piqué y del personal del Camp Nou. Era el cuarto, pero no se vayan todavía, que aún hay más.

Yo como no hay quinto malo, otra conexión letal entre los tres jinetes del apocalipsis derivó en el segundo tanto de Messi en su cuenta particular. Enloquecía el Camp Nou relamiéndose con cada gol como quien se acaba de apretar un helado de cinco bolas.

Faltaba el gol de Neymar, que se hartaba de hacer virguerías ante los oooohhhh de la culerada. Al brasileño le hicieron un penalti después de una filigrana de control dentro del área. El propio Neymar se la pidió, con permiso de Messi, pero tiró el penalti tan sobrado, sin carrerilla, con más chulería que toque, que el portero de la Roma lo rechazó, pero ahí estaba Adriano para marcar el sexto de la noche.

Ni de penalti fueron capaces de marcar los romanos, negados como si estuvieran en un cómic de Asterix. Ter Stegen quiso consagrarse en su gran noche con una parada de agilidad al lanzamiento, quizá algo centrado, de Dzeko, que acabaría marcando el gol de la deshonra sobre el pitido final.

Durante todo el partido el Camp Nou fue puro almíbar, una película navideña de Walt Disney, donde todos los dibujitos cantaban bellas canciones a coro. Corren buenos tiempos para los aficionados culés, que aún degustan en el paladar la goleada del Bernabéu, y salieron del Camp Nou con el pecho más henchido que las Kardashian.