Deportes
El rutómetro

El otro Tour

La riqueza de la mejor carrera del mundo da para numerosos análisis, gracias a la infinidad de detalles que se surgen a lo largo de tres semanas intensas. La carrera ha satisfecho todas las expectativas previas. Aunque nos perdimos algunos grandes corredores a las primeras de cambio ― Carapaz y Enric Mas  ― su ausencia no perjudicó un sustancioso balance.

De los vencedores está todo escrito. Los grandes líderes de la carrera nos regalaron momentos inolvidables. La lucha por el tercer cajón del podio no fue menos. Adam Yates se descubrió como un excelente gregario y un corredor indispensable en la estrategia de su equipo. Fichaje de postín, no defraudó un ápice y catapultó al UAE a copar dos ciclistas en el selecto trio triunfal de los Campos Elíseos.

Un corredor que sorprendió de inicio y que fue de más a menos fue Hindley. El australiano, vencedor en la primera etapa seria de montaña, manifestó tener unas piernas excelsas en la primera semana. La pólvora se le mojó y no pudo mantener un nivel con el que había  . Ciccone y Philippsen le cogieron el relevo. Uno con el maillot de las pecas rojas, el otro con cuatro pletóricas victorias de etapas.

Del papel Carlos Rodríguez solo cabe felicitarnos. Este ciclista promete y cumple. Estamos en plena incertidumbre de si, finalmente, fichará o no por el Movistar, modificando el libro de ruta del equipo de Unzue. Su incorporación representaría cambiar liderazgos en alguna carrera. Lo que es incuestionable es que el granadino está llamado a ser un hombre-Tour. Un ciclista consagrado a la ronda francesa con el objetivo de conquistar el amarillo en Paris. En su estreno se le vio tutear a la aristocracia. Es aplicado y con la cabeza ordenada. Su carrera no ha hecho más que comenzar y el futuro es suyo.

Es de justicia mencionar al que está considerado como el mejor gregario del mundo. En los últimos seis grandes triunfos de su equipo en las grandes vueltas, en todos y cada uno de ellos, Sepp Kuss ha estado presente, secundando y afianzando los liderazgos. El americano es una de las debilidades de este blog. Cuentan que es temido en su Girona estacional porque siempre elige las rutas más duras cuando toca salir en grupo a soltar piernas. Es un ejemplo de tesón combinado con grandeza. Un ciclista radical que no pierde la sonrisa ni aún con el Puy de Dome por encaramar.

La alegría más serena se la lleva Egan Bernal. Un hombre que hace poco más de un año estuvo a un 95% de posibilidades de quedarse tetrapléjico, ha conseguido terminar el Tour de Francia. Rigo Urán le rendía homenaje en el empedrado de la ciudad de las luces. Más que merecido. Ejemplo de superación y adaptación. No olvidemos que ha tocado con sus manos la gloria ganando un Tour y un Giro. Asumió su renovada y forzada condición. Ejerció su profesión con ejemplaridad y dio un paso más en su lucha por mantenerse en la élite. Solo caben elogios hacia el colombiano.

El Tour de Francia es el vértice de la temporada, el punto álgido del año ciclista, donde se coronan ilusiones, irrumpen nuevos horizontes y se inicia el ocaso de quienes un día fueron dioses efímeros. Algunos ya nos lo habían anunciado, como es el caso de Peter Sagan, que se fumó un puro nada más cruzar la meta en París.

Otros se vieron forzados al abandono. Hay mitos indestructibles en este deporte. Eddy Merckx es uno de ellos. Cavendish osó igualarle, pero el destino le negó superarlo. Es otro mito que se nos va.

Ilustres veteranos en cientos de batallas dejaron su sello en este Tour. Kwiatkowski, Michael Woods, Wour Poels imprimieron su sello de calidad en cumbres de leyenda. El Grand Colombier, el Puy de Dome y el Mont- Blanc reflejado en Saint Gervais les Bains, grabaron para siempre sus iniciales con victorias de señorío. Caballeros del pedal, solo cabe admiración por sus conquistas ante adversarios a los que casi les doblan en edad.

El otro Tour no omite decepciones. La más sonada, la de Mikel Landa. Muy lejos del rendimiento anunciado y esperado, a pesar de que comenzó la temporada prometiendo un renacimiento, ya en la primera semana capituló ante cualquier posibilidad de éxito.  No se le vio intimidar. Sus amagos fueron destellos infructuosos. Todo hace indicar que el vasco redireccionará su carrera a otros menesteres, arañando algunos años más de profesionalismo. Quien sabe si, alejando el foco de su persona, se nos redime con una segunda juventud.

Alaphilippe todavía parece cargar con el yugo del arco iris, a pesar de que ya solo lo luce en las mangas de su maillot. Es otro que desde aquel maravilloso triunfo en Flandes y después de despeñarse en la Lieja, no levanta cabeza. Algunos podrán rectificarme recordando que ganó una etapa en la Dauphiné. Sin embargo, compartirán que el mosquetero, últimamente, tiene la espada roma.

La mejor manera de acabar es tal y como lo hicieron decenas de aficionados con Thibaut Pinot; montándole una fiesta. Uno más que se nos despide. Lo volvió a intentar el francés. Un ciclista que se hace querer por no desfallecer en sus intentos. En el pasado Giro estuvo más cerca de la victoria. La afición le reconoce su esfuerzo baldío porque se identifica con las vidas edificadas con derrotas que se superan. Pinot pasará a la historia como un ciclista carismático, así como por la rebeldía de quien sabe que nunca ganará el Tour soñado.  En aquel descenso del Col Pailhères del 2013 se desvaneció para siempre la infancia. ¡Allez Thibaut!  ¡Allez Tour de France!