Una campeona paralímpica pedirá la eutanasia después de los Juegos de Río
Marieke Vervoort era hasta hoy una atleta desconocida a pesar de haber logrado ser campeona en los Juegos Paralímpicos de Londres 2012. Pero a partir de ahora, el nombre y la cara de esta atleta belga estará en todas las noticias al confesar que pedirá el suicidio asistido una vez concluya su participación en Río 2016. «Río es mi último deseo, espero acabar mi carrera con un podio. Comienzo a pensar en la eutanasia. Pero, a pesar de mi enfermedad, he vivido lo que otros sólo pueden soñar», ha dicho en una entrevista concedida a Le Parisien.
Marieke tiene 37 años y una enfermedad degenerativa que le tiene paralizada de cintura para abajo. El deporte ha sido su vida. Fue dos veces campeona del mundo de triatlón y llegó a participar en el famoso Ironman de Hawaii. En 2008 se le diagnosticó la enfermedad que acabaría obligándola a ir en una una silla de ruedas.
Verkvoort se aferró al deporte y la competición adaptando su vida a nuevas metas seguir sintiéndose viva. Compertir, luchar, citius, altius, fortius. «Cuando me siendo en mi silla de carrera, todo desaparece. Expulso todos los pensamientos oscuros, el miedo, la tristeza, el sufrimiento, la frustración. Así es como he conseguido ganar lo que he ganado», dice la belga en la entrevista.
Practicó baloncesto, golf, esgrima, surf, triatlón, buceo, golf, esquí y atletismo en silla de ruedas. En Londres 2012 logró un oro en 100 metros lisos y plata en los 200 y 400 metros lisos. El año pasado, en los Mundiales de Doha, se proclamó campeona del mundo y batió cuatro récords mundiales: 400, 800, 1.500 y 5.000 metros.
Vervoort competirá en Río 2016, del 7 al 18 de septiembre, donde llega con la aspiración de colgarse nuevas medallas al cuello en las pruebas de 100 y 400 metros: «Hay posibilidad de medalla, pero será difícil porque la competencia es muy fuerte. Estoy entrenando muy duro, luchando día y noche con mi enfermedad. Espero terminar mi carrera en un podio».
Será, según sus propias palabras, un último esfuerzo. Vervoot ya ha solicitado en Bélgica, donde la eutanasia es legal desde 2002, el suicidio asistido después de competir en Brasil.
Es una decisión difícil, pero de una enorme valentía. Una decisión irrevocable. Un punto y final. «Todo el mundo me ve reír con mi medalla de oro, pero nadie ve el lado oscuro», afirma Vervoort, a quien los dolores no le dejan dormir más que diez minutos muchas noches. Durante el día, en ocasiones, se desmaya y es su perro quien la tiene que despertar a base de lametazos.
Y no quiere que nadie llore en su funeral. «Quiero que todos tengan una copa de champán en la mano y un pensamiento feliz para mí», sentencia.
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