El espíritu de Cristiano
Funcionó el escenario de remontada, con todo su atrezo, que es como cuando en una película funciona la fotografía. Faltaba saber si el guión sería de comedia romántica con final feliz o de dramón basado en hechos reales de los que pone Antena 3 en la sobremesa de los sábados. Y también si los protagonistas iban a estar para el Oscar o para una peli de Enrique Cerezo tipo Desde que amanece, apetece.
A falta de ouija esta vez –gracias, Relaño–, los sortilegios y rituales madridistas se habían cumplido según lo previsto. Paseíllo bajo la lluvia al autocar del equipo como si fuera el Papamóvil, listo. Himno de Jabois a capela, que no es el de El Arrebato, pero tiene su aquel, cantado. Miedo escénico versión 2.0 –con la gente sentada con los huevazos y no de pie como tiene que ser–, activado.
Tiempo: desapacible, con amenaza de lluvia en cualquier momento. Humedad relativa del aire: 95%. Sensación térmica: una rasca como si se jugara en Alemania. Pulsaciones en reposo: 140. Himno de la Champions en la megafonía. Listos para la remontada.
Declarado culpable Danilo por el jurado popular del Bernabéu, el once titular de Zidane presentaba menos novedades que el guión de Saber y Ganar. El once del Camp Nou o el equipo que perpetró un horrible partido en Wolfsburgo con la excepción de Carvajal. Son los bueyes con los que el Real Madrid pretende arar la Undécima.
Un palo para empezar
Silencio y recuerdo por De Felipe, uno de esos históricos que llevaba el escudo del Real Madrid tatuado en el pecho, justo antes de que Kassai hiciera sonar con su silbado el alea jacta est. Los de Zidane saltaron al partido como Falete a un bufet de medias noches: a por todas. Se defendía el Wolfsburgo con orden y acumulando más gente atrás que jubilados tiene la playa de Benidorm.
A los cinco minutos tuvo el Real Madrid la primera ocasión a la salida de un córner que cabeceó Sergio Ramos, en una posición forzadísima, y su remate se estrelló contra el travesaño. Los blancos querían meter miedo a los alemanes y conseguir desenredar su maraña defensiva. Modric comandaba la avalancha ofensiva de los de Zidane, con Benzema de chico para todo.
El Madrid apretaba sin ahogar. Los alemanes se sentían cómodos defendiendo, como si fueran el Atleti. Por la disposición táctica de ambos equipos en el primer cuarto de hora, sobraba Casemiro y faltaba James. No era necesario equilibrar, porque el Wolfsburgo tenía a todos los jugadores en campo propio y sí desequilibrar y eso el colombiano lo hace mejor que el brasileño.
El minuto de oro de CR7
Pero justo en ese minuto 15 apareció Cristiano. Fue una jugada en la que Carvajal condujo la pelota sin que nadie le saliera al paso. Le favoreció un rebote con un defensor del Wolfsgurgo y su centro mordido lo remató Ronaldo solito en el segundo palo, en un imperdonable error de atención de los dos lentísimos centrales, Dante y Naldo.
Y a los 16 Cristiano volvió a aparecerse en el Bernabéu, suspendido en el aire con sus piernas hercúleas de dios terrenal. Carvajal, en otra buena maniobra, había provocado el córner y lo botó Kroos con su toque de billar. La pelota se elevó hacia el primer palo y allí apareció CR7, emergió entre los alemanes y conectó un cabezazo perfecto, picado y al palo largo de Benaglio para hacer el segundo. El Bernabéu entraba en éxtasis como Santa Teresa. Eliminatoria empatada en un minuto.
El Madrid se tomó un respiro de diez minutos como el que baja de la oficina para echarse un cigarro. A los 28 minutos apareció Benzema para disparar a puerta después de un movimiento de Fred Astaire. El francés era una cefalea constante para los defensas del Wolfsburgo.
A los 33 llegó el primer susto de los alemanes. Fue en un tiro lejano de Luiz Gustavo que se envenenó y despejó Keylor Navas a córner con una espectacular palomita. Y a los 37 la tuvo en sus botas Bruno Henrique, que se entretuvo dentro del área y se le acabó echando encima Marcelo para despejar su disparo a córner. Respiraba el Bernabéu. Sufría el Real Madrid. Meditaba Zidane qué hacer a partir del descanso, con la eliminatoria igualada.
Con el Madrid en fase de sufrimiento emergió Casemiro para sujetar a los de Zidane. El brasileño, con 2-0 en el marcador, volvía a ser fundamental para equilibrar a un equipo con tendencia a romperse, como las magdalenas mojadas en café con leche. En el último minuto pudo hacer el tercero Benzema, pero se le hizo de noche en el área pequeña y los chicos del Wolfsburgo se le echaron encima. Así que con 2-0 nos fuimos al descanso.
Acoso a córner limpio
Salió el Madrid al segundo tiempo con más cabeza que corazón. Igual que al McLaren de Alonso a los blancos les faltaba una velocidad más, pero encerró a los alemanes por inercia. Cuatro córners seguidos metieron el miedo en el cuerpo al Wolfsburgo. Pero a los blancos les faltaba un punto de picante, de rock and roll. Sólo Cristiano parecía tener prisa por marcar el tercero.
A los 60 Guilavogui casi se casca un gol en propia puerta, pero Benaglio estuvo atento para sacarla con la rodilla. Y entonces empezó a diluviar y al Madrid se le calaba la remontada entre los huesos. Y a los 65, en el sexto córner de los de Zidane, Ramos cabeceó al palo y su remate se paseó –quién sabe si dentro, quién sabe si fuera– por la línea de gol y acabó en las manos de Benaglio. Se mascaba el tercero, ahora sí.
Una Pepada provocó una absurda falta lateral del Wolfsburgo que a punto estuvo de costarle cara al Madrid, pero Ramos se cruzó delante del pelazo de Dante para evitar males mayores. Los nervios empezaban a apoderarse del Bernabéu. Y la impaciencia. Y la angustia. Y el miedo. Sí, el miedo también. La respuesta de Benzema fue una volea dentro del área que se fue a la estratosfera. Cristiano corría furioso en plan Raúl para meter al público otra vez en el partido.
Cristiano, Cristiano y CRISTIANO
Y fue Cristiano Ronaldo, quién si no, el que marcaría el tercero y arrimaría al Real Madrid a la Undécima. Fue de falta. Sí, de falta. De esas que sus críticos dicen que no sabe tirar. La tiró con inteligencia y su disparo se coló entre la barrera del Wolfsburgo para marcar el tercero del equipo de Zidane. El Bernabéu se venía abajo y los madridistas empezaban a reservar con el móvil el billete de avión para la final de Milán.
En el 80 perdonó Benzema la sentencia o la evitó Benaglio, que sacó a córner el disparo del francés dentro del área. El Bernabéu gritaba, saltaba, sudaba de nervios y de alegría. Se rendía a Cristiano Ronaldo, héroe, gigante, caudillo, líder y dios del madridismo en el partido que, esta vez sí, acabó en una remontada para recordar. Se lo merecía un jugador cuyo nombre ya está por méritos en la historia del Real Madrid, un jugador histórico que jamás se ha conformado con sus logros. Que siempre quiere más. Que nunca se rinde. Que representa como nadie lo que es el escudo del Real Madrid.
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