El Dinamarca-España que cambió la historia sigue siendo ejemplo: «Se lo pongo a mis jugadores»
Albert Riera y Carlos Marchena recuerdan en OKDIARIO el triunfo que significó el origen del tiqui-taca
El partido se produjo dentro de un marco enrarecido y tenso alrededor de la Selección
Dinamarca-España: el liderato a punto
Atravesaba España un periodo delicado, convulso, enrarecido cuando arribó en Aarhus para medirse a Dinamarca con la clasificación para la Eurocopa 2008 en juego. Había pasado un año, pero todavía coleaba en el ambiente aquella decisión de Luis Aragonés de dejar a Raúl González fuera de la selección. El juego de su selección no ayudaba, tampoco lo sucedido en el último partido previo cuando el seleccionador, dolido por las críticas, decidió no comparecer ante los medios de comunicación.
«Recuerdo que llegamos con muchas dudas y un ambiente muy enrarecido, de que todo el mundo estaba cuestionado, sobre todo el entrenador, que cargaba con toda la presión. Hacía que todo recayera sobre él y que los futbolistas estuvieran liberados y tranquilos. ‘Tengo la espalda ancha’ nos decía. Todo eso hacía que los futbolistas, en cierta medida, dijéramos, ‘lo están matando, vamos a intentar hacerlo bien’», recuerda Carlos Marchena durante su conversación con OKDIARIO.
A Luis todo eso no le valía, era consciente de que tenía que ganar para asegurarse, al menos, la segunda plaza. Una derrota podría haberle costado el puesto visto como estaba el termómetro alrededor de la Selección. Se jugaba todo sin tres pilares. Villa y Torres se cayeron de la lista por lesión y Puyol por precaución al no haberse recuperado plenamente de una lesión de larga duración. Luis lo tenía claro, tenía la espalda ancha.
«Teníamos una protección abismal. Nuestro entrenador (Luis Aragonés) se iba a la guerra sin metralletas. Fue el entrenador que más me ha transmitido. Me hizo debutar en el Mallorca y en la Selección, pero ya no es sólo eso, como persona fue excepcional. Se hablaba mucho de Raúl y de jugadores que debían ir convocados, pero Luis tenía claras las ideas y eso da mucha seguridad al grupo», detalla Albert Riera a este periódico.
Dinamarca, que siempre juega sus partidos como local en el Parken de Copenhague, no pudo hacerlo por una sanción que arrastraba del choque contra Suecia. Los hechos se trasladaron a Aarhus. Mejor para España, menor presión ambiental, ya que el estadio de la segunda ciudad danesa es más frío.
Con la humedad, el balón iba a correr más rápido que las piernas, lo mejor era situar futbolistas a los que las ideas les fluyeran con mayor rapidez. Aragonés juntó a los bajitos. A Xavi, Iniesta y Fábregas. Los tres con libertad. Dinamarca buscaba asustar con Rommedahl, Grønkjær y Tomasson. Tres delanteros que no olieron el balón, lo tenían secuestrado los tres bajitos, cuya máxima expresión del dominio de los espacios tuvo lugar con el primer tiempo agonizando.
España mandaba en el marcador y sobre el terreno de juego cuando Capdevila recuperó el balón y se lo dio a Xavi. Así empezó una transición de 65 toques, 28 pases, de los cuales únicamente dos fueron hacia atrás, y 75 segundos que culminó Sergio Ramos con un un gol que a la postre se tradujo como el cambio de la historia moderna de la selección española.
«El equipo se gustaba y disfrutaba teniendo la posesión y siendo el jefe del partido. Aquella jugada que acabó en gol de Ramos te da la sensación de una superioridad extrema sobre el rival. Y esa sensación la habíamos tenido muy poco hasta ese momento. Ahí estaba la cabeza de Luis, que había pensado todo. Ahí nació todo. El resto intentó copiar el modelo de éxito español. Fue una gozada para el entrenador el hecho de reivindicarse ante la opinión pública», describe Marchena.
Un gol eterno. Una obra maestra que convirtió el partido en un rondo interminable. Nueve futbolistas participaron en aquella acción. Han pasado 17 años, pero su eco todavía retumba. «Te voy a contar una anécdota», asegura Riera. «¿Recuerdas el gol de Ramos?» pregunta. «Yo se lo he puesto a mis jugadores como ejemplo, para que vean las claves para ser un equipo dominante», relata el actual entrenador del Celje esloveno.
«Les puse la secuencia de pases de España. ¿Por qué? Porque en uno de los partidos hay veces que cuando íbamos ganando dos cero o tres cero los jugadores empezaron a hacer tacones, jugar hacia atrás y cosas de estas. A mí no me gusta. Cuando vamos ganando hay que seguir igual de dominante. Es el máximo respeto. La secuencia de pases deja una idea muy clara. En ningún momento hay dos pases atrás», inicia Riera.
«La coge Capdevila y juega delante con Xavi. El cuarto pase es para atrás y el quinto vuelve a ser para delante de Iniesta. Después hay uno hacia atrás y ya todo hacia delante. No hay dos pases seguidos para atrás. ¿Qué significa? Si juegas hacia atrás el balón acaba en el portero o en la línea defensiva y es el mejor momento para que el rival presione. Cuando hay opción de jugar hacia delante, hay que jugar hacia delante. Les quise poner este gol a mis jugadores para que lo comprendieran. Hay que tener la posesión con buena posición», continúa Riera.
«En este gol no hay ningún dribling. No hay nada difícil que un jugador profesional no pueda hacer’. Hay un control pase. Hay una fijación al jugador. Les dije ‘en estos 28 pases decidme si hay alguno que me digáis que no lo puedo hacer porque es muy difícil. No hay un pase que mis jugadores no lo sepan hacer. Entonces cuando cuando les enseñas esto es más fácil comprenderlo», sentencia el técnico del Celje.
De Dinamarca a Eslovenia en un vuelo de 17 años. El día que todo cambió para España sigue siendo ejemplo casi dos décadas después. Riera formó parte de aquella generación en general y aquel encuentro en particular con un golazo para sellar el triunfo. «Aquel día cambió todo, te das cuenta con el paso del tiempo», asegura Marchena. La Selección cambió su historia moderna con una lección que todavía se estudia en los vestuarios.
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