Desconectados
Los campeones no son gigantes con pies de barro. Los pies, en este caso torcidos, y la reiteración de errores de esos que nunca se dan cuando estás metido en competición y a tope de condición fueron un enemigo mayor que el propio Barça. Aislar al técnico en cada derrota sonada es algo inherente al fútbol; así que, la resurrección pasa por no perder la unidad y recuperar el bloque, la concentración y el orden.
Rüdiger y Mendy en la gestión del balón en propio campo, Carvajal abriendo la puerta por ir a un duelo que no era suyo, y el propio Rudiger no reduciendo el espacio y obligando a Gavi. Señalizados los fallos individuales –qué feo es señalar- puntualizar los males no están en el «uno» sino en el «todos» porque hubo más; en primer lugar, el desorden defensivo. Resulta más sencillo desordenar a los blancos y castigarles persiguiendo sombras. En segundo lugar, el balón no une a los blancos. Desconectados.
La pelota no va sobre raíles, las piernas no responden y los blancos, con tanto pase impreciso y a destiempo, se ven castigados a trabajos comunitarios convirtiendo a los jefes de fila en jornaleros convirtiendo la alegría de jugar en una continua tarea de basculación o, como en el tramo final, de persecución al hombre donde el Pedri, Busquets y De Jong tocaban y tocaban con el objetivo primario, no de anotar, sino de agotar la energía de los blancos hasta dejarlos sin respuesta. «Noventa minuti son (fueron) molto longo». Queda resurgir.