Pollo amarillo o blanco: dos carniceros revelan cuándo debes comprar cada uno
El pollo es una de las proteínas más versátiles en la cocina
Cuando vamos al supermercado o a la carnicería, la elección entre el pollo blanco y el pollo amarillo suele ser una decisión que despierta curiosidad. Aunque ambos tipos de carne pertenecen a la misma especie, las diferencias en color, textura, sabor y precio son evidentes. Esta disparidad no es casual, sino que refleja los distintos procesos de crianza y alimentación de los pollos antes de llegar a nuestra mesa.
En este contexto, dos carniceros (@etxezarreta) han compartido recientemente sus opiniones sobre las diferencias entre estas variedades de pollo en un vídeo que se ha hecho viral en redes sociales. La decisión entre pollo blanco y amarillo dependerá en gran medida del tipo de plato que quiere preparar y de tus gustos y preferencias. Si buscas un sabor intenso y una carne consistente para disfrutar en recetas sencillas, el pollo amarillo es la opción ideal. Por otro lado, si prefieres un producto versátil, más económico y adecuado para platos con salsas, el pollo blanco es la alternativa perfecta.
Diferencias entre el pollo amarillo y blanco
El pollo amarillo, también conocido como «pollo de grano» por su alimentación basada principalmente en cereales, destaca por su característico color dorado. Este tono es consecuencia directa de su dieta rica en maíz y otros granos naturales. Además, estos pollos suelen ser criados en condiciones menos industrializadas, lo que les permite un crecimiento más lento y una vida más larga en comparación con sus homólogos blancos.
Una de las principales virtudes del pollo amarillo es su sabor. Su carne, más densa y compacta, ofrece un perfil gustativo más marcado, ideal para quienes buscan un plato simple pero lleno de sabor. «Si lo cocinas al horno con un poco de sal y pimienta, el resultado es espectacular», comentó uno de los carniceros. El pollo amarillo también se caracteriza por su capacidad de mantener una textura crujiente cuando se hornea.
Por otro lado, el pollo blanco es el resultado de un proceso de crianza más rápido, en el que las aves se alimentan con una dieta que incluye pienso formulado para estimular un crecimiento rápido. Este enfoque permite que los pollos alcancen el peso deseado en menos tiempo, reduciendo los costos de producción y, por ende, el precio final para el consumidor. El color blanco de su carne refleja esta dieta y la falta de ciertos pigmentos naturales presentes en los alimentos que consumen los pollos amarillos.
Uno de los principales atractivos del pollo blanco es su textura tierna y su facilidad para desprenderse del hueso tras la cocción. Esta característica lo hace ideal para recetas que requieren desmenuzar la carne, como sopas o guisos. Además, su sabor más suave lo convierte en un lienzo en blanco que se adapta a una amplia variedad de aderezos y salsas. «Si vas a cubrirlo con una salsa barbacoa o un aderezo especiado, no tiene sentido gastar más en un pollo amarillo», explica uno de los carniceros.
Teniendo todo esto en cuenta, el debate entre el pollo blanco y el amarillo no tiene una respuesta definitiva, ya que ambos ofrecen cualidades únicas que pueden elevar tus platos. Mientras que el amarillo se distingue por su calidad superior y sabor intenso, el blanco brilla por su practicidad y adaptabilidad.
Tipos de corte
Por otro lado, cada corte tiene características únicas que lo hacen ideal para diferentes recetas:
- La pechuga es una de las partes más consumidas del pollo, especialmente entre quienes buscan opciones bajas en grasa. Es un corte magro, con un sabor suave que lo convierte en el favorito para dietas y recetas saludables. Al carecer de mucha grasa, puede secarse fácilmente si no se cocina adecuadamente.
- Los muslos tienen más grasa que la pechuga, lo que los hace más jugosos y sabrosos. Son perfectos para cocciones más largas, como guisos, estofados o al horno. Su carne oscura tiene un sabor más intenso.
- Las alitas son el rey de los aperitivos y reuniones informales. Su carne es tierna y su piel se vuelve crujiente al freírlas o asarlas. Son ideales para marinadas intensas, como salsas picantes o barbacoa. Aunque tienen menos carne que otros cortes, su popularidad radica en su capacidad de absorber sabores.
- Los contramuslos combinan la jugosidad de los muslos con un tamaño más manejable. Son ideales para parrilladas, guisos y cocciones al horno. Su carne oscura retiene muy bien la humedad.
- Las patas y las carcasas son ideales para preparar caldos y sopas. Su contenido de colágeno contribuye a un caldo rico y nutritivo, ideal para bases de guisos o salsas. Además, son una opción económica y sostenible, ya que aprovechan partes del pollo que se suelen desperdiciar.
- Las vísceras, como las mollejas y los hígados, son cortes menos convencionales, pero ofrecen una experiencia culinaria única. Las mollejas son tiernas y ligeramente crujientes al cocinarlas, mientras que los hígados tienen un sabor intenso que los hace destacar.
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