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Ni se te ocurra guardar las latas abiertas en la nevera: los especialistas dan la alerta

  • Janire Manzanas
  • Graduada en Marketing y experta en Marketing Digital. Redactora en OK Diario. Experta en curiosidades, mascotas, consumo y Lotería de Navidad.

¿Crees que es una una idea guardar las latas abiertas en la nevera? Se trata de algo muy habitual, pero según los expertos, podría ser mucho más peligroso de lo que parece. Aunque pueda parecer una solución rápida y fácil para conservar alimentos, las latas metálicas no están diseñadas para el almacenamiento una vez abiertas. El principal problema radica en la interacción entre el alimento y el material de la lata. Las latas están recubiertas con una capa protectora para evitar que los alimentos entren en contacto directo con el metal.

Sin embargo, una vez abierta, esta capa puede empezar a deteriorarse, permitiendo que los componentes del metal, como el aluminio o estaño, entren en contacto con la comida. Esto puede alterar el sabor de los alimentos, y, además, representa un serio riesgo para la salud. Los estudios han demostrado que el consumo de alimentos que han estado en contacto con estos metales puede aumentar la exposición a sustancias tóxicas, aunque en pequeñas cantidades. Además, las latas abiertas exponen los alimentos al aire, lo que acelera el proceso de oxidación y deterioro. Esto facilita la proliferación de bacterias, aumentando las posibilidades de intoxicaciones alimentarias.

Por qué no debes guardar las latas abiertas en la nevera

Las latas sin abrir se pueden conservar durante meses en la despensa siempre que se mantengan alejadas del calor y la luz solar. Sin embargo, una vez se abren, la situación cambia por completo. Muchas personas optan por cubrir la lata con  papel film y guardarla en la nevera, pero este método presenta una serie de riesgos. Al abrir una lata, se rompe el sello hermético y se pierde la capacidad esterilizadora, lo que facilita la aparición de bacterias como el Clostridium botulinum, que causa el botulismo, una enfermedad de carácter grave.

Además de los riesgos microbiológicos, los alimentos dentro de una lata abierta pueden entrar en contacto con el metal, lo que provoca lixiviación. Esto significa que pequeñas cantidades de aluminio u otros metales pueden transferirse a los alimentos, especialmente aquellos con alto contenido ácido, como tomates o piñas. Esta interacción no sólo puede alterar el sabor, dándole un matiz metálico, sino también afectar a la seguridad alimentaria.

Asimismo, las latas, cuando están cerradas, ofrecen una excelente protección contra la oxidación y la contaminación. Sin embargo, una vez abiertas, el metal puede corroerse con el tiempo, especialmente en presencia de alimentos ácidos. Este deterioro, aunque no siempre es visible de inmediato, puede afectar tanto a la calidad como a la seguridad de los alimentos.

Otro inconveniente de dejar latas abiertas en la nevera es que los alimentos se secan más rápido y pueden absorber olores de otros productos almacenados. Para evitar estos problemas, los expertos recomiendan transferir el contenido de la lata a recipientes de vidrio o plástico con tapa hermética. De esta manera, se garantiza una mejor conservación y se minimizan los riesgos para la salud.

En resumen, aunque los alimentos en conserva son una opción práctica y económica, es fundamenta seguir las recomendaciones de los especialistas. Transferir los alimentos a recipientes adecuados tras abrir una lata garantiza una mejor calidad y sabor y, además, cuida la salud.

Señales que indican que una conserva está en mal estado

Saber si un alimento en conserva está en mal estado es fundamental para evitar problemas de salud. Existen varios indicadores que pueden resultar de gran ayuda para identificar si una conserva no es segura para su consumo. En primer lugar, es importante revisar el estado del envase. Si la lata está hinchada, abollada o presenta signos de corrosión, puede ser una señal de que ha habido una contaminación interna. Estos daños comprometen el sellado hermético y facilitan la entrada de bacterias.

Otro aspecto clave es el sellado de la lata. Al abrirla, hay que escuchar el típico «pop» que indica que el envase estaba sellado al vacío. Si no ocurre, o si hay signos de fugas en el envase, es probable que el aire haya entrado y haya comenzado el proceso de descomposición del alimento.

El aspecto del producto también es un indicador. Si ha cambiado de color, tiene manchas o una textura inusual, es posible que esté en mal estado. Además, el olor es uno de los factores más evidentes: un aroma agrio o desagradable indica que el alimento se ha echado a perder. En cuanto al sabor, si detectas un gusto metálico o extraño, es preferible no consumirlo.

El líquido que rodea el alimento en la conserva también debe ser transparente. Si está turbio o espumoso, es señal de una posible contaminación bacteriana. Finalmente, no olvides verificar la fecha de caducidad, aunque esto no siempre es suficiente, ya que el mal estado puede deberse a un almacenamiento inadecuado.

En resumen, prestar atención a estos detalles te ayudará a evitar consumir alimentos en mal estado y proteger tu salud frente a intoxicaciones alimentarias.