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Las mejores frases de Marcel Proust en el 150 aniversario de su nacimiento

Un 10 de julio de 1871, nace el novelista y crítico francés Marcel Proust. En un aislamiento  voluntario, escribió la que sería su obra más importante: En busca del tiempo perdido. Hoy recordamos las mejores frases de Marcel Proust en el 150 aniversario de su nacimiento.

Y es que en este día se realizan celebraciones en toda Francia, y en otros rincones del mundo para homenajear al escritor.

Las citas más sorprendentes de Marcel Proust

Cada beso llama otro beso. ¡Con qué naturalidad nacen los besos en esos tiempo primeros del amor! Acuden apretándose unos contra otros; y tan difícil sería cortar los besos que se dan en una hora, como las flores de un campo en el mes de mayo.

No es sólo a fuerza de mentir a los demás, sino también de mentirnos a nosotros mismos, que dejemos de notar que estamos mintiendo.

Cada lector se encuentra a sí mismo. El trabajo del escritor es simplemente una clase de instrumento óptico que permite al lector discernir sobre algo propio que, sin el libro, quizá nunca hubiese advertido.

Debemos ser valientes enfrentándonos a nuestras propias contradicciones, antes que resaltar la de los demás. Las mejores frases de Marcel Proust

Con la conservación de energía que posee todo lo físico, el sufrimiento ni siquiera necesita las lecciones de la memoria: así, un hombre que ha olvidado las hermosas noches que pasó al claro de luna en el bosque, todavía sufre del reumatismo que cogió en él.

Los celos, que pasan el tiempo haciendo suposiciones falsas, cuando de lo que se trata es de descubrir la verdad.

Siempre hablamos de defectos análogos a los que tenemos, como si fuera una manera desviada de hablar de nosotros, que une al placer de absolvemos el de confesar

Si un poco sueño es peligroso, la curación para ello no es soñar menos, es soñar todo el tiempo.

Como todo el que no está enamorado, él piensa que se puede elegir a la persona amada en base a interminables deliberaciones sobre sus ventajas e inconvenientes.

A cierta edad, un poco por amor propio, otro poco por picardía, las cosas que más deseamos son las que fingimos no desear.

Por muy bien hechos que estén los puntos de sutura, se vive con dificultad cuando nuestras vísceras han sido substituidas por la añoranza de una persona; parece que ésta ocupara más lugar que aquéllas, la sentimos continuamente, y además ¡qué ambigüedad verse obligado a pensar una parte del propio cuerpo!