¿Por qué el aliento huele tan mal por las mañanas?
Son muchas las causas que se encuentran detrás de la halitosis, ese signo clínico caracterizado por un olor bucal de lo más desagradable. Caries, sarro, el consumo de determinados alimentos o una escasa higiene dental son solo algunas de las circunstancias que motivan la aparición del mal aliento. Sin embargo, en esta ocasión, hablamos de un caso concreto, que afecta al 25% de la población y que puede ser puesto en tratamiento.
Ajenas a esta afeccion, todas y cada una de las personas que viven en el planeta sufren un síntoma similar y generalizado: el aliento matutino, que siempre va acompañado de un hedor nauseabundo. No obstante, es importante recalcar que este indicio no tiene porqué estar relacionado con la halitosis. Pues incluso las personas más concienciadas con la salud bucal desprenden al despertar este insoportable olor. Entonces, ¿de dónde procede tal pestilencia?
La saliva y el ayuno
Muchos expertos señalan la alimentación como causa principal del mal aliento. Este puede estar relacionado con aquellos ingredientes que hemos digerido la noche anterior, y sobre todo con esas pequeñas partículas que quedan alojadas entre nuestros dientes. A pesar de la importancia de dicha hipótesis, la saliva parece ser el motivo principal de este olor matutino. Mientras dormimos, su producción cae en picado, paralizando durante la noche el efecto antiséptico que le caracteriza. Es en ese momento cuando las bacterias aprovechan para aumentar la placa de nuestra dentadura y solidificarse en forma de sarro.
El ayuno es otra de las teorías más defendidas por la comunidad científica. De madrugada, nuestro cuerpo puede permanecer sin sustento más de 10 horas seguidas, obligando al organismo a buscar otra fuente de energía para seguir en funcionamiento. Es aquí cuando el hígado comienza a quemar la grasa corporal, transformándola en los llamados cuerpos cetónicos. Estos compuestos químicos tienen como función principal suministrar energía al cerebro y el corazón en casos de emergencia. Ante la desmesurada producción de esta composición tóxica, el cuerpo humano se ve obligado a expulsar el excedente mediante el sudor y la respiración, saliendo a la luz su asqueroso olor.
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