Una experta revela el motivo por el que es tan difícil encontrar huevos blancos en el supermercado
La preferencia por los huevos marrones acabó por desplazar a los que son de color blanco
Seguro que más de una vez te has parado delante del estante de huevos en el supermercado y has pensado: “¿Dónde están los huevos blancos?”. Lo habitual es ver docenas y docenas de los marrones, mientras los blancos apenas aparecen o directamente no están. Pero lo curioso de todo esto , es que hace unas décadas era al revés. Entonces ¿qué ha pasado?.
Este cambio no tiene que ver con la calidad ni con la frescura del producto, como muchos creen. La explicación es otra, y tiene más que ver con la historia de la avicultura y con lo que hemos ido comprando los consumidores con el paso del tiempo. Lo cierto es que los huevos blancos no han desaparecido, pero la mayor parte ya no se vende en bandejas de cartón, sino que va a parar a la industria. Para entender cómo hemos llegado hasta aquí, conviene escuchar a los que saben. Mar Fernández, directora del Instituto de Estudios del Huevo, lo explica con detalle: el color de la cáscara poco tiene que ver con el valor del alimento. Entonces, ¿qué ha pasado para que los marrones ocupen casi en exclusiva los lineales?
Por qué existen huevos blancos y marrones
El color no es un capricho de la naturaleza. Está directamente relacionado con la raza de la gallina. Las de plumaje blanco ponen huevos blancos, y las de plumaje marrón, marrones. Nada más. Ni los unos son mejores, ni los otros peores.
Lo que sí influye es la edad del animal: las gallinas jóvenes suelen producir huevos con una cáscara más gruesa, independientemente del color. Y otra cosa que confunde mucho: los marrones suelen ser más grandes porque estas gallinas también lo son. Esa diferencia de tamaño es la que ha alimentado la idea de que son superiores, cuando en realidad la calidad nutricional es exactamente la misma.
Los años 60 y la rentabilidad en las granjas
Para saber por qué hoy casi todo son marrones, hay que volver a los años 60. Cuando la producción de huevos se empezó a organizar de forma industrial, las gallinas blancas eran las preferidas. Ponían más, gastaban menos pienso y resultaban mucho más rentables. Eso hizo que durante años los huevos blancos fueran los más comunes y, de paso, los más baratos.
Mientras tanto, las gallinas marrones quedaban asociadas al campo. Criarlas costaba más y producían menos, pero sus huevos tenían una etiqueta que funcionaba muy bien: eran vistos como más naturales y más de campo. Eso permitió que se vendieran más caros y que poco a poco fueran ganando terreno frente a los blancos, hasta el punto de acabar desterrándolos prácticamente del todo.
El giro hacia los huevos marrones
Con el tiempo, los consumidores se fueron acostumbrando a comprar huevos marrones. Y de hecho, lo habitual es verlos ahora en la cesta de la compra de todo el mundo ya que no han dejado de transmitir esa sensación de producto más auténtico. Pero para responder a esa demanda creciente, los criadores han tenido que esforzarse para mejorar la genética de las gallinas marrones, hasta conseguir que ya sean capaces de producir casi lo mismo que las blancas.
Ese ha sido el punto de inflexión. Los supermercados comenzaron a llenarse de docenas marrones, y los blancos se destinaron en gran parte a la industria alimentaria: pastas, bollería, mayonesas, es decir, todo lo que lleva huevo pero no muestra su cáscara. Así se fue reforzando la idea de que lo normal es el marrón y lo extraño, el blanco.
El regreso discreto de los blancos
Lo curioso es que ahora que los marrones dominan el mercado, los blancos empiezan a aparecer de nuevo en algunos sitios. No en grandes superficies, sino en mercados de barrio o en puestos de abastos. Allí se ofrecen como un producto diferente, justo porque se han convertido en algo poco común que incluso las generaciones más jóvenes ni tan siquiera conocen.
¿Y entonces? ¿Cuál elegir? La experta es clara: lo que realmente importa es la frescura. Un huevo recién puesto, ya sea blanco o marrón, es mucho mejor que uno que lleva semanas en cámara. Por eso conviene mirar la fecha de consumo preferente en el envase y, si se puede, fijarse también en el código de trazabilidad que aparece impreso en la cáscara.
Lo que debes tener en cuenta al comprarlos
Más allá del color, hay detalles prácticos que marcan la diferencia.
- Revisar siempre la fecha de consumo preferente.
- Comprobar que la cáscara no esté rota ni con manchas.
- Saber leer el código del huevo (el primer número indica la forma de cría: 0 ecológico, 1 campero, 2 suelo, 3 jaula).
Al final, lo importante no es si son blancos o marrones, sino de dónde vienen y cuánto tiempo ha pasado desde que la gallina los puso. Esa es la verdadera garantía de calidad.
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