Razones para comprar una casa modular: mucho diseño, menos tiempo de espera y más armonía con el paisaje
La sostenibilidad y el espíritu verde lo inunda todo. La arquitectura, por ello, y con el fin de acortar los tiempos de impacto en el terreno mientras se lleva a cabo la construcción, así como apostar de forma permanente por conseguir mayores dosis de sostenibilidad en nuestros hogares, está apostando fuertemente por las casas prefabricadas o modulares.
Esta tipología de vivienda está en auge. Muchos son los estudios de arquitectura –nacionales e internacionales– que se han especializado en la arquitectura modular, no sólo porque acorta los tiempos, sino porque también se pone al servicio de las nuevas demandas más sostenibles y creativas de los usuarios.
Cuenta de este apogeo de las casas modulares, cosa que no es plenamente de actualidad, pues se han hecho viviendas a través de módulos y materiales reutilizados en varios países del mundo a lo largo del S. XX, da cuenta el arquitecto Pablo Saiz en su libro La casa industrializada, un sueño incompleto (Nobuko Diseño) donde hace un repaso de la historia de las arquitecturas prefabricadas desde la John Manning Portable Cottage –de finales del S. XIX– hasta los ejemplos más recientes como las casas de Modulab –empresa de Saiz– así como la Casa Garoza de Juan Herreros.
También reflexiona Saiz sobre el hecho de que la arquitectura modular haya sido tan impermeable en España, donde se siguen levantando casas de manera artesanal, mientras que ha tenido bastante desarrollo en países como EEUU o Japón donde, por ejemplo, destacan empresas como Muji. Por ello, el arquitecto hace un paralelismo entre el sector automovilístico y el arquitectónico, ya que a pesar de haber sido ambos sectores objeto de la revolución industrial, no los dos se han desarrollado al mismo nivel.
Mauricio Galeano, arquitecto de James & Mau, estudio internacional de arquitectura con presencia en España, Polonia, Chile y Colombia, explica que «las grandes virtudes de la construcción modular es la rapidez en tiempos para su ejecución y su posibilidad de movilidad o ampliación de las unidades si el cliente así lo necesita».
Con respecto al medio ambiente, detalla el arquitecto Galeano, este tipo de viviendas modulares tienen el beneficio de gestionar mucho mejor los residuos de construcción en fábrica que en obra a cielo abierto. «En nuestro caso», apunta, «estudiamos mucho los pesos de los módulos para poder usar una cimentación superficial ideal para construcciones de una planta y que el impacto medioambiental de esta sea mínimo para el terreno, ya que no hay vertidos de hormigón que se queden de por vida en la tierra, sino que incluso nos las podríamos llevar».
Por su parte, el ya citado arquitecto Juan Herreros, explica en Neo2 que algunas de las razones por las que optar a casas industrializadas es «la anticipación precisa en materia de costes, tiempos y calidades, algo que destierra la incertidumbre muchas veces convertida en una pesadilla que acompaña a la decisión de hacer una construcción tradicional».
Otro de los beneficios, explica, son los relacionados con razones técnicas: «Cabe la posibilidad de usar materiales, instalaciones y sistemas constructivos de alta calidad no disponibles en todos los entornos para que puedan ser trasladados e instalados en el lugar de destino».
Añade, además, Herreros que «construirse hoy una vivienda industrializada es un acto de compromiso con nuestra cultura material, con la inmediatez del presente que cada día acepta con más dificultad laboriosos procesos y esperas y, sobre todo, es entregarse a la experiencia de habitar lo inesperado».
No obstante, y teniendo en cuenta todas las ventajas de la arquitectura modular, el arquitecto Galeano advierte que lo hagamos como lo hagamos todo tiene que tener unos estándares medioambientales. «Todas las construcciones deben cumplir su CTE –Código Técnico de la Edificación–», detalla. Es decir, seamos lo creativos que seamos, debemos tener en cuenta que la construcción residencial que levantemos debe contar con las exigencias más básicas de seguridad (seguridad estructural, seguridad contra incendios, seguridad de utilización), habitabilidad (salubridad, protección frente al ruido y ahorro de energía) y accesibilidad.
Vivienda construida con cuatro contenedores marítimos en El Tiemblo
En muchos casos, los arquitectos usan materiales reutilizados, reciclados y no contaminantes que en otro momento tuvieron otra vida como, por ejemplo, pueden ser los contenedores marítimos. En James & Mau hicieron un proyecto en El Tiemblo (Ávila) en 2010 muy interesante basada en una construcción modular de una extensión de 190 m2 basada en cuatro contenedores de transporte marítimo que ha tenido un tiempo de ejecución de sólo seis meses que, además, y según indican, que puede ampliarse en 30 m2 en un futuro si el propietario de esta casa lo necesitara.
Con respecto al calentamiento de esta estructura, que a priori es fría por la altitud de más de 1.000 metros, tiene un aislamiento de celulosa con reciclado de papel de periódico y corcho, está orientada al sol por la parte frontal y posee un sistema ecológico de calefacción de biomasa.
Casa Cobo en el norte de Mallorca: 18 módulos hechos en Madrid
Esta Casa Cobo de Mallorca es trabajo del estudio de Juan Herreros. Una vivienda que, según detallan, es una residencia de verano de 180 m2 repartidos en dos plantas. Se necesitaron apenas cuatro meses para hacer el proyecto, aunque se tardaron cinco meses en fabricar en Madrid los 18 módulos tridimensionales que luego se transportaron en camión hasta Valencia y desde allí en barco.
El propietario de esta vivienda, comentan en la web de Herreros, se llama Pepe Cobo. Éste quería crear un alejado espacio vacacional en la isla de Mallorca, por ello, el proyecto consiste en la adaptación de la forma de uso tradicional de un refugio de pastores al de vivienda mínima para uso esporádico. Una construcción aparentemente inocente que acumula decisiones inteligentes en cuanto a su orientación, ventilación, recogida de agua, etc. En esta línea, cabe destacar que las fachadas construidas en seco incitan un diálogo medido y voluntario con los diferentes agentes del clima local.
El interior reproduce el esquema primitivo de tres estancias (animales, pastores, forraje) en dos orientaciones: Norte (cocina, dormitorio, baño) y Sur (comedor, estar, estudio). Cada estancia tiene un único gran objeto (mesa, sofá, escritorio, tótem de baño, cama, isla de cocina) que le da nombre replicado en otra familia exterior que construye una casa al aire libre (cenador, banco, mesa, ducha, hamaca, barbacoa).
La construcción se levanta sobre un pequeño altozano rocoso desde el que se tiene una vista panorámica del valle, las montañas y el pueblo de Artá construido sobre otra atalaya próxima constituyendo un observatorio privilegiado de amaneceres, atardeceres y tormentas. La casa convive humildemente con el silencio, el clima y la presencia de los animales queriendo ser ella misma pieza de la gran conversación del paso de las estaciones.