Cultura
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Francisco Marhuenda: «Con Pablo Iglesias empecé muy mal, luego bien y al final fatal»

Periodista y director de La Razón. Francisco Marhuenda (Barcelona, 1961) es, además, un nuevo miembro de la Real Academia de Doctores de España, adscrito a la sección de Humanidades. Le hace especial ilusión, dice, porque ha entrado en la plaza de un periodista. «Durante el discurso de entrada me acordé mucho de mi padre. He conseguido en la vida cosas que me encantan y él no las llegó a ver», explica.

Comenta también que es un gran tímido, a pesar de su faceta mediática, y que todo el mundo en general es muy cariñoso y amable con él. «También me mandan mensajes maleducados, claro, pero lo cierto es que ya soy mayor para tomármelo a mal», zanja.

Defiende las Humanidades como la base del ser humano y cree firmemente que la educación es la forma más efectiva de progresar. Por eso, detalla, «siempre me gusta comentar que el origen social de la gente es irrelevante, lo fundamental es lo que han hecho y conseguido con su esfuerzo y sacrificio».

En periodismo lleva muchos años. Usted, ¿qué aconseja? ¿Placer a la hora de elegir sección y temas o mejor practicidad?

La verdad que siempre recomiendo especializarse en Economía porque jamás falta trabajo, aunque en general a nadie le suele gustar esta sección. Eso es así. Por mi experiencia, lo que más gusta es Nacional, Cultura y Deportes. Esta última sección, además, ya sabes que es un género aparte.

Vamos, que a pesar de seguir viviendo crisis económicas a velocidad del rayo, la gente sigue pasando de la economía.

Pues sí, así es. Nadie quiere elegir nunca la sección de Economía, pero es más sencillo que con el tiempo siempre consigas colocarte en puestos interesantes en gabinetes de empresa o periódicos, agencias, etc. A mí es que la economía me gusta bastante.

¿Qué supone para alguien formar parte de la Real Academia de Doctores de España?

La Academia de Doctores es una organización que agrupa a personas más o menos destacadas en diferentes áreas que son elegidas por académicos en distintas áreas. A mí, siendo periodista, esto me ha hecho especial ilusión porque, aunque me dé un poco de pudor decirlo, soy doctor en Periodismo, Historia y Derecho; y en este caso concreto he entrado en la Academia en la plaza de un periodista.

También es usted profesor de Historia del Derecho y de las Instituciones en la Universidad Rey Juan Carlos. ¿Qué poder tiene la educación sobre nosotros como personas y como seres sociales?

La educación es el mejor ascensor social. Siempre me gusta comentar que el origen social de la gente es irrelevante, lo fundamental es lo que han hecho y conseguido con su esfuerzo y sacrificio. Yo, personalmente, y así me lo enseñaron mis padres, creo con firmeza en la sociedad del mérito que tiene capacidad de esfuerzo. Creo que, en cualquier ámbito de la vida y la profesión, lo importante es formarse permanentemente, no limitarte a la carrera que ya has adquirido, sino ir ampliando conocimientos y, por supuesto, ser curioso. Valoro mucho a las personas que, de golpe y de repente, son capaces de afrontar nuevos retos o cambiar de sección, si hablamos de periodismo, y que todo se acoja con ilusión.

Podría ejercer de abogado, de profesor a tiempo completo; pero prefiere el día a día de los periódicos.

Claro, esta profesión es bonita y aprendes porque cada día es diferente, todo cambia. Entras por la mañana con una idea y luego, a media tarde, pasa algo que hace que des un vuelco a toda la portada. Todo eso hace que sea una profesión fascinante, pero eso no quita que la formación permanente sea esencial para todos los ámbitos. Esta es la forma de hacer subir ese ascensor social del que te hablaba.

Cuando estaba dando el discurso de entrada en la Academia de Doctores. ¿De quién se acordaba?

Es un tópico decirlo, pero me acordé de mi padre, que ya murió, y creo que le hubiera encantado verme. Lo que más me gusta en la vida es dirigir un periódico y ser catedrático, ambas cosas las conseguí, pero él no las llegó a ver. También de mi madre, por supuesto, y algunos amigos que ya no están. Intento ser agradecido con todo el mundo porque yo no he llegado solo hasta aquí. Pensé, por ejemplo, en Mauricio Casals, presidente de La Razón porque siempre apostó por mí, desde que nos conocimos en 1987.

¿Estaba allí muy acompañado de amigos y familia?

La verdad que no, aunque no lo creas, o muchas personas no lo crean, yo soy bastante tímido y avisé a todo el mundo muy tarde. Me da como vergüenza, a pesar de la vida pública que llevo.

Normalmente, las personas con amplia presencia pública suelen ser grandes tímidos.

Aciertas totalmente. Es que no soy actor, ni cantante, ni nada, sólo soy periodista. Pero, bueno, la gente es muy amable y cariñosa conmigo.

¿Algún profesor marcó su infancia o juventud que pueda decirnos, como sí le pasó a Camus, por ejemplo?

La verdad que me gustaría decirte que sí, pero no. A mí me han marcado las personas con las que me he cruzado en el camino. Por ejemplo, recuerdo con cariño a Luis María Anson, con el cual he trabajado y sigo trabajando en el ámbito del Derecho. Académicamente, mi director de tesis fue Iñigo Cavero, varias veces ministro; José Antonio Escudero, un gran historiador del Derecho, o Teresa Freixes, especialista en Derecho Constitucional. Es gente que he encontrado y que ha sido muy generosa conmigo, me han ayudado, orientado y apoyado.

Paco, ¿la admiración es una barrera a la hora de tratar con ciertas personas de relevancia?

Hace muchos años, Carlos Ferret, que era presidente de CEOE, me hizo entender que puedes respetar y admirar a alguien, pero no por ello sentirte inferior o estar temeroso. En mi caso, mi trato con personas relevantes es de enorme naturalidad, y si tienen una posición intelectual alta, lejos de separarme, lo que me gusta es aprender de ellas.

Mi padre me decía que siempre debía ser humilde porque había nacido en una posición privilegiada, no porque fuéramos millonarios, pero sí que pude estudiar sin trabajar. «Piensa que hay gente más lista que tú que, sin embargo, no puede estudiar», me explicaba.

¿Cómo se lleva eso de ser una persona que despierta odios y admiraciones?

Bueno, la gente que me tiene antipatía es que creo que no me conoce. A veces me insultan, me mandan mensajes maleducados, pero lo cierto es que ya soy mayor para tomármelo a mal. Hay personas a las que les caigo mal sin motivo, otras cambian de opinión cuando me conocen porque sólo les caía fatal al tener de mí únicamente una opinión dogmática de izquierdas.

¿Y ha tenido luego buena relación con ellas?

Sí, con muchas. Y aunque estemos en las antípodas, intento ser educado a la hora de defender mis ideas. Oye, que luego también me he llevado disgustos con gente con la que todo había comenzado bien.

¿Por ejemplo?

Con Pablo Iglesias empecé muy mal, luego bien y luego, al final, fatal. Ahí me equivoqué, por ejemplo, pensé que podría ser una persona tolerante y respetuosa con las ideas de los demás.

Si pudieras volver a un sitio ya pasado, ¿cuál sería? ¿Cuál es ese lugar que te ha dejado un regustillo agradable?

A ciudades como Roma o París volvería siempre, permanentemente. Aunque me gusta mucho España, te sonará a tópico, pero es verdad. También pienso que he viajado poco para lo mucho que me gusta la Historia, pero mi vida al final ha sido trabajo, trabajo, trabajo, universidad… En fin, que no he podido viajar lo que hubiera querido.

Me hubiera gustado mucho vivir en Egipto, hacer excavaciones arqueológicas, ese tipo de cosas. Quizá eso me ha faltado en la vida, pero estoy contento con ella, he trabajado muchísimo porque sólo así consigues las cosas. La gente se sorprende cuando ve todo lo que hago y me pregunta cómo lo consigo. ¡Pues organizando el tiempo! Como decía Gregorio Marañón: «Soy una especie de trapero del tiempo».

¿Qué carrera formativa impondría como esencial y básica para el ser humano?

Las Humanidades. Creo que éstas se han valorado poco y a mí me gusta hacer defensa de esta materia porque, si te das cuenta, muchos profesionales de Ciencia suelen terminar transitando hacia materias como la pintura, la música, el arte, la historia, etc.

Ahora no recuerdo el nombre, pero leí sobre un alto directivo de una multinacional tecnológica y estaba especializado en Historia Medieval. Me pareció bastante curioso y me demostró, efectivamente, que la formación humanística es –o debería ser– la base de todo ser humano.

En una jornada del South Summit que se hace cada año en Madrid, escuché a un conferenciante de Israel, creo recordar, que se refería a Isabel La Católica como una de las primeras inversoras de capital riesgo al financiar el viaje de Cristóbal Colón a Ame´rica. Ahí lo tenemos, humanismo y números. El tándem perfecto.

Efectivamente, es una mujer que arriesga el dinero para que Colón pueda hacer ese gran descubrimiento, aunque ahora muchas personas no quieran dar a esa gesta la importancia que tiene, ya que fue el Imperio Español el que llevó a cabo la primera gran globalización del mundo y es cuando Europa deja de mirar al Mediterráneo para mirar al Atlántico. Lo que pasa es que aquella hazaña tan importante la debemos enmarcar en la realidad histórica del momento, y esto lo digo porque a últimamente leemos y escuchamos unos relatos de esos de indigenismo que te sobrecogen de todas las tonterías que dicen. Pero, bueno, es el problema que tiene la ignorancia.

@MaríaVillardón