El fotógrafo Luis Gaspar y sus objetos por azar
Luis Gaspar –del que no sabemos la edad, pero sí que lleva barba y tiene una exposición, ‘Fascinus’, en la Galería Contrast de Barcelona hasta el 6 de julio– es un fotógrafo de los que recomiendas y de lo que siempre quieres saber un poco más. Pero, sobre todo, lo que quieres es que sea tu amigo y te acompañe a Bodegas Alfaro –en Lavapiés– para convidarle a un vermú con el que cometer un cohecho. El fin de este soborno, del que naturalmente no me escondo, sólo tiene un objetivo: conseguir un retrato en el que salir tan bello y apuesto como Cayetano Rivera en la campaña de ‘7’ de Loewe. Sí, hombre, aquella en blanco y negro en la que sale ataviado con el traje de luces. El pequeño de ‘Paquirri’ tomó la alternativa tarde, pero, qué alternativa. Gaspar, ha contado en alguna ocasión, tiene una lista de Spotify para que sus retratados se suelten cuando van a su estudio. La he revisado y no hay ninguna copla entre el repertorio, eso tiene que remediarse.
Es filósofo, fotógrafo y simpático, aunque sobre todo original y curioso –en eso estoy de acuerdo con Víctor Castañeda, el comisario de la muestra–. Pero, ahora en serio, lejos de los sobornos o de la pretensión de alcanzar la belleza del hijo de Carmina Ordoñez –que habría salido retratada bellísima por Gaspar– este artista de la instantánea tiene ‘flow’ –¿’flow’? Lo sé, una descripción muy poco formalista para hablar de fotografía, pero para hablar de arte no es necesario ser una cursi– y, sobre todo, tiene fondo. No sé si tiene bilis negra, como alegaba Alberto Durero en ‘Melancolía I’ al hablar de la condena de los elegidos para las artes, pero nunca lo he visto atormentado como para tirar la cámara sobre un lienzo como sí hacía el alemán con sus pinceles.
Gaspar es de Madrid. Bueno, perdonen, es de Atocha, pero vive en la zona de Goya. Entiendo, y ojo que quizá entienda mal, que en las calles de barrios nobles los objetos encontrados con los que no dejar amarrada la imaginación para crear composiciones fotográficas enloquecidas y oníricas, que es lo que a mí me transmite ‘Fascinus’, serán más elevados, desde el punto de vista de la calidad y la originalidad, que los de Carabanchel.
No obstante, en este caso lo mismo da, porque los objetos encontrados, esos a los que no se puede dar –a priori– ninguna vida más que la ornamental, como pueden ser unas plumas, unos rollos de papel o unas cuerdas usadas, enfrentados con la figura humana viva es más que suficiente. Ese diálogo o esa conversación muda, como quieran, que resulta de su cámara basta. Y esto es lo que recogen las fotos que se pueden ver en la galería catalana. «Una de las molonas de Barcelona», como dice él mismo cuando me habla del proyecto. Y tanto, Gaspar, y tanto. Si no «mola» un espacio en el que le hacen una muestra a un artista que se autorretrata a lo Vivian Maier fumando en pipa como René Magritte yo ya no sé.
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