Las abuelas de posguerra creían que el espíritu de los suyos jamás se iba de nuestro lado, que nos envolvía como el tul acoge a las novias el día de su boda. Y es posible que algo de eso haya en la obra de Sonia Navarro (Puerto Lumbreras, Murcia, 1975). La artista ofrece unas obras al espectador que no son sólo telas y esparto, también están empapadas del trabajo artesano de una época que parece que está cogiendo ese último tren hacia una orilla donde nada ni nadie le espera.

Navarro ahora está con su exposición Fronteras y Territorios hasta el 6 de julio en Alcalá 31 de la Comunidad de Madrid, una sala madrileña que es un salto mortal. Es una plaza grande donde han expuesto nombres como Luis Gordillo, Juan Muñoz o Amalia Avia, entre otros, y en este caso, un espacio de encuentro donde, si nos quedamos en silencio, somos capaces de escuchar en la lejanía los cantos, las charlas y las risas de mujeres rurales sentadas al sol quitando hebras de un vestido nuevo, de un delantal alegre o de una bata de faenar, de esas batitas estampadas de flores con botones en la parte frontal, que son casi como un uniforme de verano en los pueblos junto con los mandiles.

«Esas mujeres a las que te refieres son las abuelas de todos. Fueron mujeres que se olvidaron de cuidarse a sí mismas porque tenían que cuidar de tantísimas cosas… Muchas veces la vida con ellas fue injusta porque, a pesar de todo ese trabajo, a muchas de ellas no se les ha devuelto nada de lo que dieron. Y esta exposición, al menos esa es mi intención, quiere devolverle a esas mujeres todo lo que han hecho por los demás y nadie les tuvo en cuenta», determina Navarro guarecida por algunas de sus monumentales esculturas de esparto, en este caso concreto, colocadas a modo de tríptico.

No usa ni óleos ni pinceles

Navarro no usa óleos ni pinceles. Ella pinta cosiendo telas y retales, uniendo cauchos de colores que están destinados a ir a la basura, y usando en sus monumentales esculturas esparto teñido que salen de manos artesanas con las que la artista tiene una conexión especial y lenta, que es como se forjan las relaciones humanas.

Recuerda que en su casa «siempre había muchos retales de telas y jugaba a hacer instalaciones con lo que encontraba. Por ello, por esa familiaridad con estos materiales, «cuando empecé a estudiar me interesé por los textiles». Y es que en su familia, como en muchos hogares rurales, todas las mujeres cosían: «Tanto mis tías como mi madre o mis dos abuelas. Curiosamente, una no me dejaba la máquina de coser y la otra sí. Mi abuela Moma siempre observó en mí la parte creativa y siempre me apoyó, me dijo que llegaría a hacer algo importante. Hoy ellas están aquí, porque muchas de las piezas que hay las hicieron conmigo para ese primer ARCOMadrid o para las primeras exposiciones. Ellas cosían o dibujaban conmigo, así que las siento en esta sala».

Esculturas monumentales de esparto

Una de las esculturas de Sonia Navarro en Fronteras y Territorios. @Cortesía Sala Alcala 31

La obra de Navarro es, además, engañosa. A simple vista sus esculturas parecen ligeras como una pluma, como una de esas pestañas que se posan en el pómulo esperando a que alguien las sople. Parecen seda, pero son figuras de esparto. No son livianas, sino fuertes, como una mujer rural: llena de sabiduría y de fortaleza. «El esparto tiene una fuerza tremenda, como las mujeres, sí; ellas tienen mucha potencia y son capaces de lo que quieran», comenta.

Navarro, siendo mala estudiante, llega a estudiar Bellas Artes a la Universidad de Granada con algunos años más que el resto. Eso, explica, le hace ver y disfrutar todo de una manera diferente y más madura: «Los años de la facultad fueron maravillosos, llegué como cuatro años mayor que mis compañeros, y siempre tuve muy claro que quería ser artista, por lo que aproveché muchísimo esa época».

Desde que acabó sus estudios, se ha sentido siempre muy arropada por el público, las galerías y las instituciones públicas, que «en la medida en la que pueden, apoyan el arte contemporáneo». Muy joven participa en ARCOMadrid con la Galería T20, además de  numerosas ferias nacionales e internacionales como Next Chicago, Volta Basilea, Maco Mexico, Artisima Torino, SP Arte Sao Paulo, ArtLima Perú o Pulse Miami.

Y también ha hecho exposiciones individuales en galerías nacionales como T20 ( Murcia), Mas Art, ( Barcelona) Ad Hoc (Vigo) y en salas Institucionales como Espacio AV de Murcia y galerías internacionales como Ybakatu, Curitiba Brasil y Galería Pedro Oliveira de Oporto además de la exposición individual en la Cité de Paris, entre otras.

Obra de Sonia Navarro en la Sala Alcala 31. @ Jonás Bel

Ha tenido, además, a profesores de excepción, como Soledad Sevilla, quien acaba de ingresar en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, un lugar privilegiado para los artistas. En su discurso, la valenciana defendió «la vigencia de la belleza, frente al materialismo y la digitalización del presente». «Tuve la gran suerte de aprender de ella», comenta Navarro, «y de los artistas a los que invitaba a visitarnos, con el fin de que pudiéramos conocer otras formas de crear y de trabajar».

También ha hecho talleres con Juan Genovés, Concha Jerez o Alfonso Albacete, «que me enseñaron la profesión y el oficio porque ser artista no es sólo estudiar Bellas Artes», aclara. Para ella, según expone, «el arte es el pensamiento y la artesanía el oficio. Los artesanos tienen la capacidad de repetir cada vez lo mismo con una minuciosidad impresionante y con una sabiduría que sólo ellos pueden tener. El haber aprendido de generación en generación es algo que les ha llevado a perfeccionar mucho la técnica; pero ser artista es tener una visión del mundo diferente. Eso creo».

La performance familiar de ARCOMadrid

Obra de Sonia Navarro en la Sala Alcalá 31. @ Jonás Bel

«Mi visión», relata junto a sus esculturas de hierro, «es hablar de futuro pensando en la tradición, sin olvidarnos de los oficios». Cree, además, que los hombres debemos ser «agradecidos y justos con la naturaleza, y con los salarios que se pagan a los artesanos y a los profesionales de oficios como los esparteros o las costureras en los talleres, a las que se paga muy poco».

Como reivindicación del oficio de costurera y del valor del trabajo del textil, Navarro hizo una interesante acción la primera incursión que hizo en ARCOMadrid en el año 2000, la feria internacional de arte contemporáneo más importante de nuestro país. «Mis dos abuelas y mi madre cosieron conmigo trozos de tela durante ocho horas. Es decir, una jornada laboral completa», detalla.

Ante la sorpresa de sus interlocutores, la artista de Puerto Lumbreras vuelve a afirmar: «Sí, sí. Ellas se vinieron a ARCOMadrid y cosieron sin parar durante una jornada laboral completa, y yo pedí a la institución que les pagaran el doble de lo que se le paga a una mujer costurera. Con ello, quería hacer un inciso en el hecho de que tenemos que revisar condiciones, salarios, etc. Muchas mujeres cosen con salarios bajos e incluso de manera clandestina».

«El arte es el pensamiento y la artesanía el oficio»

Con respecto al futuro, Navarro sentencia que lo mira de frente, aunque su obra cuide con mimo la artesanía. «No tiene nada de contradictorio vivir un presente e imaginar un futuro mirando también al pasado con una mirada de aprendizaje, teniendo en cuenta todo lo que han hecho otras mujeres para que nosotras estemos aquí hoy. Todas esas mujeres trabajaron, cosieron y bordaron para que sus hijas fueran a la universidad y consiguieran hacer lo que ellas querían. Eso es –y fue– muy importante y no lo podemos olvidar».

Hace décadas era extraño que las mujeres no supieran coser, era una obligación para ellas saber hacerlo y, además, era una parte fundamental de la formación de las mismas como futuras amas de casa. En este sentido, Navarro cree que «es posible que muchas mujeres supieran coser por la condición de ser mujer, no porque le gustase. Diría que la pobreza y la escasez les llevó a aprender porque era la única forma de vestirse y vestir a sus hijos».

Obra de Sonia Navarro en la Sala Alcala 31. @ Jonás Bel

Determina, además, que «las mujeres de otra época no tuvieron muchas oportunidades para ser libres, algunas tuvieron suerte y otras no. A muchas la vida nos les trataba bien y no pudieron decidir qué querían hacer porque estaban atadas a su familia en todos los sentidos, también económicamente».

Esa falta de libertad y movilidad de las personas, con muchas menos oportunidades de crecimiento y prosperidad en diferentes ámbitos de la vida también está presente en la obra de la murciana. Cuando tenía 11 años, al hermano de Navarro le atropelló un coche y quedó en silla de ruedas, totalmente dependiente con sólo la movilidad en uno de los brazos.

«Tenía dos años y medio cuando sufrió el accidente y vivió hasta los 22 años. Estudiaba Filología Clásica y para mí fue un ejemplo de superación y de absolutamente todo. Lo mejor que me ha pasado en la vida es haber tenido a mi hermano. Fui muy feliz a su lado y me enseñó a distinguir y valorar las cosas que de verdad son importantes», explica.

Aquello, reconoce, le marcó la adolescencia y la juventud, y también dejó huella en su obra. «Siempre he trabajado con la imposibilidad de movimiento de algunas mujeres en el entorno rural, así como de otras personas que por circunstancias, como mi hermano, han tenido su movilidad truncada. Somos muy afortunados los que podemos ir y caminar hacia donde queramos. No todo el mundo lo tiene y, a veces, no nos damos cuenta de que teniendo todo eso no somos felices. Creo que hay que ser felices con lo que tenemos, que es mucho», expone.

La pérdida de los oficios

Collage. Sonia Navarro. @Cortesía Sala Alcala 31

Por otro lado, insiste Navarro en el valor de la artesanía en un país como el nuestro. «Si no la cuidamos, la vamos a perder», concluye. No obstante, entiende que «a veces es inevitable, aunque entre todos podemos también ser conscientes de que tenemos que perseverar en nuestro pasado para conseguir que los oficios también salgan adelante».

Navarro, a su manera, contribuye desde que empezó a que la artesanía se mantenga a flote a través de su obra. «A veces», reconoce, «es complicado llevar a cabo diferentes trabajos con manos artesanas porque no encontramos profesionales que los hagan, pero los que tenemos un pueblo tenemos un tesoro. Entonces estas piezas de metal, por ejemplo, están hechas por mi amigo Pedro Quiñonero a finales de los años 90. Siempre he tenido la suerte de trabajar con él, nos entendemos, nos complementamos y nos ayudamos, y siempre se muestra dispuesto a hacer lo que le pido».

«La artesanía es calma, no podemos avasallar»

Obra de Sonia Navarro en la Sala Alcala 31. @ Jonás Bel

«La artesanía es calma, no puedes llegar a trabajar con los artesanos y presionarles y avasallarles. No podemos llegar de la ciudad e imponer lo que queremos. Para nada, hay que mimarlos porque la artesanía está hecha con mucho mimo. Así que, cuando llego a los talleres de los artesanos, hablo con ellos, los escucho, los respeto, los valoro. Es muy importante para que la relación de respeto sea recíproca», añade.

El taller de Navarro está en el barrio de Carabanchel, en la Nave Oporto, un espacio compartido que nace de la mano de un grupo de artistas que buscaban lugares donde desarrollar con más holgura su obra y no tener que subir cuatro pisos sin ascensor en pleno centro de la capital, que es lo más usual. «Eso con las obras que yo hago es complicado. Fue una idea que desarrollamos cuando regresé de Roma –disfrutó de la beca MAEC-AECID de la Real Academia de España en la ciudad italiana– y nos encanta estar en el barrio y comprar allí, trabajar con las tiendas de marcos, de materiales de pintura y dibujo, etc.», relata.

Para ella es importante este aspecto de su día a día de trabajo en Carabanchel, el ayudar a los comercios de la zona, porque «vengo de un pueblo y los pueblos necesitan que sus habitantes compren en sus comercios, y aquí es lo mismo, no debemos dejar de ir a comprar a estas tiendas de barrio».

@MaríaVillardón

Imagen y vídeo: Policarpo Iglesias