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La neurociencia del dolor: Nuevos enfoques para el tratamiento

La neurociencia del dolor es un campo de estudio que ha evolucionado considerablemente en las últimas décadas.

Uno de cada cuatro españoles padece dolor crónico

El dolor es un problema mundial

Sociedad española del dolor

  • Francisco María
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El alivio del dolor crónico es uno de los grandes retos de la medicina actual. Se estima que este problema afecta a una de cada cinco personas en el mundo, en diferentes intensidades. Tiene graves consecuencias sobre la calidad de vida, así como un elevado costo social y económico.

Los dolores crónicos más comunes son los asociados a patologías como la artritis reumatoide, fibromialgia, neuropatía diabética, migrañas crónicas y osteoartritis. La neurociencia del dolor es un campo prometedor que ha surgido en respuesta a este tema. Ofrece nuevas perspectivas para comprender y tratar el dolor, desde un enfoque más integral y efectivo. Veamos qué ofrece este nuevo enfoque.

La experiencia del dolor

El dolor puede ser agudo o crónico. El primero es una señal de alerta que se considera benéfica, mientras que el dolor crónico no cumple una función protectora y puede ser debilitante. En muchos casos, este dolor se convierte en una enfermedad en sí misma, sin que haya daño físico demostrable.

En las personas con dolor crónico suele haber una hiperexcitabilidad del sistema nervioso central y una respuesta amplificada a los estímulos. En algunas enfermedades, el cerebro interpreta señales de daño potencial como reales, lo que perpetúa el dolor. Es lo que ocurre con los dolores de “miembro fantasma”, o dolor en miembros que han sido amputados.

La neurociencia del dolor ha permitido establecer que no todo el mundo percibe el dolor de la misma manera. Entre otros hallazgos, se ha encontrado que las mujeres reportan episodios de dolor con mayor frecuencia y presentan un umbral más bajo de tolerancia, en comparación con los hombres. Sin embargo, responden mejor al tratamiento con opioides.

Neurociencia del dolor

Uno de los hallazgos más interesantes de la neurociencia en este campo es que el dolor se aprende. Las personas moldean su percepción del dolor en función de las experiencias vividas. Influye mucho la concepción que se tiene del dolor, las creencias que se tienen frente a este y el grado de comprensión del mismo, entre otros aspectos.

El dolor como tal, no se experimenta en el lugar del cuerpo en donde hay un daño, sino en el cerebro. Cuando se produce una anomalía en una zona del organismo, se envían señales al cerebro y este es el que responde generando una alerta que se experimenta como dolor. Sin embargo, hay enfermedades crónicas en las que el cerebro anticipa determinadas respuestas.

Diversas investigaciones han encontrado que el nivel de dolor experimentado no siempre se relaciona con el daño real en los tejidos. A veces hay mucho daño y no se experimenta dolor. También se da el caso opuesto: tener poco o ningún daño y sentir un dolor insoportable. En ambos casos, la experiencia es real, no imaginaria.

La educación

Un estudio llevado a cabo por Campbell & Colvin en 2013, con 243 personas sin síntomas, encontró que todos los mayores de 60 años del grupo tenían artrosis. Esto se estableció mediante resonancia magnética. Sin embargo, ninguno de ellos había sido diagnosticado y no experimentaban dolor. Es una prueba de que la artrosis no siempre genera dolor.

Otra evidencia interesante presentada por los expertos es un video. En este, un padre sostiene en brazos a un bebé y da un golpe en la pared, detrás de la cabeza del bebé, pero sin tocar al pequeño. Después lo mima y le dice “pobrecito”. La respuesta del niño es echarse a llorar, incluso sin haber recibido daño alguno.

La neurociencia del dolor ha establecido entonces que el dolor se aprende y, por tanto, también se puede desaprender. La educación es una vía para reducir el dolor. Consiste en una acción pedagógica destinada a explicar los procesos neurobiológicos que subyacen a la experiencia del dolor.

Esto permite a los pacientes entender mejor su condición. Este conocimiento no solo reduce la ansiedad y el catastrofismo, sino que también mejora la percepción de la salud y la movilidad.

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