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Los investigadores no dan crédito: un estudio afirma que el Sol podría contribuir a la curación de enfermedades

  • Sofía Narváez
  • Periodista multimedia graduada en la Universidad Francisco de Vitoria, con un Máster en Multiplataforma por la Universidad Loyola. Editora en Lisa News con experiencia en CNN y ABC.

Las enfermedades autoinmunes, inflamatorias o cardiovasculares afectan a más personas de las que imaginamos. En medio de tratamientos costosos, fármacos agresivos y avances científicos, hay algo que lleva ahí desde siempre, pero que puede ser altamente beneficioso: la luz del sol.

Según un estudio publicado en Scientific American en mayo de 2025, la radiación solar (en concreto los rayos UV) podría estar desempeñando un papel mucho más importante en la regulación del sistema inmune de lo que se pensaba hasta ahora.

Esto es lo que el sol provoca en el cuerpo, más allá de la vitamina D

Durante años, se ha repetido que el sol ayuda a sintetizar la vitamina D, que contribuye a la salud ósea y es esencial para el organismo. Pero, según este estudio, el panorama es mucho más amplio.

Al entrar en contacto con la piel, la luz solar pone en marcha una cascada de reacciones químicas: se liberan endorfinas, serotonina, óxido nítrico, melatonina y otras sustancias que influyen directamente en el ánimo, la presión arterial, el sueño y, lo más relevante, en cómo se comporta el sistema inmunológico.

En ensayos clínicos realizados en Australia, investigadores observaron mejoras notables en pacientes con enfermedades autoinmunes tras recibir fototerapia con rayos UV.

El dato más llamativo lo protagonizó un grupo de pacientes con esclerosis múltiple en fase temprana: el 30 % de los que recibieron la terapia no llegaron a desarrollar la enfermedad, frente al 100 % de progresión en el grupo sin tratamiento.

Lo interesante, según el estudio, es que los efectos no se desvanecieron al finalizar la terapia. Los beneficios se mantenían meses después, lo que apunta a un reajuste real en el sistema inmunológico, no sólo a un alivio temporal de los síntomas.

El vínculo entre el sol y enfermedades autoinmunes como la esclerosis múltiple

Uno de los ejemplos más claros lo da la esclerosis múltiple. Según el estudio, existe un patrón geográfico muy marcado: a mayor distancia del ecuador, más casos. En el sur de Australia, por ejemplo, la tasa de incidencia es hasta seis veces mayor que en el norte. La diferencia más evidente entre ambas zonas no es la genética ni la alimentación. Es la exposición solar.

También se ha detectado una reducción de riesgo en niños que pasan más tiempo al aire libre. Una hora al día de luz natural puede marcar la diferencia: hasta cinco veces menos probabilidades de desarrollar la enfermedad, incluso considerando variables como la dieta o el nivel económico.

El caso de Kathy Reagan Young, una paciente de EE. UU. diagnosticada en 2008, pone rostro a esta teoría. Tras empezar un tratamiento con una caja de luz UV recetada por su médico, su fatiga crónica desapareció y recuperó una calidad de vida que ya daba por perdida. Su puntuación de actividad de la enfermedad bajó al mínimo y, según el estudio, se ha mantenido así durante más de un año.

Se están viendo efectos similares en la diabetes tipo 1, el Crohn o la colitis ulcerosa. Enfermedades muy distintas, pero con algo en común: todas presentan tasas más altas en regiones con poca exposición solar.

¿Dónde está el límite entre beneficios y riesgo?

Aquí viene la gran cuestión: ¿cómo aprovechar estos efectos sin aumentar el riesgo de cáncer de piel? Nadie propone tirarse al sol sin protección. Según los expertos, el enfoque más sensato es buscar una exposición moderada y controlada, especialmente por la mañana o al final de la tarde. Y si se recurre a fototerapia, que sea siempre bajo supervisión médica.

El sol no es una cura milagrosa. Pero, según el estudio, tampoco es el enemigo absoluto que muchas campañas han pintado durante años. La clave, como casi siempre en salud, está en la dosis adecuada.