«Es cuestión de tiempo»: la UNESCO lanza una advertencia preocupante sobre el tsunami que llegará al Mediterráneo
Aunque muchas personas asocian la palabra «tsunami» con imágenes dramáticas del Pacífico o del Sudeste Asiático, lo cierto es que el mar Mediterráneo también está expuesto a este tipo de fenómenos naturales. Lo que hasta hace poco se consideraba una posibilidad remota, hoy es una advertencia clara: la UNESCO ha confirmado que hay un 100 % de probabilidad de que un tsunami de al menos un metro de altura afecte la región mediterránea en los próximos 30 años. No es una suposición ni una predicción vaga, sino una certeza basada en décadas de observación científica y análisis geológico.
Esto debería hacernos reflexionar. Las costas mediterráneas no sólo son muy turísticas, sino que también están densamente pobladas y muchas de ellas, especialmente en España, Italia, Grecia o Turquía, se encuentran cerca de zonas sísmicas o volcánicas. El riesgo no es nuevo, pero la contundencia del mensaje sí lo es. Es momento de preguntarnos si estamos verdaderamente preparados ante un evento que puede llegar en minutos, sin previo aviso, y poner en riesgo miles de vidas, infraestructuras costeras y ecosistemas enteros.
La amenaza de un tsunami en el Mediterráneo
La alerta proviene de la Comisión Oceanográfica Intergubernamental de la UNESCO: en algún momento durante las próximas tres décadas, un tsunami golpeará las aguas del Mediterráneo. La magnitud estimada supera el metro de altura, lo que, aunque pueda parecer poco en comparación con desastres como el de Fukushima o el tsunami de Indonesia, podría causar estragos considerables en regiones que no están plenamente preparadas para este tipo de eventos.
El Mediterráneo es un mar cerrado, con profundidades irregulares, actividad sísmica constante y costas densamente habitadas. Esto lo convierte en un escenario especialmente vulnerable, donde incluso un tsunami de baja altura puede tener consecuencias desproporcionadas. Los expertos lo han reiterado: el verdadero peligro no radica solo en la altura de las olas, sino en la fuerza de las corrientes que se generan y la velocidad con la que el agua puede inundar zonas urbanas, puertos, playas y otros espacios costeros.
Aunque la historia reciente no registre grandes tsunamis en Europa como los del Pacífico, hay antecedentes documentados. Uno de los más conocidos fue el tsunami de Lisboa en 1755, causado por un terremoto en el Atlántico, cuyas olas afectaron también zonas mediterráneas. Más recientemente, se han producido movimientos submarinos que han provocado pequeñas olas o disturbios marinos que pasaron casi desapercibidos.
Lo que preocupa a los científicos no es tanto la frecuencia como la capacidad destructiva de un evento de este tipo en un entorno que no cuenta con la infraestructura ni la cultura de prevención adecuadas. Muchas localidades costeras europeas no están diseñadas para una evacuación rápida, ni tienen sistemas de alerta integrados que funcionen eficazmente ante una emergencia de esta naturaleza.
Velocidad y alcance
Pascal Roudil, técnico del Centro de Alerta de Tsunamis de Francia (CENALT), explica que el peligro no se limita a la altura del agua. En muchos casos, los efectos más devastadores se deben a la fuerza de los flujos que arrastran todo a su paso. Incluso un tsunami de escasa altura puede provocar daños severos si golpea una zona de baja altitud o con estructuras vulnerables. Carreteras, edificios cercanos a la costa, embarcaciones y personas pueden verse afectados en cuestión de minutos.
La velocidad con la que se desplaza un tsunami también juega un papel fundamental. Según la NOAA (Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos), en aguas profundas estas olas pueden alcanzar velocidades superiores a los 800 km/h, comparables a la de un avión comercial. Aunque al llegar a la costa su velocidad se reduce, entre 30 y 50 km/h, su capacidad destructiva aumenta, ya que la energía se concentra y el volumen de agua es mayor.
Plan de prevención
Los sistemas actuales de monitoreo y alerta ofrecen cierta capacidad de respuesta, pero el margen de tiempo es muy estrecho. En promedio, se estima que desde el momento en que se detecta un sismo submarino hasta que las olas alcanzan la costa, pueden transcurrir entre 15 y 30 minutos, dependiendo de la ubicación y profundidad del epicentro. En el caso del Mediterráneo, ese lapso se sitúa alrededor de los 21 minutos, según las estimaciones de expertos.
En el caso de España, ya se han tomado algunas medidas. El Plan Estatal de Protección Civil ante el Riesgo de Maremotos contempla un sistema de detección temprana y protocolos de evacuación. Este plan, aunque aún en desarrollo y mejora continua, establece cómo deben actuar los servicios de emergencia, qué zonas son prioritarias y cuáles son las rutas de escape más seguras. Sin embargo, queda mucho por hacer, especialmente en lo que respecta a la educación ciudadana y a la implementación de simulacros regulares.
El mensaje de la UNESCO no busca generar pánico, sino impulsar la preparación. Vivimos en un entorno cambiante donde fenómenos naturales como los tsunamis forman parte del riesgo geológico de habitar zonas costeras. En los próximos 30 años, el Mediterráneo enfrentará un tsunami. No se sabe cuándo ni exactamente dónde, pero llegará.
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