Las cejas han sido imprescindibles para la supervivencia humana
Tal vez no damos a las cejas la importancia que realmente tienen. Pensamos que están ahí como una parte natural de nuestro cuerpo, que nos sirven para ser más expresivos. Sin embargo, tiempo atrás, fueron fundamentales para la vida humana y la supervivencia del hombre como lo conocemos hoy en día.
Un nuevo estudio publicado en la revista Nature ecology & evolution ha tratado de dar con la solución a un eterno debate científico, ¿para qué sirven las cejas? Durante muchos años se ha debatido sobre su uso real, a lo que se contestaba con que eran protectores oculares para retener la lluvia, el sudor y el polvo.
Pero esta parte de nuestra anatomía que, inconscientemente, usamos para comunicarnos, es mucho más que eso. De hecho, han sido determinantes en nuestra supervivencia, pues es un rasgo que diferencia a los homínidos de otras especies bípedas.
Y es que, si miramos a otras especies ‘hermanas’, observamos que nuestra frente posee un arco superciliar que la hace más plana y vertical, ofreciendo una mayor movilidad. Aquí está la duda de la comunidad científica. ¿Para qué sirve este arco y esta diferenciación?
Según el nuevo estudio publicado, tras recrear digitalmente el cráneo del fósil del Homo heidelbergensis, más célebre como Kabwe 1, se ha descubierto que esta pieza con entre 125.000 y 300.000 años de antigüedad poseía ya prominencias óseas de mayor tamaño de lo necesario para proteger los ojos o ayudar a masticar únicamente.
Para qué sirven las cejas
Tras descubrir que no había ventaja espacial determinante y que la mordedura no estaba apenas influenciada por este hecho, llegaron a la conclusión de que las cejas volvieron los rostros humanos más amistosos. Es decir, según la especie se hizo más sociable, se aplanó la frente, acelerando el proceso una vez nuestros ancestros dejaron la caza y recolección y se transformaron en agricultores.
En estos momentos, las cejas se hacían más visibles. Así pues, su función principal estaría relacionada con las emociones. La frente más vertical permitía mostrarse más amistosos, por lo que se reforzaban los vínculos entre individuos.
Y, según comentan arqueólogos especialistas, las cejas habrían sido muy útiles para que los humanos modernos se llevasen mejor con otras especies de homínidos que acabaron por extinguirse.
Así pues, parece que los vínculos creados nos hicieron fuertes como grupo, como colectividad ante los riesgos del mundo. Parece un descubrimiento bastante sorprendente, pero es obvio que la conclusión no es ni mucho menos descabellada.
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