Cataluña
Tarragona

Lo que puedes ver en este pueblo de Tarragona no lo hay ya en ningún lugar de España: insólito y centenario

La fábrica es también un testimonio de cómo la herencia familiar

El auge llegó en los años cincuenta, una auténtica edad de oro para la compañía

El alfiler, ese objeto diminuto y cotidiano, tiene detrás una historia fascinante

En Montbrió del Camp, una pequeña localidad de Tarragona rodeada de almendros, viñedos y ese aire de tradición mediterránea que parece detener el reloj, se alza uno de los talleres más singulares de Europa: Metalúrgica Folch, una fábrica de alfileres y agujas con más de un siglo de historia. Fundada en 1924 por Pedro Folch Torné, esta empresa familiar no solo ha sobrevivido a guerras, crisis y a la globalización, sino que se ha convertido en un auténtico símbolo del ingenio catalán y de la artesanía industrial. Es algo inaudito en este pueblo de Tarragona.

En un mundo en el que la automatización domina la producción, Folch continúa elaborando piezas diminutas con una precisión y una dedicación que rozan lo poético. Visitar sus instalaciones es sumergirse en un viaje a través del tiempo. En sus salas, aún resuena el eco metálico de las máquinas originales y el olor del acero trabajado recuerda que allí se mantiene viva una tradición casi desaparecida en Europa. Hoy, bajo la dirección de Jordi Folch, nieto del fundador, la fábrica es también un testimonio de cómo la herencia familiar puede transformarse en patrimonio cultural e industrial. Quienes se acercan a Montbrió del Camp no solo descubren una empresa, sino una historia sobre la tenacidad, la innovación y el respeto por los oficios que marcaron el desarrollo económico de Cataluña.

Una historia forjada en acero en este pueblo de Tarragona

La historia de Folch comienza en 1924, cuando Pedro Folch Torné decidió fundar su propio taller metalúrgico en un edificio que, cien años después, sigue siendo el corazón de la empresa. En sus primeros años, la fábrica producía alfileres de acero y latón, dedales, cinturones y pequeños accesorios metálicos. Poco a poco, la calidad de su trabajo hizo que Folch se consolidara como una referencia en el sector.

El auge llegó en los años cincuenta, una auténtica edad de oro para la compañía. Con más de 120 empleados —una cifra impresionante para la época—, la fábrica era el motor económico de Montbrió del Camp. Las marcas creadas entonces, como El Jabalí, San Jorge y El Buitre, se convirtieron en emblemas de calidad y diseño. Cada una de ellas estaba dirigida a un público distinto: la mercería tradicional, la confección industrial y el sector de los accesorios metálicos, respectivamente.

De las espinas prehistóricas a la ingeniería moderna

El alfiler, ese objeto diminuto y cotidiano, tiene detrás una historia fascinante. Desde las primeras espinas usadas por los pueblos prehistóricos hasta los alfileres de bronce del antiguo Egipto o los de marfil de la Edad Media, su evolución está estrechamente ligada a la historia del vestido y la artesanía.

Durante el siglo XVIII, Inglaterra se convirtió en el epicentro de la fabricación de alfileres, y allí se sentaron las bases de la producción moderna. No por casualidad, Adam Smith utilizó el ejemplo de una fábrica de alfileres en su obra La riqueza de las naciones (1776) para ilustrar su célebre teoría sobre la división del trabajo. Con la Revolución Industrial llegaron las máquinas que sustituyeron al trabajo manual, permitiendo una producción masiva. Sin embargo, también provocaron el cierre progresivo de los talleres tradicionales en Europa.

Hoy, Folch es una de las últimas fábricas de alfileres activas en el continente, un logro que la ha convertido en referencia para estudios de patrimonio industrial, como los recogidos por el Museu Nacional de la Ciència i la Tècnica de Catalunya (mNACTEC), que destaca la importancia de estas industrias familiares en la preservación de la identidad manufacturera catalana.

Un referente mundial desde Tarragona

Desde su sede en Montbrió del Camp, en este pueblo de Tarragona, Folch ha conseguido consolidarse como líder mundial en la fabricación de alfileres, exportando a más de treinta países. Su catálogo actual se organiza en tres grandes líneas: productos de confección industrial, mercería y manualidades creativas, y uso profesional o hobby.

Esta diversificación ha permitido a la empresa adaptarse a los tiempos sin perder su esencia. Según la Generalitat de Catalunya, las pequeñas y medianas industrias con arraigo familiar como Folch son un elemento clave para la economía local y un modelo de sostenibilidad productiva. En Folch, esa sostenibilidad se traduce en el uso responsable de materiales, el mantenimiento de empleos locales y la transmisión del conocimiento técnico entre generaciones.

Un destino para el turismo industrial

Más allá de su papel económico, la fábrica se ha convertido en un punto de interés turístico y cultural en este pueblo de Tarragona. Los visitantes pueden conocer el proceso de fabricación de los alfileres, recorrer las antiguas máquinas en funcionamiento y descubrir cómo una pieza tan sencilla ha influido en la historia del diseño, la moda y la artesanía.

Montbrió del Camp, además, ofrece un marco ideal para esta experiencia. Situado a pocos kilómetros de Reus y Tarragona, el municipio combina tradición rural con una creciente oferta de turismo industrial.