Alimentación emocional en niños. ¿Qué es?
La salud de los hijos es una de las cosas que más importa a los padres. Y esto pasa también porque se preocupen mucho de la dieta que siguen, que debe ser sana, completa y equilibrada en pro de su correcto crecimiento. Precisamente por todo esto, es importante que conozcan lo que se conoce como alimentación emocional.
A continuación, todos los detalles.
¿Qué es la alimentación emocional?
Como su propio nombre indica, la alimentación emocional es la que se refiere a la que se realiza no por hambre sino por emociones, estados de ánimo o situaciones de diversa índole. Es decir, uno puede comer por aburrimiento, por tristeza, por desesperación, por cansancio…Y eso supone un verdadero “peligro” pues se puede caer en excesos. Estos pueden traer consigo no solo que se produzca un aumento de peso sino que la situación puede acabar generando en un problema de obesidad. Claro, porque no hay que olvidar que cuando se come por emociones se cae en la ingesta de alimentos con muchos azúcares, con grasas o con harinas refinadas, por ejemplo.
Precisamente por eso, es importante tener bajo control la alimentación emocional en pro de evitar que los niños se topen con el hecho de que ponen su salud en peligro.
Causas y síntomas
Muchas son las causas que pueden llevar a un niño a caer en la llamada alimentación emocional. No obstante, entre las más significativas están el aburrimiento, la soledad, la ira, la depresión, el estrés o la tristeza, por ejemplo.
Si importante es conocer qué la origina, también lo es saber cómo se manifiesta. Pues bien, los niños que comen de esa forma debido a las emociones se percibirá que toman más cantidad de lo que es habitual en ellos. Eso sin pasar por alto otras señales como estas:
- Aumentan de peso de forma considerable.
- Parece que su hambre nunca está saciada.
- Comen en momentos del día en los que antes no lo hacían.
- Tienen “antojo” de ciertos productos.
¿Cómo controlar la alimentación emocional en los niños?
Cuando se sospeche que un niño lleva a cabo ese tipo de alimentación, lo primero que hay que hacer es certificarlo. Por eso, habrá que ver si cumple con las señales indicadas en el apartado anterior y también confiar en el pediatra. Este puede indicar no solo la necesidad de contar con la ayuda de un terapeuta o nutricionista sino también el llevar a cabo una serie de medidas tales como las siguientes:
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- A diario, realizar actividades fuera de casa en familia que le puedan resultar divertidas y que le permitan liberar las tensiones que tiene acumuladas.
- Es relevante que los padres dediquen un tiempo para hablar con él, para comunicarse. Eso estrechará los vínculos afectivos que existen entre ambas partes y le ayudarán a poder expresar lo que le sucede.
- De la misma manera, es importante que lleve una buena hidratación. Es decir, que beba suficiente agua, porque esta, además, tiene un marcado poder saciante.
- Ni que decir tiene que es esencial que en el hogar solo exista comida saludable, nada de productos con demasiados azúcares y grasas que pueda tomar el menor.
- Hacer que el pequeño tenga tiempo para disfrutar de ese hobby que le encanta, le relaja y le divierte.
Otras consecuencias de la alimentación emocional
El aumento de peso y poder tener que hacerle frente a la obesidad son algunas de las consecuencias que se considera que trae consigo la citada alimentación. No obstante, no hay que pasar por alto otras igualmente significativas como son estas:
- El menor puede tener problemas para poder conciliar el sueño, debido a digestiones pesadas o a que haya tomado alimentos con azúcares o cafeína.
- Puede suceder que se disparen sus niveles de colesterol, por ejemplo.
- Cabe la posibilidad de que manifieste una marcada hiperactividad.
- De la misma manera, también puede ocurrir que no sea capaz de concentrarse tanto en su día a día como en cuanto a los estudios. Una situación esta que, como es lógico, afectará a lo que es el rendimiento escolar.
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