La cultura y sus aforos en tiempos de pandemia
El Auditórium de Palma recupera ahora su actividad, si bien las restricciones de aforo le siguen afectando
Ver regresar a su escenario la temporada de abono de la Orquestra Simfònica Illes Balears es todo un símbolo
Con las últimas ampliaciones de aforos, relajando las severas medidas que la pandemia obligó a tomar, se da ahora la paradoja de que el deporte gana y la cultura pierde. Cuando se iniciaba el verano de 2020, el IB-Salut acordó en un principio que los aforos para la cultura podían llegar al 75%, aunque duró poco aquella autorización con la segunda ola, rebajándose entonces al 50%. Es cierto que en todo este tiempo las competiciones deportivas que se autorizaban tenían que hacerse a grada vacía. A puerta cerrada, vamos.
Hoy, a pesar de la incertidumbre que genera la posible llegada de una sexta ola, puede afirmarse que se han girado las tornas. Puesto que los aforos en los espacios culturales, por lo general cerrados, se mantienen en el 75% con la única ventaja de suprimirse las butacas vacías por seguridad. Respecto a los espacios abiertos como los estadios de fútbol, este fin de semana parece ser que ya se podrá llegar al 100%. En cualquier caso, los aforos de cultura han experimentado una sensible mejoría respecto del verano pasado.
Resultaba desolador en los meses de julio y agosto de 2020 el paisaje de los actos culturales con público; ahí está como ejemplo el recital de Malikian en el patio del palacio de La Almudaina, lo mismo en el Castillo de Bellver, e incluso la sala de música de Son Marroig o el claustro de Sant Domingo.
Durante el año transcurrido desde entonces hemos vivido paso a paso todas las ocurrencias posibles y como denominador común, la conducta ejemplar de todos y cada uno de los escenarios culturales. Un tiempo en el que no se abrieron las puertas del Auditórium de Palma, es decir el primer teatro de la isla, por la sencilla razón de que, siendo de propiedad privada, subsistir era lo prioritario. Podría decirse que es ahora cuando recupera su actividad, si bien las restricciones de aforo le siguen afectando a fecha de hoy.
En cualquier caso, ver regresar a su escenario la temporada de abono de la Orquestra Simfònica Illes Balears es todo un símbolo, una victoria frente al duro recorrido impuesto por la pandemia. Por razones que no voy a entrar a considerar, este año la temporada de abono ha decidido diversificar la sede, y lo que era habitual desde 1987 (ver el Auditórium como la sede), ahora pasa a representar una suerte de terna con abonos diferenciados.
Desconozco si ello conllevará un cierto grado de confusión entre el público habitual de los conciertos de temporada de la Simfònica. De hecho, tenemos la experiencia de trasladar un año, el 2011, la sede al Teatre Principal, y sin llegar a cuajar, lo que obligó a regresar al Auditórium. Ahora, solamente ocho de los 23 conciertos programados tendrán lugar en su Sala Magna, que es la única que fue expresamente diseñada para albergar conciertos sinfónicos, lo que no deja de ser una paradoja. O también una secuela de la pandemia.
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