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El chef asesinado en Brasil huyó de Mallorca tras ser condenado por una macroestafa

Fue sentenciado a seis años de prisión por una estafa de dos millones a la entidad bancaria en la que trabajaba

El chef mallorquín David Peregrina asesinado el pasado viernes en su restaurante junto a su mujer Erica da Silva, fue condenado en Mallorca hace once años por una macroestafa relacionada con hipotecas inmobiliarias llegando a defraudar cerca de dos millones de euros a Caixas Rural, donde trabajaba. En 2012 la Audiencia de Baleares le condenó en dos ocasiones por estafa, apropiación indebida y falsedad documental. Fue entonces cuando huyó a Brasil donde residía desde entonces.

David Peregrina Capó, de 53 años, y su esposa, la brasileña Érica da Silva Santos, de 38 años, fueron encontrados muertos con heridas de bala este viernes en Porto Seguro, en el sur de Bahía. Los cadáveres fueron encontrados en el restaurante de la pareja, a orillas del río Buranhém, en la isla Pau do Macaco. La policía trabaja con la hipótesis del robo aunque no descarta otras líneas de investigación.

Según publica la prensa brasileña, el restaurante Os Ribeirinhos está una zona turística del sur de Bahía, concretamente en la ruta gastronómica Ilha dos Ribeirinhos.  El cuerpo del chef asesinado en Brasil fue encontrado en la cocina del restaurante. El de la mujer se encontraba en la zona externa del lugar, cercana a la orilla del río. Al parecer, la mujer fue asesinada cuando intentaba huir.

Tras la fuga a Brasil de David Peregrina, la Audiencia Provincial dictó dos órdenes de detención, aunque ya habían prescrito.

Según la sentencias de la Audiencia de Baleares, David Peregrina se puso de acuerdo con los propietarios de una agencia inmobiliaria para diseñar una estafa a gran escala que se basaba en captar a testaferros que se hacían pasar por compradores de viviendas a cambio de dinero.

Junto a Peregrina fueron condenadas otras 29 personas implicadas en la trama. El método de los estafadores era falsificar certificados de empresa y nóminas de los compradores ficticios. Así ofrecían una apariencia de solvencia y lograban tasaciones elevadas sobre las viviendas que luego salían a la venta.

De esta manera lograron que la entidad concediera a los testaferros 18 préstamos hipotecarios que oscilaban entre los 75.000 y los 175.000 euros. El perjuicio causado al banco fue de más de dos millones de euros.