OKDIARIO habla con los negocios de Lucena atracados por un clan de okupas rumanos: «Es venganza»

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David García de Lomana

Desde 2018, los vecinos de Lucena (Córdoba), llevan luchando incansablemente contra el problema de la okupación ilegal. Un conflictivo clan familiar de nacionalidad rumana, muy bien organizado, se ha instalado en el pueblo. Los valientes vecinos han ido poco a poco, batalla a batalla, recuperando sus viviendas, pero los okupas están comenzado a tomar represalias: en la última semana han atracado los dos comercios que más insistentemente han denunciado la situación.

El último de los robos se produjo en la madrugada del miércoles: tres jóvenes encapuchados irrumpían en la panadería Aracelitana de la calle Mediabarba y se llevaban dos cajas registradoras. Todo en 20 segundos. Poco antes, habían intentado asaltar sin éxito el estanco aledaño. Su dueña, Mari Carmen, sufrió días atrás, mientras atendía a un cliente, el robo de su teléfono móvil.

Los okupas forman parte de una banda organizada y la Policía lleva tiempo pisando los talones a algunos de miembros. Peleas, drogas, redadas, juergas en plena pandemia, amenazas… La convivencia se ha vuelto insostenible. A pesar de que los vecinos han reforzado sus puertas para evitar okupas, se cuelan por las ventanas. Una vez dentro, enganchan la luz y el agua e incluso se apropian de las plazas de garaje para su uso y disfrute. Por si fuera poco, los lucentinos denuncian casos de violencia de género en el clan y la no escolarización de sus hijos.

Ocasionalmente, agentes de la Policía se presentan en el barrio con fotos de algunos de ellos: «¿Lo habéis visto? Está en busca y captura». Y de repente, un buen día, se fueron. Los lugareños creían que los okupas habían vuelto a su país natal, Rumanía, pero la vivienda había sido cedida a otros miembros de la misma familia. El pasado 17 de febrero, los vecinos evitaron que volvieran a acceder al inmueble, pero las consecuencias no se han hecho esperar.

«Será mucha casualidad, pero los dos comercios -la panadería y el estanco- que más han dado la cara en los medios señalando a los okupas son los dos que han sido atracados. Hemos logrado que ya no vivan entre nosotros, pero lo seguimos pagando. Es su forma de presionarnos, estas mafias son así», lamenta Juan, hijo del dueño de la panadería, a OKDIARIO Andalucía.

«Además de los destrozos» en el negocio, se llevaron, «que sepamos, un móvil y dos cajas registradoras. Mi padre dejó los hornos listos y se fue a las 01:00 horas. A las 02:53 horas saltaron las alarmas; habían reventado las puertas del local. Fue todo muy rápido. Tenemos una ligera sospecha de quiénes han podido ser, es blanco y en botella, pero no podemos decir nada», apunta Juan.

Su padre, Juan Guardeño, propietario del comercio, admite que sufren «problemas desde hace dos años. Por aquí cerca habían robado ya varias veces, pero a nosotros todavía no, no les interesaba». Hasta ahora. Su hijo resalta que «mientras fueran nuestros vecinos no nos iban a robar, pero ahora es cuando corremos peligro de verdad». A pesar de que los okupas -que vivían pegados a su trastienda- se han marchado recientemente y las puertas están tapiadas, los problemas no cesan.

«Te voy a cortar el cuello»

Mari Carmen es vecina de Lucena y dueña del estanco objeto del robo fallido: los okupas no pudieron romper la verja de acceso. «Estábamos avisados. La pasada semana me robaron el móvil y ahora pasa esto. Más claro, agua. Se están vengando», señala.

La mujer cree que para ajustar cuentas están enviando a terceras personas. «Ya nos han amenazado más de una vez con prender fuego al estanco o ponerle una bomba. Al niño de Juan le dijeron un día que le iban a pegar un tiro y otro que le cortarían el cuello», denuncia a este periódico.

La okupación en el pueblo pasó de anécdota a plaga: «Hemos llegado a tener tres familias por piso en un bloque de viviendas de nueve plantas, y en otra casa llegaron a juntarse casi 40 personas», detalla. Además, «la casa problemática en cuestión, de seis pisos, colinda con mi estanco».

Los okupas son todos de nacionalidad rumana. Los más civilizados, temporeros que llegan a Lucena para las temporadas de uva y aceituna: «Esos trabajan, van al campo, vuelven… No se meten con nadie». Los más peligrosos pertenecen a un clan que la Policía sigue de cerca. En su haber, armas blancas y armas de fuego. Están buscados por todo el país.

La banda de ‘Los Perca’

Las viviendas okupadas pertenecen a una entidad bancaria y a un particular. El propietario rehuía enfrentarse a ellos por miedo a posibles consecuencias: dueño de terrenos y maquinaria agrícola, era consciente de que podía verse en el punto de mira del clan.

Y con razón. La peligrosa banda de ‘Los Perca’, que en un principio merodeaba por el suroeste de España, en la zona de Almendralejo (Badajoz), trasladó su cuartel general a Lucena hace unos años. Los problemas entre ellos han sido frecuentes e incluso los vecinos han sido testigos de disputas en las que han acabado sacando sus pistolas.

De cuando en cuando, la Guardia Civil hacía acto de presencia en Nuestra Señora de Araceli, el barrio lucentino escogido por los okupas para fijar su nuevo asentamiento. Los agentes sabían del historial delictivo de la banda y querían cercar su búsqueda. Cuando la noticia de las sucesivas visitas de la Benemérita llegaba a los okupas, abandonaban la vivienda para dejar paso a otros familiares del clan. Y así sucesivamente. «Si se hubieran comportado de manera normal y cívica, no habríamos llegado a esto», sentencia Mari Carmen.

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