Hay que instruir con la cabeza y no con las vísceras

Hay que instruir con la cabeza y no con las vísceras

Eloy Velasco debería repasar el legado que Sócrates de Atenas dejó a Occidente. El gran maestro de maestros como Platón o Aristóteles —y uno de los padres de nuestra cultura cívica— establecía dos requisitos indispensables en el comportamiento de un buen juez: ponderar prudentemente y decidir con imparcialidad. Si el magistrado de la Audiencia Nacional atendiera a esos principios, evitaría ridículos en sus instrucciones como el que ha cometido tras citar a un funcionario inexistente que se usó para intentar incriminar al presidente de Murcia, Pedro Antonio Sánchez. A pesar de las advertencias por parte de la Consejería de Educación de Murcia sobre el perfil falso del misterioso Antonio E.P.M., el titular del Juzgado de Instrucción número 6 de la Audiencia decidió citarlo a declarar como testigo este pasado 13 de septiembre con el resultado de que nadie ha aparecido en sede judicial. Un hecho que debería hacer reflexionar a su señoría. Tanto para el correcto desempeño de su actividad profesional como para la salvaguarda de su propia reputación sería conveniente que dejara de instruir con las vísceras para hacerlo con la cabeza.

Es cierto que la libertad de pensamiento político es una de las máximas en democracia pero ese tipo de filias y fobias no pueden condicionar el desempeño imparcial que ha de exigirse a cualquier profesional de la justicia. Las leyes deben ser aplicadas con total asepsia e independencia para que realmente funcionen como garantes de nuestras libertades. Más allá de eso, cualquier exceso de celo puede culminar en episodios tan ridículos como el del funcionario fantasma de Murcia —parece una obra de Miguel Mihura— o, a lo peor, en episodios de sospechosa arbitrariedad. Resulta conveniente recordar que en una de sus actuaciones más llamativas, el juez Eloy Velasco mantiene en prisión provisional a Francisco Granados dos años después sin que éste sepa exactamente de qué se le acusa. Si la ley ha de ser inapelable con aquéllos que la incumplan, también hay que asegurarse de que ciertos veredictos no camuflan ningún tipo de autoritarismo o manía.

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