El independentismo se desinfla: un 75% menos de manifestantes que en la Diada de 2015

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El presidente Puigdemont en Salt (Gerona), durante la marcha independentista. (EFE)

Si ésta es la última Diada en España, habrá que preguntarse dónde estará Cataluña el año el 11 de septiembre de 2017. Porque parece que como estado independiente es complicado si nos atenemos al apoyo ciudadano a las soflamas de sus líderes. La convocatoria de este año ha contado con un75% menos de participación que la de 2015.

La división de la marcha independentista en cinco escenarios ya daba que sospechar. EN previsión de que una menor asistencia provocara fotografías comparativas inconvenientes, los convocantes, Òminium Cultural y la Assemblea Nacional de Catalunya (ANC), debieron pensar en una solución. Finalmente, sólo 370.000 personas han marchado en total por las cinco ciudades que acogían esta convocatoria secesionista (Salt, Tarragona, Barcelona, Berga y Lérida), en cálculos de la Delegación de Gobierno.

Los cálculos de las diferentes policías locales hacen más difícil la suma, si bien al ser todas ellas municipios proclives al secesionismo la adición da unas 800.000 personas… en todo caso, lejísimos del millón y medio del año pasado.

Este año todos los representantes institucionales han ido a las marchas –el presidente Puigdemont a Salt (Gerona), la presidenta del Parlament Forcadell a Tarragona, y Junqueras, Mas y la alcaldesa Colau a Barcelona– quitándose la careta para no apelar a una supuesta neutralidad, como hacía el ex jefe de Gobierno Artur Mas. Esa participación pretendía animar a los ciudadanos a salir a la calle y apoyar a sus representantes en sus proclamassecesionistas. Pero ni aún así lo han logrado.

Si el año pasado, la Guardia Urbana de Barcelona calculaba en más de 1,4 millones de asistentes el éxito de la manifestación independentista al calor de la Diada, este año uno de cada cuatro de los que acudieron el año pasado ha preferido quedarse en casa.

Ya la semana pasada, ANV y Òmnium se vieron venir la fatiga de la población con el asunto indepe. Quedaban siete días para la marcha y 50.000 personas menos se habían inscrito como participantes en la misma.

Los responsables de estas dos instituciones financiadas con dinero público de todos los españoles vía subvenciones culpan a los políticos de que los ciudadanos ya no estén tan interesados en la secesión. Según Jordi Sánchez, el líder de la ANC, los seis años de indefinición. con pasos adelante y atrás en el desafío a las leyes y a las instituciones democráticas del Estado español han llegado a exasperar a los catalanes nacionalistas.

El proceso, recordémoslo, se inició ya hace más de juan década, cuando el entonces candidato del PSOE a la Moncloa, José Luis Rodríguez Zapatero agradeció los servicios del PSC en su elección como líder socialista y arengó en un mitin a su tropa con autocomplacencia: «¡Aprobaré el Estatuto que salga del Parlament de Cataluña!» ZP arrancó aplausos y, sobre todo, sonrisas maliciosas de quienes llevaban años preparando el terreno.

Era noviembre de 2003 y en Cataluña gobernaba un tripartito del PSC con los independentistas de ERC y los indefinidamente ambuguos de Iniciativa, hoy subsumidos en eso que se llama confluencias de Podemos, el partido que un día reclama el referéndum de autodeterminación y otro sigue opinando lo mismo pero se lo calla.

Este domingo, Xavier Domènech (En Comú Podem) decía que los culpables de todo eran «los inmovilistas del PP», aunque olvidaba que todo comenzó con Zapatero y Montilla. La alcaldesa de Barcelona, socia de los de Pablo Iglesias en la capital catalana, también se ha unido este año a la marcha independentista, en total incoherencia con lo que decidió en 2015, cuando decidió no acudir «a título personal» en su condición de primera edil de todos los barceloneses.

Cuando se aprobó aquella reforma del Estatut auspiciada por ZP y éste llegó al Congreso de los Diputados, el presidente Zapatero, ya en Moncloa, le dio gato por liebre a Artur Mas, por entonces líder del nacionalismo catalán. Porque tras recortarle algunas aristas, le prometió que el TC respetaría el texto, aunque éste era abiertamente anticonstitucional. Era enero de 2006 y todavía quedaban cuatro años para la sentencia del Constitucional, tras el recurso del Partido Popular.

Y cuando la sentencia llegó, con España en plena crisis económica y el Gobierno hinchando la deuda pública a golpe de Planes-E, el entonces president de la Generalitat, el socialista Montilla, se unió a la manifestación contra la sentencia… para salir escaldado de la misma. Era el 11 de julio de 2010.

La ola nacionalista se retroalimentaba. La crisis económica era un caldo de cultivo perfecto para el «Espanya ens roba». Y mientras el patriarca Pujol empezaba a hacer declaraciones incendiarias –»si hubiera un referéndum,a hora votaría ‘sí’ a la independencia»–, se publicaban noticias sobre el enriquecimiento exagerado y extremadamente rápido de sus hijos.

Sólo cuatro meses después, en noviembre de ese mismo año, las elecciones auparon a Artur Mas al Govern. Desde entonces, dos convocatorias electorales en las que Mas pretendía aprovechar la ola independentista sólo han logrado hundir a su partido, acabar con su carrera política y exasperar a los ciudadanos, que han tenido que ir a votar los mismos programas tres veces, mientras nadie gobernaba ni daba soluciones a sus problemas, al tiempo que el gran patriarca Jordi Pujol se confesaba un defraudador de impuestos y el partido del régimen, Convergència, veía sus sedes embargadas por los juzgados ante decenas de casos de corrupción y debía refundarse a toda prisa.

Así ha llegado 2016, el año en que Oriol Junqueras ha vaticinado que será el de la última Diada en España… justo el año en que los ciudadanos han empezado ya a darle la espalda e las movilizaciones inútiles. Claro, que además España está saliendo de la crisis y los tribunales ya están demostrando que quienes ‘robaban’ eran algunos de esos políticos mesiánicos, sus familiares y quienes los amparaban.

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