La Granja de San Ildefonso, un viaje por la historia monárquica de España
La Monarquía en nuestro país siempre ha estado marcada por su impresionante legado. Los sucesivos reyes que han pasado por el trono de España siempre han ido acompañados de grandes construcciones repletas de lujo que se han convertido en auténticos museos en la actualidad. Unos edificios que han perdurado en el tiempo y que el paso de los años ha vuelto mucho más accesible para todo turista que quiera echar un vistazo al patrimonio arquitectónico de nuestro país. El Palacio Real de El Pardo, El Palacio Real de Granjuez o el Palacio Real de Riofrío son una muestra del impresionante patrimonio de la monarquía española a lo largo de los siglos. Pero si hay uno que podemos destacar entre todos ellos, a parte del de Madrid, es el Palacio Real de la Granja de San Ildefonso. Una preciosa edificación en la que residió, entre otros, el rey Felipe V y que se presenta como uno de los grandes atractivos para una escapada veraniega.
El palacio del turismo
Seguramente si escuchas la expresión «Palacio Real» se te venga a la cabeza la capital de España y ese precioso edificio situado en pleno centro, Pero hay vida más allá de Madrid y la Monarquía española extendió su legado arquitectónico por todo el territorio nacional. En este caso vamos ha hablar de la Granja de San Ildefonso, un destino situado junto a localidades segovianas de La Pradera de Navalhorno y Ríofrío que se ha destapado como uno de los grandes atractivos turísticos del 2017.
Considerado como una e las mayores muestras de esplendor de nuestra monarquía, esta lujosa edificación se enmarca como el lugar perfecto para disfrutar de una escapada de fin de semana. La gastronomía, la cercanía a las grandes ciudades y un precioso entorno natural son los sellos de identidad de un palacio que supura historia por cada uno de sus poros. El aire fresco es habitual en un destino situado en el corazón de un frondoso bosque en el que una preciosa sierra aporta ese toque tan típico de las mejores postales.
Un destino «real»
Hogar de algunos de los reyes más destacados de nuestra historia, el Palacio Real de la Granja de San Ildefonso comenzó a labrarse un nombre gracias a Felipe V. Considerado como el primer rey Borbón de España, este conocido rey adquirió y reformó este lugar con la finalidad de pasar los últimos años de su vida alejado del bullicio de las grandes poblaciones. Cabe destacar que esta construcción pertenecía anteriormente a los monjes jerónimos por lo que siempre ha estado cargado de un más que notable contenido religioso.
Todo iba bien en la realeza, Felipe V había abdicado en su hijo Luis, pero la muerte repentina de este le obligó a volver al trono. El cariño que el primer rey Borbón tenía a la Granja le hizo ampliar sus territorios y convertir este lugar en su vivienda habitual. Un lugar en el que invirtió grandes cantidades de dinero para que pudiera alojarse allí toda la corte y que encargó a los arquitectos y decoradores más conocidos de la época: Procaccini, Juvarrra y Ardemans.
Merece la pena mencionar que estos reputados profesionales marcaron los jardines como uno de sus objetivos principales. Una zona que cuenta con más de 146 hectáreas de extensión que se encuentra dividida en cuidados bosques y zonas de descanso por las que merece la pena pasear. Las fuentes son otra de las características más habituales de un lugar en el que se respira tranquilidad y sosiego y por donde han paseado algunos de los mandatarios más importantes de nuestra historia. Sin olvidarnos del gran estanque conocido como «el mar» en el que desembocan las aguas de todas y cada una de las 26 fuentes de esta colorida pradera.
La Real Fábrica de Cristales
En toda visita a la Granja de San Ildefonso es obligatorio hacer una parada en la famosa Real Fábrica de Cristales. Una factoría construida por Carlos III en 1770 en la que se tenían en cuenta las laboriosas técnicas de soplado a pulmón para la realización de vidrio hueco. Las obras de arte que se elaboraban entre esas paredes se han mantenido hasta la actualidad conformando un impresionante museo que se transformó, pasados los años, como la sede de la Fundación Centro Nacional de Vidrio.
Los horarios de visita son infinitos en un enclave turístico en el que poder conocer la historia del vidrio en nuestro país y las diferentes técnicas que los profesionales del sector han ido utilizando con el paso de los tiempos. Un lugar en el que poder adquirir un recuerdo personalizado, ya que aún se siguen produciendo todo tipo de figuras decorativas de bella apariencia.
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