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Durante años, Google Chrome fue sinónimo de rapidez, simplicidad y eficacia. Cuando lo descubrí, allá por 2010, me pareció una revolución frente a Internet Explorer. Todo era inmediato, pestañas ligeras, sincronización entre dispositivos, una interfaz limpia y un rendimiento que hacía parecer lentos a los demás navegadores. En aquella época, usar este navegador era apostar por la modernidad. Sin embargo, con el paso del tiempo esa sensación se fue diluyendo. Hoy, en 2025, no solo no lo uso, sino que ni siquiera me planteo volver a instalarlo.
De la ligereza a la pesadez
Lo que comenzó siendo un navegador ágil acabó convirtiéndose en uno de los programas más pesados y exigentes en recursos. Chrome empezó a devorar memoria RAM sin control, ralentizando el sistema y afectando al rendimiento general del ordenador. Ese fue el punto de inflexión para muchos usuarios que, como yo, optaron por alternativas más equilibradas. En mi caso, el salto a Safari dentro del ecosistema Apple fue lo lógico.
La desconfianza hacia Google
Otro motivo que me alejó de Chrome fue la excesiva dependencia de los servicios de Google. El navegador se había convertido en una extensión más de su negocio publicitario, recopilando datos, hábitos y preferencias para alimentar su sistema de personalización. Aunque se puede limitar el rastreo, el propio diseño del navegador te empuja constantemente a mantener la sesión activa, sincronizarlo todo y depender de su nube. En un momento en el que la privacidad es un valor al alza, Chrome dejó de inspirarme confianza.
Un navegador que ya no sorprende
Chrome fue innovador y lo fue de verdad. Pero desde hace años parece vivir de rentas. Los avances más visibles se centran en integrar la inteligencia artificial de Gemini o en mejorar la sincronización con Android, algo útil para quienes dependen por completo del ecosistema de Google, pero que no aporta demasiado a quienes usamos otras plataformas. La sensación general es que Chrome se ha vuelto plano, predecible y hasta un bastante aburrido.
Competidores mucho más atractivos
Mientras Chrome ha perdido su brillo, navegadores como Edge, Opera o Brave han evolucionado con propuestas que ponen al usuario en el centro. Edge ofrece un rendimiento impecable con herramientas de productividad integradas; Opera da muchas opciones diferentes y prácticas; y Brave ha logrado atraer a quienes buscan velocidad sin ceder privacidad. Todos ellos representan justo lo que Chrome fue en su día, una alternativa mejor.
La comodidad del ecosistema
Hoy trabajo en un entorno dominado por Apple. Y aunque Safari no es perfecto, su integración con macOS y el iPhone resulta difícil de igualar. No tengo que preocuparme por el consumo de batería, las sincronizaciones funcionan a la primera y la experiencia es fluida. En ese sentido, Chrome se siente como un invitado que ya no encaja. Quizás si volviera a Windows le daría una oportunidad, pero incluso allí, Edge ofrece prácticamente lo mismo con menos mareos.
El navegador que marcó una época
No se puede negar que Chrome cambió internet. Su filosofía de pestañas, su motor de renderizado rápido y su apuesta por la web de vanguardia marcaron un antes y un después. Pero esa etapa pertenece al pasado. Lo que fue una herramienta revolucionaria se ha transformado en un producto corporativo, pesado y sin alma. Y cuando la tecnología deja de emocionarte, simplemente dejas de usarla.
La elección de 2025 no es Chrome
Ocho años después de haberlo dejado, Chrome sigue siendo el más usado del mundo, pero ya no por convicción, sino por inercia. La mayoría de usuarios lo utilizan porque venía instalado o porque nunca se plantearon cambiar. Y eso, en el fondo, resume el estado actual del navegador, no enamora, pero permanece. Para mí, el futuro está en las herramientas que priorizan la experiencia, la seguridad y la eficiencia, no en las que solo buscan retenerte dentro de un ecosistema.
Gracias, Chrome
Google Chrome me acompañó durante años y le reconozco todo lo que aportó. Pero igual que uno cambia de coche, de teléfono o de forma de trabajar, también puede cambiar de navegador. A veces, dejar atrás algo que funcionó bien es simplemente aceptar que ya no encaja con la manera en que navegamos hoy.
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