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Prisiones

Cuatro presos drogan a un funcionario de prisiones en Murcia en venganza «porque les cacheaba»

Un funcionario tuvo que abandonar su puesto de trabajo muy mareado. Tras tomarse un café con un recluso dio positivo en benzodiacepinas

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  • Manuel de Castro
  • Candás, Asturias (1998). Es redactor de Investigación en OKDIARIO. Estudió Economía y Periodismo en la Universidad CEU San Pablo. Tras trabajar en Generali y Deloitte, pasó al periodismo de la mano de 7NN TV en 2021. También hizo el pódcast "Madrid, 11 de marzo", disponible en todas las plataformas. En mayo de 2023 ficha por OKDIARIO.

Un funcionario de prisiones del centro penitenciario Murcia II resultó drogado hace unos días por un preso de confianza de Instituciones Penitenciarias en colaboración con otros tres internos el pasado 4 de julio. Según denunció el funcionario, comenzó a sentirse cansado y mareado por la tarde, cuando los presos debían volver a sus celdas para proceder al recuento de última hora. Aquella noche el funcionario llegó a su casa a duras penas y acudió a Urgencias de su centro de salud donde le administraron un medicamento. Al día siguiente se sometió de manera voluntaria a una prueba de orina para la detección de sustancias tóxicas y resultó que era positivo en benzodiacepinas. Otro preso, que había sido testigo de cómo los otros cuatros intoxicaban el café, fue el que explicó una semana después lo ocurrido. Lo hicieron porque «les molestaba que les cacheara en el gimnasio y en la escuela». La benzodiacepinas son medicamentos psicotrópicos que se utilizan para tratar los trastornos de ansiedad y el insomnio, entre otras enfermedades. El preso se encuentra ya en el módulo de aislamiento.

El martes 4 de julio a las seis y media de la tarde en Campos del Río, donde se ubica la prisión de Murcia II, un funcionario que vigilaba la sala de estar, recibió la oferta de un recluso de confianza para tomar un café. No era el primero que tomaban juntos, precisamente por la confianza que Instituciones Penitenciarias tenía depositada en el preso.

A las ocho de la tarde de ese mismo 4 de julio, mientras los presos subían a sus celdas para el recuento, minutos antes del cambio de turno, el funcionario empezó a sentirse sin fuerzas, con mareos y dificultades para leer con claridad. Sospechando que puede ser por el calor, tomó fruta fresca y bebió mucha agua, pero los mareos aumentaban e iban acompañados de dificultad para moverse, pensar y expresarse. El funcionario abandonó su puesto de trabajo para llegar pronto a casa y descansar. La cosa se complicó: es imposible conducir en esas condiciones: «me da vueltas todo, casi no puedo hablar por teléfono», explica en su relato ante el Jefe de Servicios de la prisión.

El funcionario, cuyo domicilio está a 45 minutos en coche de su puesto de trabajo, tuvo que detenerse en una gasolinera y avisar a su mujer para que viniese a buscarle. También le pidió al empleado de la estación de servicio que estuviese pendiente por si acabase sufriendo un desmayo. El funcionario, cada vez en peor estado de consciencia, empezó a preguntarse entonces la causa del fuerte dolor de cabeza y taquicardias, y ahí empezó a sospechar del café que le ofrecieron a media tarde.

Ya con su esposa el funcionario de prisiones acudió a urgencias en su localidad de residencia, donde le hicieron un reconocimiento pero sin analítica de tóxicos. Tras administrarle Nolotil, recibió el alta médica. Tras una noche de sueño profundo pero «malas sensaciones» (sin fuerzas y con sudores fríos), el día siguiente continuó pasándolo mal (bolsas en los ojos y la cara desfigurada). Aún así, acudió a su puesto de trabajo, donde le hicieron una prueba de orina para la detección de sustancias tóxicas. Resultado: positivo en benzodiacepinas. Sabiendo que él no toma ninguna medicación parecida, la principal hipótesis pasó a ser el café.

Un testigo

Una semana después, otro preso acudía a hablar con un compañero del funcionario al que drogó el preso de confianza. Se le tomó declaración y afirmó que, el preso que ofreció el café no actuó solo. Otros tres reclusos participaron delante de sus ojos. Entre los cuatro, tres están en prisión por violencia de género y otro por tráfico de drogas. El confidente contó cómo vio cómo echaban varias pastillas al café, a sabiendas de que eran para el funcionario. Lo hacían, según el propio recluso, bajo los efectos de las drogas. Según afirma, los conspiradores querían «darle una lección al funcionario», ya que «les molestaba que les cacheara en el gimnasio y en la escuela».

Según afirma este testigo, una de las medicaciones que le echaron en el café fue Diazepam de 25 miligramos, aportado por uno de los colaboradores distinto al que ofreció el café al funcionario. Otro de los presos echó Pregabalina de 300 miligramos, mientras que el que ofreció la bebida al funcionario de prisiones aportó un gramo de Alprazolam. El que echó la pregabalina también se encargó de picar y mezclar en el café toda la medicación, mientras que el cuarto de ellos comentaba: «vamos a reírnos de él y que le den por culo». Finalmente, el mismo que puso su gramo de alprazolam fue quien ofreció al trabajador el café. Una vez drogan al funcionario de prisiones, según relata este confidente, estuvieron en el patio observando al funcionario, esperando a que se tambaleara y riéndose de él.