¿Qué santos se celebran hoy, sábado 7 de junio de 2025?
Entre los santos que hoy se celebran, destaca Ana de San Bartolomé
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¿Qué santos se celebran hoy, sábado 7 de junio de 2025? Aunque muchas personas relacionan la festividad de los santos únicamente con tradiciones antiguas o costumbres religiosas, lo cierto es que recordar y honrar a quienes dedicaron su vida a los demás, a la fe o a causas de gran trascendencia moral sigue siendo una forma de conectar con valores universales. La fecha de hoy, nos ofrece la oportunidad de conocer más de cerca a figuras que, aunque nacidas en contextos muy distintos al nuestro, dejaron una huella profunda que continúa viva en la memoria colectiva.
Hoy celebramos la vida de tres figuras muy diferentes entre sí, pero unidas por una trayectoria marcada por el servicio, la entrega y la convicción: la Beata Ana de San Bartolomé, inseparable compañera de Santa Teresa de Jesús y fundadora de conventos en Europa; San Roberto de Newminster, un abad cisterciense que contribuyó de manera decisiva al crecimiento del monacato en Inglaterra; y la Beata Urraca Díaz de Haro, noble castellana que renunció al poder y al mundo para entregarse a la vida monástica en el Monasterio de Cañas. A continuación, repasamos la historia de estos tres grandes nombres que la Iglesia recuerda en el día de hoy, acercándonos a sus vidas con detalle y buscando comprender qué los hizo especiales, no solo en su tiempo, sino también para los creyentes y estudiosos actuales.
Beata Ana de San Bartolomé
Nacida como Ana García Manzanas el 1 de octubre de 1549 en Almendral de la Cañada (Toledo), la Beata Ana de San Bartolomé es una de las figuras más entrañables y discretamente admiradas de la reforma del Carmelo Teresiano. Su vocación religiosa se manifestó desde muy joven, pero no lo tuvo fácil: la oposición de sus hermanos y una grave enfermedad marcaron sus primeros pasos. Fue gracias a la intercesión de San Bartolomé Apóstol que, tras una súplica desesperada, recobró la salud, y en señal de gratitud adoptó su nombre al ingresar en la Orden Carmelita Descalza.
Ana fue la primera lega en el convento de San José de Ávila, donde trabó una relación profunda y espiritual con Santa Teresa de Jesús. No sólo fue su enfermera, cocinera o secretaria: fue literalmente su sombra. Las unía una amistad mística y humana de una intensidad poco común. Santa Teresa falleció en brazos de Ana, reconociendo en ella no sólo a una compañera fiel, sino a una auténtica heredera espiritual. Tras la muerte de Teresa, Ana continuó su legado viajando por Europa: fundó conventos en Francia y en los Países Bajos, donde contó con el apoyo de personalidades tan destacadas como la infanta Isabel Clara Eugenia.
En Amberes, donde falleció el 7 de junio de 1626, Ana de San Bartolomé se convirtió en una figura de devoción popular. Era consejera de soldados, nobles y campesinos; su vida de oración, su sabiduría práctica y sus intuiciones sobrenaturales le ganaron el respeto de todos. Fue reconocida incluso como la Libertadora de Amberes por su intercesión milagrosa en momentos de peligro militar. Aunque su proceso de beatificación se alargó durante siglos por razones políticas, fue beatificada en 1917 por el papa Benedicto XV, quien destacó su testimonio como defensora de la paz en tiempos convulsos.
San Roberto de Newminster
El segundo santo que recordamos hoy es San Roberto de Newminster, un inglés nacido hacia el año 1100 en el distrito de Craven, cerca de Skipton, en el norte de Yorkshire. Tras formarse en la Universidad de París y ejercer como rector en su tierra natal, ingresó en la vida monástica con gran celo. Primero en la abadía benedictina de Whitby y después como uno de los fundadores de Fountains Abbey, una de las más célebres casas cistercienses de Inglaterra. En sus inicios, la vida allí fue extremadamente dura: los monjes vivían casi sin recursos, pero su austeridad y caridad llamaron pronto la atención.
Gracias a la generosa donación de Hugh, deán de York, Fountains Abbey prosperó, y Roberto fue enviado a fundar un nuevo monasterio en Newminster, en Northumberland. Allí fue abad durante más de dos décadas, y bajo su liderazgo nacieron otras tres comunidades monásticas. Su figura fue respetada no solo por sus cualidades espirituales, sino también por su capacidad para gobernar con justicia y humildad.
Uno de los episodios más curiosos y reveladores de su vida fue una acusación infundada lanzada por un monje envidioso, que lo obligó a presentarse ante San Bernardo de Claraval. Lejos de condenarlo, San Bernardo reconoció la virtud de Roberto gracias a una revelación interior y le regaló su cinturón, que se conserva en Newminster y es considerado milagroso. A su muerte en 1159, su tumba se convirtió en lugar de peregrinación, y se documentaron múltiples milagros. San Roberto es recordado como un hombre de integridad y fe firme, que prefirió el servicio humilde al poder o la notoriedad.
Beata Urraca Díaz de Haro
La tercera figura que celebramos hoy es menos conocida fuera de los círculos históricos y religiosos, pero no por ello menos interesante. Se trata de Urraca Díaz de Haro, también conocida como Urraca de Cañas, hija del poderoso Diego López II de Haro. Nacida alrededor de 1192, contrajo matrimonio con Álvaro Núñez de Lara, con quien no tuvo descendencia. Tras enviudar joven, decidió cambiar radicalmente de vida y se retiró al Monasterio de Cañas, donde fue abadesa desde 1222 hasta su muerte en 1262.
Urraca no fue una simple figura decorativa en el convento: como miembro de la influyente Casa de Haro, aprovechó su posición para impulsar donaciones, consolidar las propiedades del monasterio y reforzar su papel en la región. Numerosos documentos medievales la presentan como mujer activa, resolutiva y generosa, con una capacidad de gestión poco común en su época. En un tiempo en que las mujeres nobles se limitaban a segundas nupcias o a la discreción cortesana, Urraca eligió una vida dedicada por completo a la espiritualidad, el gobierno monástico y la caridad.
Su fama de santidad, aunque no reconocida oficialmente por la canonización, se fue extendiendo primero entre las monjas de su comunidad y más tarde entre los cistercienses y cronistas religiosos. Desde principios del siglo XVII comenzó a ser venerada como beata, y hasta hoy su figura sigue siendo objeto de estudio y devoción en La Rioja, especialmente en el Monasterio de Cañas, donde reposan sus restos. Se la recuerda como símbolo de entrega, recogimiento y sabiduría espiritual, una santa de noble cuna que eligió el anonimato del claustro antes que los salones del poder.
Otros santos que se celebran el 7 de junio
Junto a los mencionados, en este día se celebra también a estos otros santos:
- San Claudio de Besançon.
- San Deocaro (abad)
- San Roberto
- San Abencio o Habencio (mártir). Fue compañero de Jeremías, Pedro, Sabiniano, Walabonso y Wistremundo; con los que sufrió martirio y muerte el 7 de junio del 851, día que conmemora la Iglesia