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¿Qué es el síndrome del niño zarandeado?

La Asociación Española de Pediatría señala que de los 450.000 niños nacidos al año, unos 100 pueden padecer este síndrome

En su etapa de bebés, los niños son especialmente frágiles y vulnerables. ¿Has oído hablar del síndrome del niño zarandeado? Toma nota de estos consejos.

En el año 2017, un padre valenciano fue condenado a dos años de prisión y una enorme indemnización económica a su propio hijo por lesiones que le dejarán secuelas de por vida. ¿Qué hizo? Pues algo que muchos padres y madres hacen con sus bebés: zarandearlo. En realidad, la Asociación Española de Pediatría alerta sobre los graves riesgos de este hábito, que conforman el síndrome del niño zarandeado. Se calcula que 100 niños españoles al año lo padecen. Deja de sacudir al bebé y… ¡sigue leyendo!

¿Por qué produce daños el zarandeo?

Sacudir enérgicamente al niño o zarandearlo con fuerza puede ser muy peligroso. La cabeza de los bebés es grande respecto de la proporción de su cuerpo y en relación a niños de más edad. Representa el 25% del peso total.

Por otra parte, los músculos del cuello todavía son débiles; de hecho, los bebés no logran un control total de su cabeza sino hasta el primer año de vida. El zarandeo y otras actividades como alzar al bebé en forma brusca por encima de la cabeza, darle volteretas en el aire o colocarlo en saltadores o jumpers, hacen que el cerebro rebote contra el cráneo provocando lesiones como hematomas, inflamación, presión, sangrado y daños irreparables.

Qué es el síndrome del niño zarandeado

Es un tipo de traumatismo craneal causado por movimientos bruscos de la cabeza del bebé. Se produce en niños menores de dos años cuando son sacudidos violentamente y la cabeza se mueve de adelante hacia atrás. Se conoce también como Trauma Craneal no Accidental.

Y es que, este fenómeno tiene una incidencia de 20 a 25 casos por cada 100.000 niños en todo el mundo y un 10% de los bebés que lo han padecido fallecen. Según la Asociación Española de Pediatría, en nuestro país, de los 450.000 niños nacidos al año, unos 100 pueden padecer este síndrome.

Según las mismas fuentes, este síndrome produce con frecuencia secuelas a largo plazo. Uno de cada diez niños que sufren un zarandeo grave, fallece. De los supervivientes, la mitad queda con secuelas graves e irreversibles, como parálisis cerebral, retraso mental, ceguera o epilepsia.

Los niños que han sido sacudidos con menos intensidad, pero de manera repetida, pueden desarrollar dificultades para aprender a hablar,  tener falta de coordinación motora o problemas de aprendizaje.

Los síntomas son:

Las consecuencias son muy graves. Se calcula que en el 30% de los casos de síndrome del niño zarandeado la consecuencia es el fallecimiento del bebé. El resto puede quedar con secuelas neurológicas graves, ceguera, parálisis cerebral o retraso psicomotor.

Prevención

Más allá de juegos o irritación pasajera por el llanto del bebé, el síndrome del niño zarandeado es un signo de maltrato físico infantil.

También la prevención del síndrome del niño zarandeado pasa por la educación y la concienciación. Es crucial que los padres y cuidadores reciban formación sobre cómo manejar el estrés y las emociones de forma saludable. Algunas recomendaciones para prevenir el síndrome del niño zarandeado incluyen:

Además, los hospitales y centros de salud deben estar capacitados para reconocer las señales de abuso y proporcionar un diagnóstico adecuado. La detección temprana puede hacer una gran diferencia en el pronóstico del niño.

Por otra parte, la sociedad también juega un papel crucial en la prevención del síndrome del niño zarandeado. Las campañas de sensibilización, la educación en el cuidado infantil y el apoyo a los padres y cuidadores pueden reducir la incidencia de este tipo de abuso. Además, el sistema judicial y las agencias de protección infantil deben actuar de forma diligente para investigar cualquier sospecha de abuso y garantizar la seguridad de los niños.

Así, el síndrome del niño zarandeado es una forma de abuso infantil que puede tener consecuencias devastadoras. La clave para su prevención radica en la educación, la sensibilización y el apoyo adecuado a los padres y cuidadores. La detección temprana y la intervención médica pueden marcar la diferencia entre la vida y la muerte para muchos niños, y garantizar un futuro saludable y libre de traumas para los más pequeños.