Medicamentos: la Trazodona
Entre los medicamentos más recetados para tratar la depresión, está la trazodona. ¿En qué casos se prescribe y cuáles son las precauciones en su administración?
La trazodona es uno de los antidepresivos más recetados. Además de ser sumamente eficiente para regular los niveles de serotonina, (sustancia que se encarga de mantener el equilibrio del cerebro), sus efectos adversos son menores en comparación con fórmulas similares. Incluso algunos especialistas la prescriben para controlar el impacto negativo que conlleva el consumo de medicinas muy fuertes. Principalmente los episodios de movimientos involuntarios.
El consumo de este medicamento debe realizarse bajo estricta vigilancia médica. Sobre todo, si se trata de jóvenes de entre 18 y 24 años o adolescentes y niños. Aunque no hay estudios concluyentes, se sospecha que puede incitar conductas suicidas o de autoflagelación.
Mucho más que un antidepresivo
La trazodona se prescribe, además de para atender casos de depresión clínica, (con o sin ansiedad), como parte de los tratamientos para combatir la esquizofrenia. También para tratar a pacientes con dificultades relacionadas con el sueño y el descanso; desde insomnio hasta pesadillas frecuentes.
Su eficacia en la reducción de los síntomas depresivos es utilizada en personas que cursan terapias para superar la adicción al alcohol. Lo mismo entre quienes viven con el trastorno obsesivo-compulsivo o que enfrentan con frecuencia ataques de pánico. No es un medicamento que ‘cure’ la depresión, solo la controla.
La Trazodona: un medicamento que exige precauciones
Siempre hay que insistir en un punto muy importante: la administración de esta sustancia solo puede ser ordenada por un especialista. Además, dados los riesgos que puede traer su consumo, se recomienda que los pacientes acudan una vez a la semana a una consulta médica y permanezcan bajo constante supervisión mientras dure el tratamiento
La Trazodona está muy lejos de ser totalmente inocua. Puede generar fuertes reacciones alérgicas y síndrome de secreción inadecuada de la hormona antidiurética. También se asocia su consumo con la aparición repentina de trastornos alimenticios. Se pueden presentar cuadros tan dispares como anorexia, vómitos y diarreas constantes o aumento desproporcionado del apetito, con el consecuente aumento de peso.
Efectos secundarios
Pese a que se receta para controlar la ansiedad y los ataques de pánico, algunas de sus reacciones pasan por estimular aquello que deberían evitar. Incluidos episodios maníaco-depresivos y ansiedad incontrolable. Las arritmias cardiacas, dificultades a nivel sexual (pérdida de interés y disfunción eréctil, entre otros casos), fatigas y debilidad general, forman parte de los posibles efectos secundarios.
Algo muy importante a tener en cuenta: este medicamento no cura la depresión. Es un método muy eficiente para tenerla siempre bajo control. Por último, ninguna persona puede suspender su administración de manera abrupta y unilateral. El médico tratante no solo debe estar enterado, detendrá el tratamiento de forma paulatina, disminuyendo la dosis paulatinamente. En definitiva, se trata de evitar reacciones adversas virulentas.
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