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Pediatra, escritora y madre

Lucía Galán: «Lo que marca la diferencia es la actitud que tomamos frente a las adversidades»

"Esa anhelada felicidad que todos buscamos, no es tanto lo que nos ocurre sino qué hacemos con eso que nos ocurre, cómo lo gestionamos y cómo lo disfrutamos"

"Pedir ayuda a un psicólogo o psiquiatra no te convierte en débil, no; ni en 'loco', ni en 'trastornado', no. La pandemia no ha hecho más que poner en evidencia un problema"

«Soy pediatra y escritora a la vez que madre. Me encanta ayudar a madres y padres (o futuros madres y padres) a conseguir ser felices ante lo que pienso que es la mejor experiencia vital: tener un hijo». Así se describe Lucía Galán Bertrand, que actualmente es socia fundadora y directora del Centro Creciendo, en Alicante.

Galán ha presentado esta semana en Madrid su sexta obra, editada por Planeta. Bajo el título «La vida va de esto», la autora pretende «mostrar sus experiencias más personales, su día a día cuando se quita la bata de médico».

Se muestra, explica la editorial, «como madre imperfecta, como pediatra veterana, como pareja ilusionada y como mujer de éxito». Y así se dirige, a lo largo de 217 páginas ilustradas, a sus lectores, «a los padres y madres de adolescentes, a los que han tenido un bebé y llevan meses sin dormir, a las chicas que han tenido su primera regla, a las madres de las madres, al compañero de viaje, a la vida, a la muerte, a la mujer emprendedora y a quienes no se rinden»…. ¡Incluso a los Reyes Magos!

La autora, cuya labor divulgativa le ha hecho recibir reconocimientos como el Premio a la Mejor Divulgadora, otorgado por la Organización Médico Colegial (OMC), y el Premio Pepe Cervera al pensamiento crítico en redes y medios de comunicación, además de haber sido incluida en la revista Forbes como Mejor influencer en Salud 2019, ha publicado con Planeta otras cinco obras: «Lo mejor de nuestras vidas»; «Eres una madre maravillosa»; «El viaje de tu vida»; «La agenda de mi bebé» y «El gran libro de Lucía, mi pediatra», publicados por Planeta, que se han convertido en grandes éxitos editoriales; y de la serie de libros infantiles «Cuentos de Lucía, mi pediatra»(1 y 2), y «Cuentos de otoño de Lucía, mi pediatra», publicados por Timun Mas Infantil. Su compromiso con la infancia la hizo ser nombrada miembro del Consejo Asesor de Unicef, con el que realiza viajes a terreno en países como Senegal o Níger.

PREGUNTA.- ¿Más de un millón de seguidores en redes sociales (591K en IG, 67K en Tw Y 364k Fb) y un blog de referencia, ha escrito seis libros y ejerce como pediatra en su propio centro médico, amén de dedicarse a sus dos hijos adolescentes? ¡Y yo con estos pelos! ¿Cómo lo hace?

RESPUESTA.- Bueno, contado así suena difícil ¿verdad? La realidad es que, aunque fácil no ha sido, sí ha sido una carrera literaria y médica progresiva en estos últimos ocho años. Como diría Woody Allen, «tardé más de diez años en tener éxito de la noche a la mañana», ¡pues eso! Supongo que el secreto radica en que esta actividad frenética de ejercer de pediatra, montar mi propio centro médico que pronto llegará también a Madrid, por cierto; escribir libros y vivir una maternidad consciente y real han sido tres pilares de mi vida que me apasionan y a los que no quiero renunciar. De ahí que ese esfuerzo extra y esos sacrificios que indudablemente he tenido que hacer, me hayan pesado menos.

P.- ¿Se ha planteado alguna vez dedicarse a la Medicina o a la divulgación en exclusiva?

R.- Antes de empezar en la divulgación y antes de escribir mi primer libro ya me dedicaba en exclusiva a mi profesión, la pediatría, de hecho durante casi diez años vivía para eso. Pediatra y madre; mis horas del día no daban para mucho más. Una vez mis hijos fueron un poco más mayores y logré arañar horas al día para mí, descubrí lo bien que me sentía escribir, lo mucho que podía llegar a ayudar a otras personas y empecé poco a poco a «salir de mi consulta» para llevar la pediatría y la maternidad a todos los rincones del mundo. Ahora mismo no soy capaz de separar una cosa de la otra, no me apetece. Me gusta lo que hago y me siento muy, muy recompensada por el cariño y agradecimiento de cientos de miles de personas. Dentro de unos años, cuando ya peine más canas… ¿quién sabe?

P.- Trata usted en este volumen el cómo tratar el tema de la muerte con los niños, algo, si cabe, más «profundo» por calificarlo de alguna manera, en época de pandemia. ¿Cuáles son los consejos principales?

R.- La muerte forma parte de la vida. Así es como quise explicárselo a mis hijos cuando inesperadamente su abuela, la abuelita Juli, se fue de nuestras vidas en tan solo tres meses. Es uno de los capítulos más bonitos, tristes y tiernos de todo el libro, pero tan real y necesario, que pienso podrá ayudar a muchas familias que estén pasando por circunstancias parecidas. En ese capítulo hablo con mis hijos de la vida, de la muerte y de qué hay después con toda la honestidad con la que fui capaz.
– Debemos dar gracias por haber tenido a una mujer tan especial con nosotros, niños, les dije a mis hijos.
– Ya mamá, pero ya nunca va a volver… decían mis hijos en un llanto amargo desde la inocencia de unos niños de 8 y 10 años que se encontraban por primera vez con la muerte de frente.
– En cierta manera se ha ido, es verdad, pero siempre permanecerá con nosotros y mantener su recuerdo intacto es lo que hará que siempre esté viva, así que vamos a recordar todo lo bonito que nos ha dejado.
Y terminamos riéndonos con la cantidad de anécdotas que salieron ese día. De la risa, al llanto, y es que esto también forma parte de la vida, ¿no crees?

P: (Trago saliva, asiento y sigo con la entrevista…) Precisamente hace en este volumen un capítulo dedicado a las abuelas: «La madre de la madre es esa que no descansa mientras todos los familiares le buscan parecidos al bebé. Ella, entretanto, lava tus braguitas, tus sábanas y tu camisón llenos de sangre. Leche y vida». ¿Qué papel deberían jugar las abuelas en la vida de sus nietos y de sus hijas ya madres?

R.- Un papel tierno y sabio de acompañamiento a esas recién mamás que llegan a la maternidad sin saber realmente lo duras que son las primeras semanas, pero siempre respetuosos hacia esa pareja que acaba de tener un hijo. Es decir, desde una distancia tranquila si así los progenitores lo desean, sin juzgar, sin menospreciar, sin lecciones magistrales. Compañía, sostén, ayuda y por supuesto amor incondicional hacia sus nietos.

P.- «Os confieso que casi nada ha salido como yo lo había imaginado hace 20 años», dice usted. ¿Cómo le hubiera gustado que fuera su vida?

R.- Tal cual es ahora. No es lo que había imaginado, cierto, pero todo lo vivido, aciertos y errores forman parte de la mujer que soy ahora. ¿Y sabes qué? ¡Qué me gusto así, toda entera! Por tanto, no cambiaría nada. Con los años he aprendido a mirarme con esa mirada compasiva de «todo está bien, Lucía; lo has hecho de la mejor manera que has podido y has sabido, y ha sido fantástico».

P.- ¿Cree que a la mayor parte de los seres humanos nos ocurre lo mismo?

R.- No tanto los hechos en sí pero sí las emociones que nos hacen movernos, cambiar o parar. El amor, el desamor, la ansiedad, la tristeza, el miedo, la angustia, la pasión, la ilusión… todos sentimos parecido, muy parecido, pero en momentos distintos y ante circunstancias diferentes. Por tanto, esa anhelada felicidad que todos buscamos, no es tanto lo que nos ocurre sino qué hacemos con eso que nos ocurre, cómo lo gestionamos y cómo lo disfrutamos. Y lo mismo ocurre con los momentos difíciles, los hay terribles, qué duda cabe, pero lo que marca la diferencia es la actitud que tomamos frente a las adversidades; no podemos cambiar muchas cosas que nos pasan, pero sí cómo lo afrontamos. Eso sí depende de nosotros.

P: Dos hijos adolescentes y se aventura a lanzar consejos para tratar a los adolescentes. «Los conflictos con nuestros hijos se resuelven con palabras y comprensión, y no con portazos e insultos», escribe. Ya, ya. Del dicho al hecho… Ya sabe usted… ¿Cómo se consigue?

R.- Uno no puede pretender llegar a la adolescencia con velocidad de crucero sin antes no se ha trabajado la escucha y la comunicación y sin antes haber puesto unos límites claros desde el respeto y el amor hacia nuestros hijos. Es decir, a la adolescencia no se llega de golpe, el camino hacia ella lo vamos labrando desde que son muy pequeños en cómo empezamos a gestionar esas primeras rabietas de los 2-3 años, en cómo vamos marcando esas reglas del juego de la vida, en cómo nos ven y nos escuchan resolver los problemas que nos van surgiendo en la vida, en cómo nos escuchan hablar a los demás y en cómo hemos ido construyendo con mimo una relación basada en la confianza, en el respeto, en la comunicación y en ese sentimiento que deben tener todos los adolescentes de «sé que puedo contar con mis padres porque me quieren incondicionalmente». Y aun con todo, aún haciéndolo así de bien tampoco podemos pretender tener una adolescencia sin conflictos, por supuesto que los habrá. Pero, ¿no los hay también a los 2 años y a los 6 y a los 10? Si llevas toda la infancia de tus hijos gritándoles, amenazándoles con castigos inútiles y con faltas de respeto continuas ¿qué adolescencia crees que te espera? La adolescencia es una etapa más de este viaje en la que todo lo que hemos vivido con ellos anteriormente, suma o resta.

P.- Dice que el haber tenido una depresión no nos convierte en una persona débil o vulnerable y que hay que tener valentía para pedir ayuda médica cuando se necesita. ¿Cree que este «estigma» del que habla ha cambiado tras la pandemia y el incremento de problemas de salud mental?

R.- Creo que poco a poco se empieza a hablar cada vez más de salud mental, sí. Pero, muy poco a poco. El día que ir al psicólogo o al psiquiatra esté tan normalizado como pedir cita en tu médico cuando llevas varios días con fiebre, ese estigma habrá desaparecido. Pero sin duda creo que aún nos queda un largo camino. Pedir ayuda a un psicólogo o psiquiatra no te convierte en débil, no; ni en «loco», ni en «trastornado», no. La pandemia no ha hecho más que poner en evidencia un problema que llevábamos arrastrando ya muchos años en este país que cuenta con unos recursos muy limitados en salud mental con dotaciones muy por debajo de la media europea. Es urgente que de una vez por todas el acceso a la salud mental sea accesible, ágil, especializada y esté al alcance de todos.

P.- «Cada día se suicidan diez personas en nuestro país y, de entre ellas, una es un joven menor de treinta años o un adolescente, y esto es un auténtico drama». ¿Qué tenemos que hacer para revertir estos datos?

R.- Primero de todo seguir presionando a gobiernos e instituciones para que inviertan en salud mental; sin recursos no es posible llegar a todo el mundo. No es de recibo que se tarden semanas en atender a pacientes que se encuentran en riesgo y que una vez vistos se les cite cada uno, dos o tres meses. Los psicólogos y psiquiatras del sistema nacional de salud hacen lo que pueden, que ya es mucho, pero la realidad es que sin más personal cualificado y más medios, al final la salud mental termina siendo un privilegio de unos pocos que sí se lo pueden permitir.

Por otro lado, hablar de salud mental ayuda, hablar de suicidio y de medidas preventivas, ayuda. Formar a personal, profesores, orientadores de instituto, incluso padres y madres ayudaría a detectar a tiempo muchos problemas. Hablemos de salud mental. Hablemos de suicido. Enseñemos a la población a identificar los signos de alerta para que puedan pedir ayuda y formemos un sistema sólido y accesible para que todo el que llegue, sea atendido de una forma eficaz y continuada en el tiempo.

P.- Titula el último capítulo de este libro «Carta a los Reyes Magos». ¿Qué ha pedido para este 2022?

R.- Tras la pandemia, mi lista de deseos se ha reducido a ¡SALUD! Salud para los míos. Salud para seguir viendo crecer a mis hijos sanos, fuertes y felices. Salud para ver cómo mis padres siguen disfrutando de una jubilación merecida, serena y tranquila sin sobresaltos junto a sus nietos y sus hijos. Nada más. De lo demás, queridos Reyes Magos, ya me encargo yo.