Descubren un antibiótico que activa las bacterias intestinales que favorecen la longevidad
Este hallazgo abre nuevas posibilidades para la medicina del envejecimiento
Un equipo de investigadores ha demostrado que un antibiótico que no se absorbe en el cuerpo puede «activar» bacterias intestinales para que produzcan moléculas que favorecen la longevidad. Este enfoque abre una vía completamente nueva para diseñar fármacos: en lugar de actuar directamente sobre los tejidos del cuerpo, se podrían crear medicamentos que modulen al microbioma, las bacterias del intestino, para que ellas mismas produzcan compuestos beneficiosos.
El objetivo inicial de los investigadores fue un compuesto bacteriano llamado ácido colánico, que ya se sabía que podía prolongar la vida en organismos como gusanos redondos y moscas de la fruta. Este ácido es producido por ciertas bacterias intestinales, como Escherichia coli, a través de un conjunto de genes llamado operón cps. El equipo de Meng Wang y sus colegas buscaba formas de estimular a las bacterias para que aumentaran la producción de ácido colánico de manera controlada, sin dañar la microbiota ni afectar al huésped.
Acción antibiótica
Para lograrlo, los científicos utilizaron dosis muy bajas de cefaloridina, un antibiótico que normalmente no se absorbe en el intestino. A esta dosis, el antibiótico no mata a las bacterias, pero sí induce la activación del operón cps, lo que provoca un aumento en la producción de ácido colánico. Este efecto no depende de la acción antibiótica tradicional, sino que actúa a través de mecanismos internos de la bacteria que activan la síntesis del compuesto.
Los resultados en organismos vivos fueron prometedores. En gusanos (C. elegans), aquellos que vivieron con bacterias tratadas con cefaloridina mostraron una extensión de la vida útil de entre un 13 % y un 14 % en comparación con los controles. En ratones, el tratamiento con dosis bajas de cefaloridina por vía oral provocó que las bacterias intestinales aumentaran la producción de ácido colánico, lo que a su vez generó cambios metabólicos asociados con el envejecimiento: en los ratones machos se observó un aumento del colesterol «bueno» (HDL) y reducción del colesterol «malo» (LDL), mientras que en las hembras se redujeron los niveles de insulina. Además, la diversidad del microbioma no se vio afectada por el tratamiento, lo que sugiere que el antibiótico no causó desequilibrios en las bacterias intestinales.
Una de las grandes ventajas de este enfoque es que la cefaloridina no se absorbe significativamente en el cuerpo, por lo que actúa localmente en el intestino y no provoca efectos secundarios importantes en otros órganos. Esto convierte al tratamiento en una estrategia más segura para estimular el microbioma y producir compuestos beneficiosos sin riesgos tóxicos asociados con antibióticos tradicionales.
Este hallazgo abre nuevas posibilidades para la medicina del envejecimiento. En lugar de desarrollar fármacos que actúen directamente sobre nuestras células, los científicos podrían diseñar compuestos que «enseñar» a las bacterias intestinales a generar moléculas que promuevan la salud y la longevidad. Además, destaca el papel clave del microbioma en la regulación de procesos fisiológicos, reforzando la idea de que nuestras bacterias intestinales no solo nos acompañan, sino que pueden influir activamente en nuestra salud y esperanza de vida.
Bacterias intestinales
Sin embargo, aún quedan muchas preguntas por responder. Hasta ahora, los estudios se han realizado en gusanos y ratones, por lo que no se sabe si los efectos serían similares en humanos. Además, aunque la cefaloridina no mata a las bacterias a dosis bajas, es necesario investigar si su uso prolongado podría generar resistencias o afectar a la microbiota a largo plazo. También se requiere explorar si otras bacterias intestinales podrían ser estimuladas de manera similar o si existen compuestos alternativos más seguros y efectivos.
Este trabajo representa un cambio de paradigma en la investigación de la longevidad: propone usar al microbioma intestinal como «fábrica» para producir moléculas que prolonguen la vida y mejoren la salud, en lugar de atacar directamente los tejidos del organismo. Aunque queda un largo camino antes de poder aplicarlo en humanos, los resultados iniciales son muy prometedores y abren un futuro donde nuestras propias bacterias podrían convertirse en aliadas clave para vivir más y mejor.
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