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Alerta: un insecticida usado durante años afecta al cerebro de los bebés expuestos en el embarazo

En total, 270 niños (147 niñas y 123 niños) presentaron niveles detectables de clorpirifós en la sangre del cordón umbilical

La exposición al insecticida clorpirifós durante la gestación, en la etapa en que el cerebro del feto es más sensible, provoca alteraciones neurológicas y motoras duraderas en la infancia. Así lo demuestra un estudio con 270 niños de Nueva York, cuyos resultados han sido publicados en la revista JAMA Neurology.

El clorpirifós, un organofosforado de amplio espectro que actúa dañando el sistema nervioso de los insectos, fue durante décadas de uso común tanto en el ámbito doméstico (contra cucarachas, pulgas o termitas) como en la agricultura. Sin embargo, la evidencia acumulada sobre sus riesgos para la salud humana llevó a prohibirlo en la Unión Europea en 2020 y en Estados Unidos en 2021, tras haberse vetado antes en entornos residenciales. Pese a ello, sigue utilizándose en varios países.

Efectos a largo plazo

La investigación, realizada por el Centro para la Salud Ambiental Infantil de la Universidad de Columbia, siguió desde 1998 a una cohorte de madres —principalmente de origen dominicano y afroamericano— y a sus hijos. En total, 270 niños (147 niñas y 123 niños) presentaron niveles detectables de clorpirifós en la sangre del cordón umbilical al nacer. Posteriormente, fueron evaluados mediante resonancias magnéticas y pruebas conductuales entre los 6 y los 14 años.

Los resultados muestran que mayor exposición prenatal se asocia con mayores anomalías estructurales y funcionales en el cerebro, así como con un rendimiento motor más bajo y dificultades en la coordinación y la velocidad de movimiento.

«Los vínculos entre niveles más altos de clorpirifós y las anomalías observadas en neuroimagen confirman que esta exposición prenatal deja huellas persistentes en la estructura, la función y el metabolismo cerebral», subrayan los autores del trabajo.

Alteraciones generalizadas en el cerebro

El investigador Bradley Peterson, de la Universidad del Sur de California, advierte que las alteraciones encontradas eran «amplias y afectaban a múltiples regiones del cerebro». Y alerta: «Otros pesticidas organofosforados aún en uso podrían tener efectos similares, lo que obliga a extremar la precaución en embarazadas y en los primeros años de vida, etapas de especial vulnerabilidad».

Por su parte, la profesora Virginia Rauh, de la Escuela Mailman de Salud Pública de Columbia, recuerda que la exposición a este insecticida sigue siendo común en muchos países y pone en riesgo a trabajadores agrícolas, mujeres gestantes y fetos: «Es esencial seguir monitorizando los niveles de exposición en poblaciones vulnerables, en particular en mujeres embarazadas que viven en entornos rurales».